P. Arnaldo Zenteno, S.J., nació en México el 17 de diciembre de 1932. Llegó a este mundo, según contaba él mismo, en una madrugada fría del último mes del año. Tiempo después, su padre le diría que había vivido “porque Dios quería que vivieras”, haciendo referencia a las complicaciones de parto de su madre.
P. Arnaldo ingresó al noviciado jesuita con 16 años de edad, en 1948 en su país natal. Estudió filosofía y teología, entre 1956 y 1964. Se ordenó como sacerdote en 1963, en San Ángel, siempre en México. Trabajó en investigaciones, en el Apostolado Obrero, se dedicó a la docencia universitaria y a proyectos sociales y pastorales hasta que en 1983 se movilizó a Nicaragua, en Centroamérica. Ahí echó raíces en proyectos sociales en Managua, la ciudad capital, especialmente desde las comunidades eclesiales de base, que marcaron el ritmo de su vida de entrega en todo momento y que llevan hasta hoy el sello de servicio y amor por los demás que caracterizó siempre a P. Arnaldo.
Desde 2019, P. Arnaldo oraba por la Iglesia y la Compañía y cuidaba de su salud. Esta última, lastimosamente, fue empeorando con el pasar del tiempo. El viernes 10 de mayo, al medio día, P. Arnaldo Zenteno, S.J., falleció en la comunidad de Santa Tecla, en El Salvador, país al que había llegado luego del cierre de la Universidad Centroamericana en Nicaragua. P. Arnaldo deja un enorme legado entre las personas que lo conocieron, especialmente las comunidades nicaragüenses en donde se destacó por su carisma con los niños y las personas más desfavorecidas.
Hoy publicamos este texto de su autoría, escrito cuando cumplió 87 años de edad. En él, P. Arnaldo hace un repaso por momentos especiales de su vida a partir de la reflexión en torno al riesgo de perderla eventualmente por sus complicaciones de salud.
En mis 87 años, dando inmensas gracias con alegría por el don de la vida
Por P. Arnaldo Zenteno, S.J.
Muy queridas amigas y muy queridos amigos:
Dios mediante mañana 17 de diciembre cumplo apenas 87 años. Estos días he estado pensando en esa fecha dando gracias inmensa a nuestro buen Padre Dios por el Don de la vida y dando gracias a mi papa Alfonso porque él nos transmitió el amor a la vida
y al enfrentar la vida en sus situaciones más difíciles.
Correspondiendo a sus oraciones y felicitaciones que empiezo a recibir, quiero compartirles unos momentos especiales en mi vida en que corro peligros serios de perderla, y que Dios en su bondad me ha sacado adelante.
1. Viviste porque Dios quería que vivieras y porque tu mamá hizo todo para que vivieras. Soy 7 mesino y nací en la madrugada del frío diciembre de la capital. Mi mamá Aurora tenía grandes dolores. Mi papá salió a buscar a la comadrona, pero ella estaba en un hotel y tardó en encontrarla. En ese entretanto mi mamá sola me dio a luz. Ella era de origen campesino, pero casi desde niña vivió en la ciudad de Colima. En el campo las mujeres se arreglan para dar a luz muchas veces solas. Mi mamá no tenía esa experiencia, pero lo logró.
Cuando llegó la comadrona a completar la labor y como no había incubadora, me pusieron en una cajita de cartón calentada con unos focos o bujías. Teniendo presente todo esto, fue cuando ya grande me dijo mi papá “viviste porque Dios quería que vivieras”. ¡Inmensas gracias, Dios
Padre Bueno!
2. Tenia 9 años cuando andando en bicicleta me estrellé contra un tranvía y junto pasaba un carro. Las tijeras de la bici se rompieron, el rin quedó todo retorcido y a mí no me pasó nada. Mi papa que iba unos metros atrás, pensó que el tren me mataba. Y de regreso a casa muy nervioso me dio una zurra por atarantado y luego me envió a la iglesia a dar gracias por la vida a la Virgen de Guadalupe. Gracias de nuevo Padre inmensamente bueno.
3. En los casi 10 años de guerra en los años 80 anduve muchas veces en zonas estrictas de guerra, por ejemplo, en la Trinidad tomada por la contra. En Navidad y Semana Santa celebraba en Limay -por donde entraba la contra desde Honduras-. Anduve también adelante de 5 Pinos muy cerca de los campamentos de la contra y en zona activa de guerra en el Jobo en la 6ta región por acompañar a madres de muchachos movilizados. Todo esto lo viví con otros hermanos y hermanas de la CEB y nunca nos pasó nada y por cierto cuidándolo bastante, llevamos por ahí el Obispo Poeta y Profeta Don Pedro Casaldáliga.
4. Hace años he batallado con la salud pero especialmente en estos últimos años en gran parte por mi edad. A) Hace unos 5 años yo que nunca tenía diabetes, en un día me subió a 800 la glucosa y por falta de atención adecuada en Emergencia del hospital, me subió a 1200. Estuve en un corredor del hospital en camilla con ruedas más de una hora esperando que me sacaran sangre. Pensé que me podía morir y como regalo, se me vino al corazón el pasaje del Evangelio donde Jesús pregunta al ciego que quieres que haga por ti, y el ciego le dice: “que vea”. Y yo le dije a Jesús “yo te pido que viva”. Me encomendé al Monseñor Romero y la Virgen de Guadalupe y me entró gran paz. Al entrar ya a las salas del hospital, dejando la emergencia, iba yo contento porque ya me atendían y porque estaba vivo. El primer letrero que vi fue Sala de Partos y sonriendo dije “esa no es para mí”. Cuando 5 días después, salía del hospital me enteré que había llegado a 1200 de glucosa. El Dr. Cuadra, que me sacó adelante, le dijo a las personas de las comunidades ahí presentes, “Dios se los quiso dejar”.
B) Hace tres años empecé con un malestar general y el C reactivo salía muy alterado pero no decía dónde estaba el mal. Un Cardiólogo amigo que era muy cuidadoso, ese día me hizo esperar hora y media, me tomó la presión y me despachó en 5 minutos. Entonces fui a ver al Dr. Cuadra y el me vio en tal estado que no podía casi ni hablar y sonó el teléfono le dijo a mi superior “Arnaldo está muy grave; hay que hospitalizarlo”. Pero el encargado de llevarme me llevó hasta el día siguiente y pude haberme muerto esa noche. Hasta el tercer día me encontraron en el hospital la causa de mis males. Tenía una pequeña infección de vías urinarias pero el virus había tocado el pericardio, la bolsa donde está el corazón, y tenía tanto líquido que eso presionaba al corazón. El Dr. joven que me atendió y me hizo los análisis fue a mi cuarto y me dijo: “Vamos a dar antibiótico fuerte para superar esto y si no, hay que hacer punción y sino, pues se muere”. Y con buena atención salí adelante.
C) Vine a la enfermería y como me sentía bien y el Dr. se había ido a España y dejó quien lo supliera; pero nunca vino el suplente, Yo me sentí bien y empecé a caminar bien por el jardín en la casa. Y buscando por Internet encontré el teléfono del Dr. que estaba en España y le comenté: “Ya estoy caminando”. Su respuesta fue clara: “Ni se le ocurra. Mientras quede liquido en la bolsa del corazón se puede morir”. Cuando días después regresé a Villa Carmen, a mi casa, el Provincial al verme dijo: “¡Resucitó!”; y es verdad, resucité.
D) Y este año el 9 de julio en la mañana tontamente me caí en mi cuarto y di gran ramalazo. Después supe me había roto la cabeza del fémur. Pude haberme quedado en el suelo solo porque vivo en el primer piso y la mayoría vive en el segundo piso, y ese día no iba trabajar mi
secretaria. Pero providencialmente y por excepción ese día llevaba en la bolsa mi celular. Me puse a llamar. En las primeras 7 ó 8 llamadas nadie me contestó. Por fin localicé a un compañero jesuitas de mi casa y le dije: “estoy tirado en el suelo y no puedo moverme”. Vino por mí con otros compañeros y me subieron a la cama y llamaron a la Doctora Administradora de Hospital donde tenemos convenio, pero tardaron en encontrarla porque ella estaba en un Foro. Ella llamó al hospital para que enviaran ambulancia, pero en total por distintas circunstancias, tardé casi 4 horas en llegar al Hospital.
Era sábado y me operaron el lunes. Operación limpia y sin problemas. Como era con raquídea, escuchaba yo los martillazos que le daban a la prótesis. Dos días antes de salir del hospital tuve muy fuerte retención de orina. En el ultrasonido salía que la próstata era mediana, pero salía también un pólipo. Y traje la sonda en total 4 meses y cuando me la quitaron por primera vez, como reloj, tenía un dolor intensivísimo cada hora, sobre todo en la noche; y tuvieron que poner una sonda de nuevo.
Cómo el Dr. que me atendía salió de vacaciones me “atendió” otro Dr. que en tres minutos y sin previo ultrasonido y sin tacto rectal, y teniendo 4 el antígeno, quería operarme. O quería más bien el dinero de la operación. Por distintas razones se atrasó mi operación y hasta el Provincial me ofreció que me la fuera a hacer en México, pero en diciembre no aguanto el frio de allá.
El riesgo de la operación en si no es muy grande, pero en mi caso era riesgosa por mi edad y porque sólo me funciona un riñón, y a medias. La semana previa a la segunda operación, fue de intensa Oración y también revisión de mi vida. Y he orado muchísimo por ustedes y revisando mi vida y doy gracias a Dios por su presencia en mi vida. En esta segunda raquídea pude ir haciendo oración recordando los rostros de ustedes. La operación bien, pero los achaques y la recuperación han sido bastante lento.
5. En estas operaciones he estado bien acompañado por amigas y amigos, en especial miembros de las Comunidades y ya en la enfermería por los niños y niñas que me acompañan, como Ingrid. Pero ha sido doloroso y difícil vivir esto en medio de la crisis tan fuerte económica
y política que hay en Nicaragua y sin poder hacer nada y sintiendo también la polarización y división en las familias y comunidades por las posturas políticas. Y por esto, amigos muy cercanos han estado lejos.
He pensado mucho en tantos enfermos sin medicinas ni atención como yo he tenido.
Pensando en tantos momentos críticos de mi vida, con mucho amor doy Gracias de corazón a Dios y a ustedes por sus oraciones, cercanía y apoyo. Y le pido a nuestro buen Padre Dios, que si me ha dado más tiempo de vida, me ilumine y me de fortaleza para hacer lo que quiere de
mí. En la anterior gravedad hospitalaria, vi y sentí muy claro que Dios me pedía crecer en el amor y seguimiento de Jesús, y eso impulsarlo con pasión como algo central en nuestras Comunidades. Y ahora en la situación tan crítica que vivimos y con mis nuevas limitaciones,
¿cuál es mi misión concreta, lo que Dios quiere de mí?
Termino pensando con ustedes en la fragilidad de nuestra vida humana, en la fragilidad de Jesús niño, en la fragilidad de la hostia, y cómo todo eso se fortalece en el amor misericordioso y liberador de Dios. Porque creemos en el Dios de la Vida, luchamos por la vida.
Con fraterno y agradecido abrazo.
Arnaldo