En esta entrevista para El Diario de Hoy, en El Salvador, P. Rodolfo Cardenal, S.J., reflexiona sobre los aportes concretos y el legado de Francisco, la incidencia del ser jesuita y de la tradición latinoamericana en su Pontificado y el futuro de la Iglesia en el marco de la elección de su sucesor.
Por Oscar Picardo Joao, Director editorial El Diario de Hoy (EDH)
Se cierra una importante etapa en la iglesia católica con Francisco ; un Papa sencillo, humanamente reformador, espiritualmente conectado con la gente; más allá de los innumerables videos, fotos, textos, audios que han circulado en las redes sociales, con muestras de nostalgia y afecto, El Diario de Hoy buscó una interpretación más profunda de lo que significó su paso por la iglesia, y entrevistamos al Padre Rodolfo Cardenal SJ, Director del Centro de Monseñor Romero, de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), con quien abordamos, también, otros temas de coyuntura eclesial.
EDH ¿Cómo definiría el legado del Papa Francisco en pocas palabras?
RC: El legado de Francisco supuso recuperar lo que se abandonó del Concilio Vaticano II. No se trataba para él repetir lo que había dicho el Vaticano II, sino de retomarlo de modo actualizado con la situación actual. Por eso en sus intervenciones escritas y habladas aparece de muchas maneras la realidad del mundo en este momento. A eso le agregó un toque latinoamericano. La “la teología del pueblo” lo que se ve reflejado en el tema de la sinodalidad, a nivel teológico pastoral, y también en su cercanía con el pueblo. Hasta el último momento se vincula con la gente, el último paseo por la plaza de San Pedro y después muere. Esto está recogido en la Conferencia Episcopal de Aparecida, donde él fue el responsable de ese documento; pero tiene una larga tradición en América Latina desde las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla y Aparecida. Entonces, le da ese toque latinoamericano al pontificado.
El legado de Francisco también implica encarnar el Evangelio en los problemas del mundo, las guerras, la creación, los pobres, el capitalismo un neoliberal salvaje; y hacia dentro de la iglesia, ya que heredó graves problemas que le dejó el Papa Benedicto, los temas de pederastia o corrupción económica dentro del Vaticano, y bastante hizo para poner orden en las finanzas del Vaticano y una lucha que solo comenzó contra el fenómeno de la clericalización. Dicho brevemente, el P. Rutilio Grande decía a los seminaristas que no iban a ser caciques, que eran pastores. Bien, esto es fácil decirlo, pero con una estructura tan compleja de tanta historia, la de luchar contra la clericalización es una tarea pendiente.
EDH: A su juicio ¿cuál es el principal aporte del Papa Francisco en el contexto de su papado?
RC: El tema de la pobreza en un escenario de un capitalismo neoliberal salvaje es muy relevante. Esto lo dice el Papa en muchas intervenciones, ya que la pobreza genera migración, un tema muy actual. Francisco, el primer viaje que hace como Papa es a Lampedusa, en el Mediterráneo, donde llegan los emigrantes del África. Y los emigrantes los tuvo presentes todo el tiempo y abogó por ellos. Y junto con eso la paz en el mundo.
Siempre tuvo presente los conflictos; habló contra la industria de armamento, que es la que hace negocio con las guerras; abogó por la paz hasta el último día, y precisamente la guerra es lo que crea pobreza y es lo que genera migración.
EDH: ¿Cómo incidió su ser jesuítico en el estilo de papado?
RC: Yo diría que en su formación; una formación sólida, no es una formación, como dice un teólogo que analiza, no es una teología revolucionaria extremista, pero es una teología muy evangélica, muy pastoral en la que el perdón de Dios es para todos y que todos, absolutamente todos, dentro de la iglesia que imaginó el Papa Francisco, todos tienen cabida; y que los clérigos, los jerarcas no somos nadie. Por lo tanto, esa formación sólida tiene, además una gran cultura literaria y cinematográfica. Lo anterior se ve en sus memorias y en sus escritos; esa formación jesuítica disciplinada, es notoria en cómo estructura sus homilías. Siempre habla de tres puntos y suele escoger tres verbos. Y a partir de eso esos tres verbos elabora la homilía, el Ángelus o el discurso.
También me parece que, algo menos conocido como jesuita, sobre todo como Maestro de Novicios o Provincial de los jesuitas, fue un tanto autoritario o muy duro; y por esa experiencia la pasó muy mal; después de ser Provincial, lo pasaron a Córdoba, estuvo en una especie de exilio. También estuvo en Alemania, luego regresó y eso le dejó huella. Él pidió perdón muchas veces siendo Papa, y antes también. Esa experiencia está reflejada en su interés en la sinodalidad, el diálogo, el consenso y la paciencia, aspectos muy marcados en su personalidad. Los puso a prueba al enfrentarse con los sectores de la Iglesia que se oponen a su manera de entender la iglesia y la forma de vivir el Evangelio.
EDH: Habiendo sido muy relevantes sus aportes en materia de reforma eclesial, medioambiente e inclusión ¿qué desafíos deja para el futuro de la iglesia, para el Cónclave y para el próximo Papa?
RC: A mi juicio el mayor desafío es mantener su línea. Porque Francisco comenzó a volver a las raíces del Vaticano II, pasando por Pablo VI y Juan Pablo II, volvió a la tradición conciliar. Pero Francisco apenas comenzó, a pesar de haber estado más de 10 años, no le dio tiempo de terminar lo que inició precisamente por ese método suyo de consensuar y por la resistencia. Hay mucha resistencia en el episcopado, incluso en un tema tan inmoral como el de la pederastia; también en el tema de la guerra, encontró mucha resistencia. Recordemos que hay jerarcas que bendicen armamento. Ya se observan en las tres corrientes que se perfilan en el cónclave: Una, que quiere continuar con Francisco; aunque pensar que el que viene tiene que ser igual a Francisco es un error, eso no va a ser así.
El impacto que ha tenido el fallecimiento de Francisco es impresionante, las masas que se han volcado, tanto en el funeral como en el velatorio, es un “signo de los tiempos” que los Cardenales deben ver. Incluso, hay mucha gente que dice yo soy ateo, pero a mí la figura y lo que enseñó Francisco a mí me ha llegado. Entonces conseguir eso cuando hay un sector de la jerarquía que se queja de la secularización, de la poca fe, de la poca concurrencia a los sacramentos, es de reconocer que Francisco marcó una línea.
Pero por otro lado hay otro sector poderosísimo que quiere volver a un tipo de pontificado como el de Juan Pablo II o incluso como el de Pío XII, porque les parece que están en posesión de la verdad, que la verdad la tienen ellos y que la verdad es hacer como ellos dicen. Por lo tanto, quisieran revertir lo de Francisco; y finalmente, hay un sector intermedio, probablemente a mí no me extrañaría que escogieran a un Papa de este sector. Podría pasar que en el Cónclave escogieran un papa que no se opusiera a la línea de Francisco, pero que se distanciara un poco, y al mismo tiempo que tranquilizara a esas mentes, corazones endurecidos, clericales, que tienen nostalgia del pasado. Para algunos de ellos, la tradición comienza en el concilio Vaticano II de finales del siglo XIX, es decir, anulan diecinueve siglos de historia. Otros colocan la tradición en el concilio de Trento del siglo XVI, con lo cual suprimen dieciséis siglos.
EDH: Desde la iglesia y la teología en Centroamérica ¿Francisco fue un Papa liberador?
La palabra liberador se puede entender mal, porque se suele confundir con la política izquierdista o revolucionaria. Yo pienso que Francisco fue un papa muy latinoamericano, en la mejor tradición latinoamericana, es decir, Medellín, Puebla y Aparecida, que lleva su huella. El impulsa la “teología del pueblo”, que es muy argentina, y se nota en Aparecida. Francisco legitima y reformula la teología de la liberación, y le propone al episcopado, no solo al centroamericano, sino latinoamericano, por dónde tiene que ir. A mí me parece que un ejemplo de esa nueva vida eclesial es el la Amazonía.
De la Amazonía se habla poco, pero está avanzando sobre las líneas de Francisco de una manera sorprendente. También algunos algunos sectores en la iglesia argentina y brasileña por lo que entiendo; pero supone un cambio de mentalidad muy grande; y sobre todo cambiar la formación de los seminarios. Porque si no cambiamos la formación de los seminarios, la clericalización va a seguir. Uno de los grandes problemas que tuvo el P. Rutilio Grande con el episcopado de su época, cuando lo propusieron como rector del seminario y los obispos lo rechazaron, fue su lucha contra la clericalización de los futuros sacerdotes. Rutilio quería una formación abierta. Quería que las puertas del seminario se abrieran y que el pueblo entrara en el seminario. Bien, no lo dejaron.
Entonces, aquí hay un punto clave y de gran oposición y resistencia de los episcopados a abrir la formación. Es lo que Francisco pidió, y al final hay una instrucción sobre la formación de seminarios. Todo se juega en la formación de los futuros sacerdotes.
EDH: Vivimos un contexto complejo de incertidumbre política y económica, una vuelta al conservadurismo y a los autoritarismos ¿qué debe o puede hacer la iglesia en este escenario?
RC: La iglesia, según las pistas de Francisco, debe ser profeta. Es paradójico, y la prensa católica lo ha destacado, que los epulones de este mundo hayan estado en primera fila en el funeral. Pero también estuvieron los pobres, al final, los preferidos de Francisco. Ahí estaban todos los poderes de este mundo, incluso los que están en guerra entre ellos. Se vieron obligados a ir y a estar en primera fila.
El desafío que les deja a Francisco es terminar con la guerra; hay que terminar con la pobreza; hay que terminar con el hambre; la migración tiene que ser manejadas de manera humana. Por otro lado, la proliferación de los neofascismos o de los populismos neofascistas la encontramos en todos lados. Esta tendencia promueve el miedo, la gente tiene miedo. Ya pasó con el nazismo y pasó también con Mussolini. Pensaron que vivirían mejor. No resolvieron nada, hubo guerra. Por tanto, si queremos terminar con esto hay que hacer reformas de carácter socioeconómico, hay que redistribuir el ingreso, revisar la fiscalidad, evitar el gasto superfluo y aumentar el gasto social, evitar el despilfarro, etcétera.
Pero los poderosos de este mundo, los que aspiran a tener poder, cultivan el miedo, el odio; basta ver las redes sociales. Y la gente cree que con eso resuelven sus problemas. El odio, el deseo de venganza y el insulto no resuelven nada, porque no hay discusión de nada y piensan que ellos tienen la razón. Francisco sostiene: «Miren, por ahí no vamos a ninguna parte.» Hay que saber dialogar, hay que saber encontrarse, hay que saber encontrar coincidencias. Francisco ha dado el ejemplo en diferentes contextos.
EDH: Finalmente, ¿cómo evalúa el rol de la iglesia salvadoreña en el complejo contexto actual –frente a la minería, el autoritarismo y la situación económica-?
RC: La iglesia salvadoreña desde la década de 2010 se ha opuesto a la minería metálica con mucha fuerza. Eso está en las enseñanzas de Francisco, que llamó a cuidar la casa común. La encíclica más importante sobre ecología es “Laudato si’”. El pueblo ha tomado como bandera la defensa del medioambiente, no solo los jerarcas y sacerdotes, el pueblo mismo han decidido defender el medioambiente salvadoreño tan deteriorado y tan maltratado, frente al afán de dinero, a la avaricia y la ambición.
También ese pueblo de Dios, me parece a mí, ha recobrado su voz para protestar por la injusticia del sistema carcelario de Bukele; por la injusticia de los feminicidios, por la injusticia de los desaparecidos, por la injusticia que hay del desempleo, por la injusticia contra el comercio informal. Han creado dos sociedades: La del centro histórico y la de la costa, que es una vitrina, y después el resto del país. Este resto, que es la mayor parte, es chocante y por eso, claro, no se lo enseñan a los turistas. Ahí se encuentra verdadero país, unas cuadras más allá del centro o la zona rural, ahí encontramos desempleo, un sistema de salud colapsado, un sistema educativo paralizado. Y si queremos un signo o una señal ahí está la obra de Los Chorros, es emblemático. Los derrumbes son falta de previsión, falta de tecnología y falta de buen gobierno. Es comprensible que guarden silencio y disimulen.
A veces se oye mucho que la comunidad internacional debiera hacer algo para solucionar la crisis nacional. Un algo que no puede ni va a hacer. El cambio está dentro. El cambio tiene que venir de dentro. Si la sociedad o el pueblo de Dios, hablando en términos teológicos, no se posesiona de su papel y no habla, esto no tiene salida.
*Foto de cabecera: cortesía EDH