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Evangelio del día, Marcos 3, 7-12.

“Jesús se retiró con sus discípulos a orillas del lago y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las tierras de Tiro y de Sidón, muchísima gente venía a verlo con sólo oír todo lo que hacía. Jesús mandó a sus discípulos que tuvieran lista una barca, para que toda aquella gente no lo atropellara, pues al verlo sanar a tantos, todas las personas que sufrían de algún mal se le echaban encima para tocarlo. Incluso los espíritus malos, apenas lo veían, se arrojaban a sus pies y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Pero Él no quería que lo dieran a conocer, y los hacía callar”.

Palabra del Señor.

 

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

Todas las personas que sufrían algún mal se le echaban encima para tocarlo

La gran necesidad, que las personas experimentaban de ser sanadas físicamente de sus enfermedades, las llevaba a acercarse al Dios-de-Misericordia, para ser curados de sus diversas enfermedades. Y es que Jesús, lo que nos presenta en todo momento, es su gran compasión por los que sufren todo tipo e enfermedad, no solamente físicas, sino también psicológicas y espirituales; es por ello que también expulsa demonios y sana la tristeza y los temores de muchos corazones.

Yo mismo, muy probablemente, habré experimentado muchas veces las diferentes sanaciones que Dios ha traído a mi vida, sobre todo en aquellos momentos cuando ciertas enfermedades, de diversa índole, me han parecido tan lejanas, tan imposible de sanar, pero habiendo experimentado la acción del Señor en mi vida, he visto su paso sobre mí y me he recuperado favorablemente, volviendo a comenzar de nuevo, puesta la fe en mi Dios-Salvador.

¿De qué enfermedades de diferente índole me he visto sanado por Dios?, ¿Cómo está puesta mi fe en el Dios-Salvador que me rescata siempre de los abismos?