Por Xavier Jeyaraj SJ, Secretario para la Justicia Social y la Ecología
Recuperar Mejor – Defender los Derechos Humanos es el tema elegido por las Naciones Unidas para el Día de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de este año. Está relacionado con la pandemia COVID-19 y se centra en la necesidad de construir un futuro mejor garantizando los derechos de todos los ciudadanos. Lamentablemente, hemos sido testigos del fracaso de nuestros sistemas y de la negligencia de los líderes elegidos en muchas partes del mundo durante este año difícil y desafiante.
Más que el fracaso sistémico, la pandemia ha puesto al descubierto “las falsas seguridades” que hemos desarrollado en la forma de gobernar a lo largo de los años. Sólo “reconociendo la dignidad de cada persona humana”, como dice el Papa Francisco, “podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de Hermandad” (FT 8).
Cuando se creó la Organización de las Naciones Unidas en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes se fijaron el objetivo de establecer “la paz, la dignidad y la igualdad en un planeta sano”. El 10 de diciembre de 1948, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas ratificó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), la Asamblea reconoció que sin importar quiénes seamos, dónde vivamos o cuál sea nuestra situación financiera, tenemos los mismos derechos humanos: todos deben respetar y tratar a todos por igual, con dignidad.
Es necesario hacer una introspección después de 72 años de esa declaración colectiva: ¿hemos profundizado más en nuestro compromiso o hemos recaído en nuestros instintos básicos? ¿Las diferentes naciones han pasado de la declaración al compromiso con responsabilidad?
Aunque las Naciones Unidas han desempeñado un papel importante ante las emergencias humanitarias y han establecido objetivos y metas para alcanzar en las décadas siguientes, como los “Objetivos de Desarrollo Sostenible”, me pregunto si esto ha seguido siendo un sueño incumplido o un vuelo que no ha despegado. Los estudios y los datos revelan claramente que hay una creciente desigualdad, pobreza y negación de los derechos humanos en todo el mundo. Seguimos encontrando a millones de personas, en particular a los pobres y vulnerables, a quienes se les niega su derecho humano básico a vivir una vida digna. En nombre del desarrollo, se niega a las personas vulnerables, especialmente a los migrantes, los refugiados, los indígenas y los campesinos, su derecho a la tierra, el agua, los bosques y los medios de vida. Los intereses económicos y el lucro parecen ser el motor de todos.
Muchos gobiernos hablan hoy en día de soberanía nacional e intereses “nacionales” a expensas de la humanidad y el medio ambiente, en su conjunto. Los gobiernos votan leyes que son de naturaleza represiva, negando los derechos de los individuos y las comunidades. A muchos de los que, con el interés de ayudar a las comunidades pobres y vulnerables, habla de los derechos o la dignidad de las personas, exigen al gobierno una respuesta, se les suprime su libertad. Phil Lynch, Director del Servicio Internacional para los Derechos Humanos, dijo el 20 de octubre, día del 75º aniversario de la ONU: “Lamentablemente, algunos gobiernos, preocupados por enfrentar las críticas, tratan de dejar a los defensores de los derechos humanos fuera de las conversaciones. Peor aún, en algunos países, el gobierno o los grupos con intereses poderosos acosan o desacreditan a las personas que defienden los derechos humanos. En algunos países, los golpean, los encarcelan e incluso los matan”.
Esto es lo que estamos presenciando en muchos países de América Central, el Medio Oriente, el Norte de África, el Este de Asia y el Sur de Asia. El arresto y encarcelamiento de un sacerdote de 83 años de edad, Stan Swamy, que sufre de la enfermedad de Parkinson, desde el 9 de octubre en la India, junto con muchos otros que se solidarizaron con los indígenas vulnerables y hablaron en defensa de sus derechos, son vistos como enemigos de los gobernantes y tildados de antinacionales.
Celebrar lo que hemos aceptado teóricamente durante 72 años está bien. Pero, ¿cuándo podremos hacerlo realidad con acciones concretas, responsabilidad y transparencia entre otros mecanismos? Mientras las Naciones Unidas sigan siendo un “tigre sin dientes” y una marioneta en manos de unas pocas naciones y líderes poderosos, tales celebraciones seguirán siendo un mero engaño para la mayoría de los pueblos del mundo.
Fuente: Jesuits Global