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El Teatro La Fragua, una obra de la Compañía de Jesús con 43 años de trayectoria en El Progreso, Honduras, es un referente histórico de las artes dramáticas en ese país.    Y aunque enfrenta desafíos importantes, resiste por amor al arte y la convicción de que las personas y sociedades se transforman desde la cultura.

 

Oficina Provincial de Comunicación

 

El teatro La Fragua “no hace arte solo por entretenimiento”, sentencia Luis García, director administrativo de la institución. La obra de la Compañía de Jesús, que con 43 años de existencia se considera pionera del teatro en Honduras, procura que todo lo que aparezca en su escena “cuestione una problemática social”.

La misión del Teatro es, de acuerdo con García, “despertar la creatividad del pueblo a través del arte para encontrar soluciones a los problemas de la actualidad”.   Esta ha sido su vocación desde su origen hasta el presente.

Actualmente La Fragua está presentando el monólogo “Supermán, todas son mis hijas”, una obra que aborda la problemática del machismo y los feminicidios.  También presenta una sucesión de tres obras relacionadas con la defensa ambiental, el rescate de las tradiciones orales y la exploración de nuevas posibilidades de vida.

Desde su fundación, La Fragua se convirtió en uno de los referentes en el mundo del teatro hondureño. Sus primeras obras fueron adaptaciones de temáticas de explotación de compañías bananeras, diferencias entre clases sociales, los abusos en contra de la población campesina y otros problemas sociales en aquel entonces. Hoy, explica Luis García, el teatro sigue en pie abordando temas de actualidad.

En 1986, La Fragua fundó una escuela de ballet con el objetivo de aportar a las deficiencias en materia artística del sistema educativo hondureño. Este tipo de prácticas, es decir, la enseñanza del arte en comunidad, se extiende hasta el día de hoy, con talleres de teatro para jóvenes de zonas rurales en El Progreso, Yoro.

Esta misión no ha sido fácil. Ahora mismo uno de los mayores desafíos del Teatro es la sostenibilidad económica.  La Fragua no ha sido un “negocio rentable”. Nunca fue  ese su objetivo. Sin embargo, requiere fondos de operaciones y para mantenimiento de su edificio, que cada vez es más difícil obtener.

A pesar de todo esto, La Fragua continúa resistiendo porque sabe que las realidades sociales y personales se transforman desde diversas dimensiones, y una de ellas no puede dejar de ser el arte y la cultura.   De acuerdo con Luis García, la institución está trabajando en “nuevos modelos” tanto de presentaciones como de trabajo. Esto va de adaptación de obras teatrales a los elencos con los que cuentan, hasta la promoción de la formación artística en zonas rurales. Así, La Fragua resiste ante la desidia cultural a través del teatro con sentido social.