Compartimos el más reciente artículo de opinión publicado por P. Jorge Sarsaneda del Cid, S.J., en el periódico La Prensa de Panamá.
Hace años, en un viaje a una comunidad ngäbe del hoy distrito de Munä, me llamó la atención que no había niños desde los 5 a los 15 años. Pregunté y me dijeron que: “Hace cinco años hubo una epidemia de sarampión y se fueron todos los niños”. Esta debilidad frente a las epidemias “de fuera” es una de las causas por las que la población ngäbe (y supongo que la población bugle también), desde tiempos de la conquista, fue disminuyendo.
Existe la “queja” de que las mujeres ngäbe -embarazadas- no quieren acudir al centro de salud al “control”. He sido testigo de cómo las “regañan” (jamás hay que regañar a un adulto en público) porque no asisten a los “controles” (vaya nombrecito). Por supuesto, estos regaños siempre se hacen sin tener en cuenta la situación de la gente y su modo de pensar-actuar, sus costumbres, sus tradiciones.
Hace años, el matrimonio entre los ngäbe era un acuerdo entre familias (le llamaban kobare), lo cual fortalecía las relaciones entre grupos. Ahora, algunos “investigadores” han querido calificar esto como “sexo transaccional” o compraventa de personas. No se traba de “vender” a la muchacha o de “comprar” con tierras o ganado a alguien. Se trata de fortalecer la presencia de algunas familias en un lugar. Esto se ha hecho durante siglos. Hacer esto significa fortalecer las capacidades de una familia, ampliar el acceso a la tierra, defender la tierra de la invasión de latinos, etc. Existen cientos de leyendas inventadas con relación a la “ganancia” de mujeres: que si soy bueno peleando, me gano mujeres, que si soy buen balsero, tendré más mujeres, que si tengo más tierras o ganado, puedo tener tres o cuatro mujeres. Muchas de estas cosas, la mayoría, son inventos. Es cierto que existieron (ya casi no existen) hombres con varias esposas, pero eran pocos casos y con dos o tres, no con diez como dicen algunos.
El hecho de estar embarazada hace que una mujer sea especial: tiene más fuerza (p.e. si un hombre se sienta donde ella se sentó, se vuelve krene– perezoso); tiene otras capacidades (p.e. si pasa por donde hay un picado de culebra, éste se tarda en curarse); tiene efectos en su esposo (se cansa mucho, si es cazador bueno, se vuelve übäne-mal cazador).
Cuando va a dar a luz, la mujer ngäbe busca a la ngibiaga-partera, hay hojas para aliviar los dolores del parto, paren de cuclillas, de manera que el bebé sale naturalmente, cortan el cordón y lo entierran cerca de la casa, se lavan y se acuesta con el recién nacido.
Al nacer el niño/a, la mamá tiene que guardar reposo durante ocho días, haciendo una especie de ayuno (ja boine), comiendo sin sal, sin picante, sin condimentos. Algunas parteras le dan cacao al recién nacido y le untan ese cacao al pezón de la mujer. Luego se busca un día en el cual celebrar el oge, ceremonia que equivale al bautismo del niño/a.
Todas estas situaciones, ¿cómo las van a atender o comprender o aceptar en el centro de salud? Además, ¿cómo va a atender el parto un hombre que no tiene nada que ver con la embarazada? En algunos lugares de la comarca ngäbe-bugle se ha invitado a las parteras a participar, pero como traductoras cuando, de hecho, son las capacitadas para atender el alumbramiento. ¿Por qué no les dan formación, herramientas, elementos para hacer este trabajo? Algo se ha hecho, no lo niego, pero muchas veces en contra de la opinión de los funcionarios de salud.
¿Y los krägä bianga (dadores de medicina) mal llamados curanderos? Tampoco tienen participación, aunque son los que más conocen la situación y a la gente. ¿Qué esperan para darles su lugar? Aunque el mayor crecimiento poblacional en Panamá -hacia el 2020, en la CNgB- era de un 61.1%, a pesar de la migración existente, la tasa de mortalidad de menores de 5 años fue de 62.3, cuando el país tiene 22.2. Más aún, el índice de desarrollo de los bebés -3 a 8 meses- (IDB), en la CNgB es el peor del país con 0.46 y el índice de desarrollo de la infancia (IDI) es el segundo peor del país con 0.49. ¿Qué estamos esperando para integrar a quienes saben y conocen, en el desarrollo y crecimiento de los niños?
Puede leer el texto publicado en La Prensa haciendo clic aquí. La fotografía de cabecera es cortesía de La Prensa.