El 31 de julio, el padre Arturo Sosa comenzó a vivir la fiesta de San Ignacio de Loyola recorriendo los caminos por los que transitó el fundador de la Compañía de Jesús hace 500 años. Acompañado de algunos jóvenes, el Superior General recorrió algunos kilómetros del “Camino Ignaciano” que le llevaron a Manresa, etapa central, culminación de la experiencia inicial de San Ignacio. El Camino es una ruta de peregrinación de 665 km desde Loyola a Manresa, el camino que siguió Ignacio al comienzo de su “nueva vida”. Recientemente se ha añadido la etapa de Barcelona, ya que allí se dirigía el peregrino tras su estancia en Manresa, con la esperanza de embarcarse hacia Tierra Santa.
El iniciador y animador de este proyecto es el jesuita Josep Lluis Iriberri. Lo hemos entrevistado.
Josep Lluis Iriberri, ¿de dónde salió la idea del “Camino Ignaciano”?
Preparando la visita del Papa Benedicto XVI a España en 2011, se propuso la idea de hacer nacer una peregrinación que recogiese la tradición jesuita de realizar peregrinaciones como elemento básico de la formación de la persona. El P. Provincial me puso al frente del proyecto y en seguida apareció el horizonte del Ignatius500, y del Año Jubilar 2022 del Camino Ignaciano, los 500 años del primer peregrino: ¡Íñigo de Loyola!
¿En qué medida la experiencia del “camino”, de la “peregrinación”, es específicamente ignaciana?
Los peregrinos tienen la sensación de estar caminando con San Ignacio, yendo a los lugares que él visitó, pasando por caminos y montañas que le eran conocidas. Hacer el Camino es encarnar en la propia historia personal aquella vivencia de discernimiento y trasformación que sucedió hace 500 años entre la casa madre en Loyola y la experiencia de la iluminación en Manresa. Hacer este itinerario es volver a las raíces de la Compañía.
¿Qué se llevan de su experiencia los peregrinos que recorren este “camino”? Turismo, reto físico o de salud, experiencia espiritual: ¿cómo se conjuga todo?
Pues se llevan una experiencia que dura en el tiempo. Después de meses, incluso años después de haber hecho el Camino, nos llegan emails hablando aún de la experiencia, que relatan emocionados a sus familiares y amigos. Hablan de paz interior, de redescubrimiento personal, de nuevo enfoque de situaciones de dolor y de aceptación de situaciones muy difíciles. Pero, sobre todo, hablan de una nueva relación con Dios, gracias a San Ignacio y a lo que él vivió en su propia vida. La espina dorsal del Camino Ignaciano son los Ejercicios Espirituales y la Autobiografía: así es como entramos en profundidad con el Santo. Hacer turismo cultural y religioso ayuda, puesto que conectamos con la expresión de la tradición de los pueblos que han buscado su forma de vivir la experiencia de lo Sagrado antes que nosotros, como se muestra en los retablos renacentistas y barrocos, en las leyendas sobre reliquias y milagros, en sus celebraciones festivas, etc. El peregrino del siglo XXI bebe de esas fuentes de vida que son las tradiciones de los pueblos de España.
¿Qué hace que esta propuesta, el “Camino Ignaciano”, sea apropiada para la gente de nuestro tiempo?
Nadie sale impasible de una peregrinación. Para los más jóvenes las motivaciones irán más vinculadas al reto físico y a la belleza de la naturaleza; para los adultos la motivación surge más desde la vida interior, que muchas veces llega a un cruce que exige clarificación, confrontación, reorganización y reconciliación. Por supuesto los adultos también desean conectar con la belleza de la creación, pero hay una vida interior que les llama interiormente. Los jóvenes desean vivir una experiencia en grupo, superar un reto, descubrir los valores que les identifican al entrar en contacto con la naturaleza, con su interior, con los obstáculos a superar a cada paso. Y tanto para unos como para otros, creo que hay curiosidad por ir más a fondo en la vida de San Ignacio. Pienso que el modelo de vida de Íñigo de Loyola, el hombre de la corte del Rey que lo dejó todo para iniciar un camino radicalmente opuesto a la opulencia de la riqueza y soberbia del mundo renacentista del siglo XVI, hoy en día es un ejemplo a seguir en este momento en el que el Planeta nos pide un cambio tan radical como el suyo.
Por último, ¿qué vínculos se pueden establecer entre el “Camino Ignaciano” y las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía?
1. Mostrar el camino hacia Dios. Aplicando las oraciones y la estructura descrita en la guía oficial del Camino Ignaciano, la peregrinación es un instrumento ideal para vivir la experiencia propuesta por Ignacio de llegar a encontrar a Dios en todo.
2. Caminar con los excluidos. Ignacio el Peregrino tuvo siempre muy en cuenta las necesidades de los pobres y los mendigos, recordando que él mismo lo fue en Manresa y Barcelona. Por eso la propuesta de la peregrinación enlaza con el estilo de vida sencillo, ligero de equipaje, descubriendo que con menos se puede vivir mucho mejor.
3. Acompañar a los jóvenes. La juventud es el futuro. Acompañarla en su propio proceso de maduración es una prioridad. El Camino Ignaciano es un instrumento para ese crecimiento, que se desea de maduración personal y profunda, comprometida con un mundo de justicia y de paz para todos.
4. Cuidar de nuestra Casa Común. Los peregrinos, transitando por valles y montañas, junto a ríos y cruzando desiertos, reconocen la urgencia de las acciones directas que ayudan a paliar, si no a solucionar, los muchos problemas ecológicos que hemos creado. El silencio, la meditación y el compartir experiencias que nacen de la belleza del paisaje y de constatar la degradación de algunos lugares, movilizan la voluntad de los peregrinos, promoviendo el amor hacia la Creación.
Camino Ignaciano
Fuente: Jesuitas Global