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Cada 6 de febrero, la Iglesia celebra a San Pablo Miki y sus compañeros, Juan de Goto y Diego Kisai, martirizados en nombre de la defensa de la fe católica en Japón en 1597. Miki es el primer santo japonés reconocido por la Iglesia.

 

San Pablo Miki es, para la Iglesia Católica, un sinónimo de entrega y de fe incondicional. Es el primer santo japonés reconocido oficialmente por la Iglesia y fue canonizado junto a Juan de Goto y Diego Kisai, jesuitas compañeros de martirio, por el Papa Pío IX en 1862. San Pablo Miki, sus compañeros y otros 22 religiosos y laicos fueron martirizados en defensa de su fe en 1597. En la actualidad, su figura propone también un diálogo intercultural en el ejercicio de la fe católica y un ejemplo para la misión de evangelización y servicio en contextos complicados. Hoy, 6 de febrero de 2025, recordamos tres puntos claves para comprender el valor de su vida y legado para la Iglesia actual:

  1. Primer mártir japonés canonizado: Al ser el primer santo japonés reconocido oficialmente por la Iglesia, Pablo Miki refuerza el mensaje de la fe católica como una sola comunidad global unida por el amor a las enseñanzas de Jesús amparada siempre en el respeto y la búsqueda de la diversidad cultural.
  2. Fe incondicional hasta el último momento: Biógrafos y estudiosos de la vida de San Pablo Miki registran que la fe de este mártir fue inquebrantable hasta el último momento de su vida. El 5 de febrero de 1597, San Pablo Miki fue crucificado junto a sus compañeros en una colina de Nagasaki, Japón. Desde la cruz, proclamó su fe en Cristo y perdonó a quienes lo ejecutaban.
  3. Vocación por el servicio y la evangelización: Pablo Miki nació en el seno de una acomodada familia japonesa. Decidió abandonar estos lujos para unirse, a los 22 años, a la Compañía de Jesús y servir desde la misión de la evangelización en el país asiático siguiendo los pasos de San Francisco Javier que había llegado hasta allá en 1549. Su carisma fue herramienta clave en su trabajo de conversión de miles de personas al catolicismo. Esta misión le valió su martirio en 1597 junto con otros 25 cristianos, incluyendo sacerdotes y laicos.