ENCUENTRO DE ORGANIZACIONES DE BÚSQUEDA DE PERSONAS MIGRANTES DESAPARECIDAS
Comités de familiares de migrantes, albergues, organizaciones de derechos humanos, y organizaciones solidarias de Centroamérica, México y Estados Unidos, se encontraron en la ciudad de México del 9 al 11 de junio con el objetivo común de afrontar una de las principales violaciones a los derechos humanos a las que se enfrenta las personas migrantes y también sus familiares: la desaparición del migrante. El Encuentro fue convocado por el Servicio Jesuita al Migrante de México, y contó con la participación de la Red Jesuita con Migrantes de Centroamérica y el Servicio Jesuita a Migrantes de Nicaragua.
Una expresión visible de las consecuencias de las políticas migratorias de México y Estados Unidos la aportó Chelsea Halstead, del centro Colibrí de Derechos Humanos, ubicada en Tucson, Arizona: “En 1990 nosotros reportábamos un promedio de 12 personas muertas al año en el intento de cruzar el desierto del Sur de Arizona. Y después del año 2000, el promedio es de 165 personas muertas en un año”. Abusos de la policía mexicana y fronteriza estadounidense, desinterés de consultados centroamericanos, incremento masivo de menores acompañados, permeación del crimen organizado de las rutas migratorias, aumento del desplazamiento forzado por causa de violencia, son otros de las causas de violaciones a derechos humanos, especialmente el derecho a la vida, a la libertad y a la integridad física, son algunas de las situaciones que enfrentan las personas migrantes.
Pero además, las organizaciones han identificado factores que aumentan la vulnerabilidad de las personas que cruzan México y llegan a Estados Unidos, las cuales podrían evitarse, sobre todo, relacionadas con la falta de información que las personas tienen del camino hacia México, o la pérdida de contacto e información que tienen con sus familiares. Rita Robles, responsable del programa de “no localizados” del Servicio Jesuita para Migrantes de México, explica que muchos centroamericanos piensan que México se cruza en un día, cuando según la información que ellos proveen en sencillos bifolios, las personas tardan entre 15 días y 3 meses, ya que la ruta más corta – y la más peligrosa- lleva más de 3,378 kilómetros. Por otro lado, todas las organizaciones coinciden en la importancia de que la persona que salga tenga siempre una persona de referencia en su comunidad de origen que tenga la información sobre los planes de la persona, la ruta que va a seguir, si se va a cambiar de nombre, etc.
“La dignidad no conoce fronteras”, dice el afiche de una de las organizaciones presentes. Y es que es la dignidad la que mueve la solidaridad y creatividad de las organizaciones y familiares de migrantes para mitigar la vulnerabilidad de las personas migrantes y salvar los obstáculos que impiden acceder a la justicia. Hannah Hafter, coordinadora de la organización No Más Muertes de Arizona, comparte ejemplos sencillos que salvan vidas, como los kits de supervivencia que reparten en el desierto: un ampolla de cloro para limpiar el agua sucia, un silbato para cuando la persona está perdida, y una bolsita de vaselina para las ampollas. Y es que las personas integrantes de estas organizaciones tienen claro que cuánto más altos sean los muros físicos y legales, unos muros que provocan muerte y desapariciones, más fuertes serán las redes de solidaridad, más alto hablarán las víctimas y más esfuerzos se harán en la búsqueda de justicia y exigibilidad de la responsabilidad de los Estados implicados, tanto de Centroamérica, México y Estados Unidos por una situación que ya es calificada de crisis humanitaria por muchos organismos internacionales de derechos humanos.