El Instituto Centroamericano de Espiritualidad (ICE-CEFAS), en Guatemala, busca convertirse en referente regional en la integración psicológica, el compromiso social y la madurez espiritual a través de la promoción de una espiritualidad ignaciana más justa, solidaria y cercana.
En 1993, P. Carlos Cabarrús, S.J., antropólogo que por mucho tiempo fue maestro de novicios jesuitas, lanzó un programa para futuros encargados de formación de congregaciones religiosas en las instalaciones de la antigua casa de retiros CEFAS, en Guatemala. Así fue como hace 30 años empezó a funcionar el Instituto Centroamericano de Espiritualidad (ICE-CEFAS) que, desde entonces, continúa ofreciendo experiencias religiosas a las que asisten laicos y religiosos provenientes de Latinoamérica, Europa, África y el Oriente.
El Programa para Acompañantes y Formadores (PAF) que fundara P. Cabarrús en 1993 ha sido, desde entonces, la columna vertebral del funcionamiento del ICE-CEFAS. Este se focaliza en la búsqueda de la interrelación dinámica y armónica de tres dimensiones: el crecimiento personal, la madurez espiritual y el compromiso histórico. Esta forma de trabajo, a través de dimensiones que responden a necesidades espirituales específicas, continúa vigente hasta hoy.
Para llenar la dimensión del crecimiento personal, el ICE-CEFAS se vale de herramientas de escuelas psicológicas orientadas a integrar dos aspectos de la persona: uno doloroso, el proceso vulnerado, y otro en donde reside su potencial plenitud.
De aquí parte la creación de la metáfora de la herida: aquellas huellas mentales, emocionales y físicas que ocasionaron vivencias de dolor, trauma y sufrimiento. Es a partir del trabajo con esta dimensión que la persona intenta identificar y nombrar heridas para empezar con procesos terapéuticos de sanación que impactan en el desarrollo de la experiencia espiritual.
Unido a esto, esta dimensión busca potenciar la positividad de la persona para favorecer el despliegue de su plenitud. Esto se logra a través del descubrimiento de su potencial conectando con aspectos positivos de su personalidad, capacidades, cualidades, sabiduría corporal, entre otros aspectos. Aquí entra en juego metáfora del pozo y del manantial.
La dimensión espiritual propone el encuentro íntimo e inmediato con el Dios de Jesús. Para llegar a esto, es necesario purificar cualquier distorsión de la imagen de Dios con el fin de reencontrar la libertad que brota del amor gratuito e incondicional de él.
Y, por último, la dimensión histórica promueve el compromiso con estructuras socio-históricas que busquen erradicar sistemas deshumanizantes que generan violencia, injusticia y marginalidad. Sistemas a los que, desafortunadamente, parecemos habernos acostumbrado. En ICE-CEFAS no se impulsa una mera acción social, sino una acción con dimensión mística: viendo en los más necesitados al mismo Jesús.
Estas tres dimensiones se remiten entre sí mismas y establecen un dinamismo cada vez más pujante. Desde el trabajo personal, los Ejercicios Espirituales invitan al trabajo comprometido por las personas que sufren. Y, tal y como P. Cabarrús propusiera en su Cuaderno de Bitácora para acompañar caminantes, la espiritualidad no prescinde del crecimiento humano, sino que lo supone y le da plenitud en el mismo acto de comprenderla.
Es de esta forma que la espiritualidad que promueve el ICE-CEFAS se conecta con todas las dimensiones de la persona humana a través del crecimiento psico-histórico-espiritual. La referencia principal de trabajo de este instituto es el Reino de Dios desde la espiritualidad de San Ignacio de Loyola. Así, desde los programas que ofrece y que atenden a sectores distintos de la población, buscan posicionarse como referente regional de exploración espiritual en todas sus dimensiones.