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Evangelio del día, Marcos 5, 21-43

“Jesús atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a Él. En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies suplicándole: Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo.

Jesús se fue con Jairo; estaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía. Se encontraba allí una mujer que padecía un derrame de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho en manos de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía, pero en lugar de mejorar, estaba cada vez peor.

Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. La mujer pensaba: Si logro tocar, aunque sólo sea su ropa, sanaré. Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana. Pero Jesús se dio cuenta de que un poder había salido de Él, y dándose vuelta en medio del gentío, preguntó: ¿Quién me ha tocado la ropa? Sus discípulos le contestaron: Ya ves cómo te oprime toda esta gente ¿y preguntas quién te tocó? Pero Él seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había tocado.

Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Palabra del Señor.

 

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad

Jesús, el Dios-con-nosotros, nos ha venido a traer salud y vida, no enfermedad ni muerte; es importante aclararlo, pues muchas personas le adjudican a la “voluntad de Dios”, el padecimiento de muchas enfermedades y de la muerte misma, creyendo que eso es tener fe. En este párrafo del Evangelio, vemos la sanación que Dios da a una mujer que padece una grave enfermedad, pues el amor, la compasión y la misericordia del Señor, le lleva a conceder salud y vida, no muerte.

Tal vez yo también necesite ser sanado por Dios, pero no únicamente de mis enfermedades físicas, sino probablemente de las psicológicas y espirituales; pero probablemente no busco sanación porque no soy consciente de que lo necesito; basta con examinarme a fondo en mis relaciones con los demás y conmigo mismo, para poder detectar de qué necesito ser sanado para llevar una vida más plena, más en paz y en armonía, que me dé un completo bienestar interior.

¿Cómo resuena en mi interior el escuchar que es “voluntad de Dios” que las personas enfermen gravemente o mueran trágicamente?
¿De qué enfermedades físicas, psicológicas y espirituales creo que necesito ser sanado?