Por Jorge Sarsaneda del Cid, S.J.
“A mí me criaron comiendo patas de rana”, me comentó hace años un ngäbe, por cierto, bastante robusto y fuerte. Esta expresión siempre me ha llamado la atención porque normalmente uno asocia las “ancas de rana” con platos exquisitos de restaurantes parisinos, no con la empobrecida Comarca Ngäbe-Bugle.
Según los datos oficiales, el 96,3% de la población indígena de Panamá vive en pobreza (84,8% en pobreza extrema) y un 62% de los niños tiene grado de desnutrición crónica. La mortalidad materna panameña –entre indígenas- es de las peores en América Latina (62,3 de muertes por cada mil nacidos vivos) y el índice de desarrollo humano fue de 0,447, cuando el global del país es de 0,780 (el de Haití es de 0.456). Son datos más reales que los del discurso presidencial.
Sabemos que esta situación no es de ahora. Son cientos de años arrastrando injusticia y explotación. En una carta de 1604 leemos lo siguiente: “…todos los naturales que ay en toda esta tierra y se mueren por esos montes como animales … por el mal tratamto de los españoles se huyen y van a los montes y se vuelven a sus ydolatrias porque ven que ni los dexan vivir como es Razon sino tratándolos mal”. En otra carta, un obispo escribe por esas mismas fechas: “los indios de la comarca que colinda con Remedios fueron sometidos y para su mejor sometimiento y catequización se les reunió en los pueblos de San Félix y Santiago de Guabalá a cargo de encomendadores españoles que les inspiraban en la fe cristiana pero que los obligaban a trabajar duramente”. En el siglo XIX también se denuncia que: “todos los asendado de Tole se ha enriquecido con el sudor de lo yndio”.
Ya hemos visto los datos de los últimos años, ¿quiere decir que el pueblo ngäbe está irremisiblemente empujado a su extinción? ¿Tendrá que explotarse la gran mina de Cerro Colorado para que tengan dinero para comprar comida? ¿Cómo han hecho para sobrevivir?
Hace años, llegué a un rancho de la comarca y había un grupo familiar sentado alrededor del fogón donde se encontraba una paila (olla) grande, tapada, en la cual cocinaban “algo”. Estuve un rato platicando y me despedí. Cuando estaba fuera del rancho me preguntaron si comía “hojas” (¿mä ka mrörea?). Contesté que sí y me invitaron a pasar nuevamente y me brindaron una totuma con una sopa de unos pocos frijoles y muchas, muchas “hojas” de diferente tipo. Esta es una de las comidas heredadas de los abuelos que han permitido mantener un poco fuera de la desnutrición a miles de indígenas.
Las hojas son el gran “socorro” de la comida indígena: hojas de otoe (tä), fuente muy buena de vitaminas y minerales; las hojas de uyama (be), también fuente de betacaroteno y vitaminas, además de ser medicinales; hojas de frijol (muma) y el mismo frijol tierno, con toda su riqueza de proteínas, vitaminas y ácido fólico (contra la anemia); el berro de agua, del cual se comen las hojas y los brotes tiernos, con toda su riqueza de iodo, hierro y vitamina A. Incluso flores y cogollos como las de la chichica o la flor de la cabuya (bon kwetdare), también son alimenticias. En fin, las “ka” o jirakas constituyen una gran fuente de nutrientes, medicinas e incluso son usadas en rituales.
Hay alimentos –que consumen los ngäbe– muy ricos en nutrientes y poco conocidos por los no indígenas, por ejemplo, el llamado ñürün o “bodá”, que es un alimento prehispánico, más rico en calcio y fósforo que cualquier hortaliza. Así como los muy conocidos frijoles de palo o guandú, que son una gran fuente de minerales (fósforo, manganeso, magnesio, ácido fólico y flavonoides). Igual se puede hablar de la fuente increíble de nutrientes como lo es el pifá o daba, en ngäbere, del cual se come el fruto y el cogollo o palmito, aparte de otros múltiples usos que tiene. Es el alimento tropical más completo que hay.
Los ngäbe también elaboran conservas como el gwa münün (“polvo de pescado”) o el kwi münün (“polvo de gallina”), que tienen muchísimos nutrientes y también son desconocidos por los no indígenas de la ciudad. Además, preparan el mren kugwän (“sal quemada”), muy rica en calcio. Y eso que no hablamos de animales y frutas.
Se podría hablar mucho más, solamente quisiera reafirmar que existen los medios para vencer la desnutrición, la cuestión es apuntar en la dirección correcta con todos los recursos a disposición, hacia una seguridad alimentaria que desemboque en soberanía alimentaria. Esto supone cambiar mentalidad en los gobernantes. ¿Se podrá? Estamos cerca de elecciones, ¿a quiénes vamos a elegir?