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Carta abierta: “A mi amigo y compañero, Rutilio Grande”

Por Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S.J.

Tilo, fijate que me han pedido que comente la teología de tus homilías. Las que están escritas son pocas, pero yo tuve el gusto de oírte predicar varias veces en Aguilares. Allí fue donde compartí más contigo. Quizás yo diría que la principal homilía, tu principal predicación, fue tu propia vida. Vida tan sencilla, tan cercana, tan defensora de los que estaban en desventaja. Vida no sin muchas contradicciones, dentro de ti; y de amenazas de fuera, en tus últimos años. Como  te comentaré luego, la teología tuya, que quizás en ese tiempo podía ser mal vista, que la podían tildar de radical y exagerada, ha quedado refrendada ahora, con la autoridad de nuestro actual Papa. Y esto es una reivindicación de tu persona y de tu obra. Esa teología tuya que está atravesada de tres palabras claves – como lo comentó Monseñor Romero-: Profecía, Utopía y Compromiso.

Entiendo que tu proceso de compromiso con el pueblo, se aceleró en la Semana Pastoral de conjunto, de julio de 1970. En esa semana se despertaron anhelos en quienes estaban en contacto con la realidad dolorosa de El Salvador.

Allí, te acuerdas, Tilo, se desató una fuerte polémica donde tú llevaste la voz cantante defendiendo las nuevas posturas emanadas de Medellín. Lo que salió de allí les asusto a los obispos, porque lo sintieron muy radical. Lo que más molestó, me imagino, fue la denuncia que se hacía de la convivencia de la iglesia con la minoría oligárquica. Te enfrentaste a los obispos que se alarmaron con las conclusiones de esa semana. Tú refutaste que lo que estaba allí emanaba de Medellín y concluiste: “ya era tiempo que despertáramos a esta realidad dolorosa”. Es que veías que la Iglesia estaba llamada a conceder una prioridad absoluta al problema social. Allí se mostró tu pensamiento y convicción que te acompañaría siempre y que te llevaría al martirio.

A raíz de todo eso, visualizaste que tu “opción primaria” era la evangelización con vistas a recrear una iglesia de comunidades vivas, de personas nuevas; era necesario convivir con los pobres y oprimidos para formar verdaderos agentes de pastoral conscientes de su vocación, para convertirse en gestores de su propio destino. Todo eso te llevó, junto con un equipo muy en sintonía contigo, a tomar una parroquia neurálgica, que estaba en un área explosiva y conflictiva, justamente cuando en la sociedad salvadoreña, las contradicciones se estaban volviendo más lacerantes, se profundizaba y ampliaba la explotación y opresión a los campesinos por parte de los cañeros; la represión fue adquiriendo niveles inauditos.

Con el equipo de jesuitas, el apoyo incondicional de los provinciales Francisco Estrada, S.J. y Cesar Jeréz S.J., escogieron Aguilares por su ubicación estratégica, en medio de las plantaciones cañeras y con muchos vínculos comerciales con la capital, planificaron diversas etapas de trabajo, mucho de eso que habías aprendido en Ecuador con Monseñor Proaño; mucho de lo que habías visto de la fuerza del educador Paulo Freire. El método fundamental que usaron era dialogal, creativo, crítico y fundamentado en la pauta de acción, reflexión y acción.

Desde que comenzaste con todo ese plan, junto con el equipo, empezaste a vivir un desgarramiento profundo, que te hacía sufrir mucho. Querías vivir como un líder –que lo eras– en medio del pueblo, pero sin comprometerte directamente en actividades de la organización campesina que comenzó a nacer casi al mismo tiempo, en su mayoría integrada por los mismos campesinos que participaban en las comunidades cristianas. Sentías que no se podían amalgamar las dos dinámicas. Pero precisamente ese vivir en medio de la gente te abocó a verte comprometido en situaciones que tenían repercusión política en el sentido amplio de la palabra… Todo esto te llevó, ya para 1976, a ofrecer tu renuncia como párroco. Esas dos fuerzas te rompían por dentro. Veías obvio que la organización era un derecho del campesino y una obligación de organizarse hasta llegar a propuestas de un frente político amplio. Pero era muy complicado mantener las fronteras de las dos dimensiones.

Tú decías bien en esos momentos “No podemos casarnos con agrupaciones políticas de ninguna clase, pero no podemos permanecer indiferentes ante la política del bien común de las grandes mayorías del pueblo; de eso no podemos desentendernos, ni hoy ni nunca”; estabas muy lúcido, en una situación sumamente compleja y delicada. Por eso aclarabas muchas veces la diferencia entre la misión parroquial, la comunidad y la organización campesina. Pero fui testigo que no te era fácil; a nosotros jóvenes jesuitas, tampoco nos era fácil.

Los poderosos desataron entonces, cada vez más, una campaña furiosa. Hablaron, –te acuerdas–, de las “hordas asesinas” que se estaban fomentando desde Aguilares. Allí tu gran amigo y mentor Monseñor Chávez y González, salió en la defensa del clero, y obviamente en la tuya. Sin embargo expulsaron a compañeros nuestros, que habían dejado la Compañía, expulsaron al colombiano Padre Bernal, y otros más… La situación económica y política iba recrudeciéndose. La organización campesina se fue fortaleciendo y tomando su identidad; los militares y grupos de poder y dinero se fueron radicalizando, se incrementó la represión de los militares y los asesinatos por parte de los escuadrones de la muerte.

El Influjo del nuevo Papa

Ahora, te cuento que Francisco, nuestro Papa, está denunciando con palabras fuertes tantos frentes de injusticia y de violencia, que son como un nihil obstat a todo lo que dijiste; es dar un reconocimiento de “sana doctrina”; de ortodoxia, a todo un discurso tuyo que nacía de una “ortopraxis”, es decir, de la congruencia de vida que llevaste siempre. Todo esto me da la posibilidad de platicar contigo y comentar tú “homilía fundamental” que fue tu propia vida, que era lo que hacía fuerte y apropiada tu palabra. Tu palabra, Tilo, tuvo siempre tres características: era profecía, porque la mera predicación del Evangelio es subversiva, contra el pecado de injusticia. Era utopía, con tus ejemplos de “manteles largos, mesa común y taburetes para todos.” Y era palabra de compromiso precisamente por desear establecer la construcción del Reino que implicaba muchos riesgos; de hecho esto te acarreó hasta la muerte… Por eso quiero ponerme a platicar contigo. Eres un gran ejemplo de congruencia y fortaleza. Me da gusto y devoción hacerlo.

Me siento a charlar contigo para buscar cómo hablar en este momento histórico y cómo poder iluminar soluciones a tantos males que nos atacan, desde muy diversos frentes. Como verás, voy a utilizar mucho tu persona, tus frases, tus actitudes, dialogando con el ejemplo y las palabras de nuestro Papa Francisco –¡con mucho sano orgullo, jesuita!–.

La buena noticia que da Francisco es el talante que tiene, su cercanía y su teología tan evangélica y fresca. Nuestro Papa está haciendo resonar tus palabras. Cada vez que él predica, lo escuchamos ¡en todas partes y al mismo tiempo! Y eso gracias a los avances de la comunicación. No había tanto de eso en aquellas épocas… Pero lo que él está predicando, de algún modo y casi con la misma fuerza, ya lo habías dicho tú. Con la confianza que siento contigo, y con la satisfacción de ver en ti un jesuita como debe ser, me acerco a aprender, me acerco a cotejar lo que predicabas, con lo que ahora Francisco está diciendo. Todo esto para sacar pistas para actuar en nuestro mundo actual, con lucidez y valentía evangélica.

Muchas veces traeré las palabras de Francisco para ver cuán coincidentes son con las tuyas. Y por eso, tomar conciencia de cómo tu teología está siendo de algún modo, base,– tal vez sin saberlo– a la teología que muestra nuestro Papa actual. Es que en ambas versiones, la tuya y la de Francisco, lo que late fuertemente es Jesús de Nazaret y su proyecto. Podríamos prácticamente decir que tu teología y la de Francisco están absolutamente emparentadas.

Ya me habías caído bien desde que yo era un novicio y tú ya un jesuita formado. Te conocí en los corredores del Seminario San José de la Montaña, San Salvador. Luego ya mucho después, te encontré en Aguilares, cuando te habían destituido como Prefecto del Seminario, debido a que los obispos te habían rechazado como Rector. Me atraía tu sencillez, tu inocencia. Ese pudor que brotaba en tu cara, que movía a conocerte. Me gustaba hacerte bromas. Acercarme a ti, sin miedo de ser cuestionado, ni juzgado; era una sensación muy agradable. Se estaba a gusto contigo. Pero lo que más me llamaba la atención era el cariño y la sintonía que tenías con la gente de Aguilares, del Paisnal , con toda esa gente que sufría en el Ingenio la Cabaña, situado en el municipio del Paisnal y en muchas aldeas alrededor del pueblo. La casa cural era sobria y húmeda. Recuerdo verte sentado en el patio debajo de una sombra abanicándote un poco con un periódico, para soportar el calor.

Te cuento que Francisco, ha traído un viento alegre y oxigenado a la iglesia.; él nos está haciendo mucho bien a todos, aun a los que no creen. Casi todo el mundo está contento con él. ¡Y nosotros por supuesto! Da gusto ser jesuita hoy. A pesar de tener un Papa como Francisco jesuita, no hay muchos interesados que quieran seguir el camino que tú tomaste desde muy jovencito. Nos faltan vocaciones para la Compañía de Jesús… Es un dolor. De todos modos a nivel de iglesia estamos mejor ahora, con este Francisco que de verdad también oyó la voz del crucificado que le ha pedido que restaurara la iglesia. Y lo está haciendo muy bien. Creo que su figura y su palabra están siendo una noticia positiva –buena nueva– en medio de tantas cosas negativas que estamos viviendo en el mundo.

Tilo, es que estamos en un momento bien diferente a esa tierra salvadoreña que conociste. En general, toda Centroamérica y el mundo están muy cambiados. Las cosas son muy distintas ahora. Todo está como empeorando. Se nos cae el mundo y la vida, como a pedazos. Sólo fíjate en el número de muertos que cada día caen sin remedio… En lo que se llama “el triángulo norte de Centro América” (Guatemala, EL Salvador y Honuras), casi una veintena de muertos al día. Y la cifra a veces crece. Pero no quiero decir que todo sea negativo. Hay cosas que también son positivas. Una de ellas es que la gente está aprendiendo a externar su indignación. Eso es bien interesante.

Ante todas esas realidades que están degradándose, vieras cómo está hablando el papa Francisco. ¡Esto sí es algo muy positivo! Te sentirías bastante identificado con su modo de decir las cosas. Habla bien sencillo como hablabas tú. Dice cosas muy pero muy duras, pero con el Evangelio de fondo… Ahora que anduvo en Bolivia empezó a insistir y declarar que necesitamos un cambio.

Francisco estuvo en Bolivia frente a las organizaciones populares, habló clarísimo y de forma desafiante contra todo lo que quita la vida. Pero para eso –así como lo hacías tú– empezó a dialogar con todo ese mundo de gente que estaba escuchándole. Dijo, “reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad”. Y denunció que las cosas no andan bien cuando “el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo amenaza”. Y en seguida –como si te hubiera escuchado alguna vez– dijo: “queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pueblo chico”. Se metió a decir que es necesario un “cambio redentor”; no cualquier cambio… Con esa palabra lo que enfatiza es la necesidad de cambios que rediman lo que ha estado aplastado y olvidado. A este cambio redentor te referías seguramente cuando hablaste en la homilía de la Transfiguración, de la necesidad de que el pueblo estuviera transfigurado. Hiciste la pregunta clave: “¿Está transfigurado el pueblo salvadoreño?”

“¿Está transfigurado el hombre salvadoreño? ¿Está transfigurada esa inmensa mayoría del pueblo salvadoreño, que la forma nuestro campesinado? ¿Está transfigurada esa otra minoría que tiene en sus manos los medios económicos, el poder de decisión, el control de la prensa y de todos los medios de comunicación?

Lo que impide que la gente pase de las muertes, por la pobreza y por la violencia, a una situación de dignidad, tiene mucho que ver con los sistemas económicos. Por eso combatir la exclusión es fundamental. Siempre en Bolivia Francisco, dijo: “Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra”.

Pero por otra parte, hay que diseñar qué tipo de economía es la que genera una sociedad incluyente, ¿no te parece, Tilo? Algo fundamental en esa economía es el comportamiento y la codicia de las personas con poder. Tú, Tilo, hablabas de los “hermanos Caínes”, refiriéndote a los que explotaban al pueblo. “Son caínes que crucifican al Señor cuando camina con el nombre de Toño, Licha o del humilde trabajador del campo”.

Toda esta realidad de ayer y de hoy, lleva al Papa a hacer afirmaciones muy tajantes, que ya las intuías tú.

“Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada… Los planes asistenciales… Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario”.

Francisco, también ha hablado del dinero como del “estiércol del diablo”. Como tú, se preguntó, como si fuera uno de esos campesinos. “Qué puedo hacer yo, pepenador, recicladora, frente a tantos problemas si a penas gano para comer”… Y luego declaró la importancia de la búsqueda cotidiana, de las “tres T”: trabajo, techo, tierra. Tú. Tilo, también hablabas así. Solo que tú no tenías el respaldo que tiene él ahora. No solo porque es el Papa, sino porque todo el mundo “de buena voluntad”, se ha despertado con su voz, con su palabra y con su ejemplo humilde; tus palabras también fueron escuchadas y contribuyeron a tomar conciencia de la necesidad de un mundo más justo e incluyente. Mira que sus palabras me recuerdan el modo tuyo, tan cercano, con expresiones tan sencillas, poniéndote en el lugar de la gente en desventaja…

Tú hablabas de que construir la comunidad era el gran objetivo de todo el trabajo pastoral, era tu obsesión; viste la importancia de construirla para que las cosas cambiaran. Como decías tú, “¡vamos a perder el alma de todo el proceso”! Lo que hiciste Tilo, fue refundar la Iglesia de Jesús en Aguilares. Pero no lo hacías solo; lo hacías con tu equipo valiente y esforzado como tú. Tu pastoral no consistía en llevar a la gente al templo. Sino salir del templo e ir a la gente para que fueran el templo vivo de Dios. Dijiste “No buscamos que vengan a la iglesia o traerles la iglesia de allá para acá, sino que ustedes sean hermanos e iglesia aquí en el caserío o cantón” . Más aún, fue precisamente a partir del tipo de evangelización que se promovió la organización campesina. Una organización campesina inspirada en la palabra de Jesús y muy consciente de la realidad de explotación e injusticia que prevalecía en la sociedad salvadoreña

Francisco, por su cuenta, dijo allí en Bolivia, dirigiéndose a los campesinos “ustedes son sembradores de cambio”. Y exclamó con gran firmeza: “Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas”. Por expresiones como esas –que las decías tú– comenzaron a verte mal, a tramar algo para eliminarte… Tú, Tilo, enfatizabas la manera como debía mostrarse la comunidad: “queremos hacer con ustedes una comunidad de hermanos en la que nadie se sienta cacicones ni peones” . A ti te gustaba que naciera la organización campesina, pero que tanto ese movimiento como las comunidades tuvieran su propio dinamismo… No era fácil, ¿verdad? De alguna manera tú soñaste en “una revolución netamente cristiana, purificando dicha palabra de todo sentido abusivo, peyorativo y exclusivo. Revolución cristiana (revolución del amor dice ahora Francisco) basada en las esencias del Evangelio”. Y por eso te parecía que todo era una eucaristía: “tan eucaristía es esto como la vida del cantón… como la lucha por los derechos humanos… tan eucaristía es esto como la organización bien llevada”.

Una cosa muy clara tuya, es que viendo que el pueblo pobre sólo tenía la religión y la “cuma”, el machete para sobrevivir; limpiaste con fuerza lo negativo de la religiosidad popular, y aprovechaste la fuerza del evangelio. Recuperaste la importancia de rezar, pero enfatizaste “que no basta rezar”. Dijiste claramente que la “iglesia no es un museo de tradiciones muertas, de enterradores que soló se preocupan de cargar la urna el viernes santo para enterrar a Jesús”. Recuperaste a Jesús de Nazaret como alguien viviente, alegre, acogedor, pero que hablaba paladinamente de la justicia. Un Jesús que como dijiste en Apopa: “no llegaría con sus predicas y acciones, en este momento hasta Apopa. Yo creo que lo detendrían allí, a la altura de Guazapa. Allí lo pondrían preso y ¡a la cárcel con él! Lo acusarían de revoltoso, de judío extranjero, de enredador con ideas exóticas y extrañas, contrarias a la democracia, es decir contrarias a la minoría”.

Contrapusiste a la realidad cuestionante de Jesús de Nazaret, a “un Cristo con bozal en la boca. Un Cristo fabricado a nuestro propio antojo y según nuestros mezquinos intereses”. Los poderosos dijiste tú,

“Quieren un dios que no les interrogue, que les deje tranquilos en su establecimiento y que no les diga estas tremendas palabras: ¿Caín, qué has hecho de tu hermano Abel?”.

El sentido de poner el énfasis en la comunidad es la capacidad de multiplicarse. La iglesia decías, “debe ser un puño de comunidades vivas, portadoras de vida y esperanza para nuestra gente humilde”. Tu persuasión sobre la fuerza de la comunidad era que “nos tenemos que salvar en racimo, en mazorca, en matata, o sea en comunidad. Ahora el Papa le da mucha fuerza y legitimidad a lo que predicabas en los pueblecitos, en las reuniones donde la gente se sentaba en tablas, en el suelo, donde se compartía la tortilla de maíz y donde nunca faltaba el “conqué”. Esa palabra tan salvadoreña refleja mucho lo que es la comida del campesino. La tortilla es lo fundamental, el resto –lo que es menor en cantidad– es el “conqué”; lo que rellena esa tortilla.

Me pidieron que comentara la teología de tus homilías. Con lo que está haciendo Francisco tenemos no el comentario, sino la acreditación de tu vida y tus proclamas. Tus homilías eran la teología más profunda, el corazón del mensaje de Jesús, puesto en palabras campesinas y obreras. Tus homilías están en plena coincidencia con las de la máxima autoridad en la Iglesia expresadas en el concilio Vaticano II y Medellín, así como en las encíclicas de hoy. Tus prédicas, Tilo, no explican tanto lo que dice la Biblia, sino lo que Dios dice de la realidad actual. ¿Cuándo ibas a imaginar la ratificación de tu teología con tanta frase profunda pero lozana como la que usa Francisco ahora, como la que usaste siempre tú? Tú dijiste siempre lo que era, lo que se necesita. Lo hacías en el tiempo y en los lugares oportunos.

Tilo, siempre hablaste de las cosas concretas. el Papa también lo está haciendo. Es el arraigo al barrio, a la tierra, al territorio… “ese reconocerse en el rostro del otro… con sus miserias y sus heroísmos cotidianos es lo que permite ejercer el mandato del amor” decía. ¿No te sientes reflejado, interpretado y certificado por sus palabras? Tú ya hablabas de cómo la gente era factor de cambio, del papel de la comunidad eclesial. Solo te faltó decir lo que ha dicho Francisco: “ustedes son sembradores del cambio”. Acuérdate que decías “amigos volvamos al Evangelio, volvamos al pobre pueblo”.

No sé cómo hablarías, con alegría contagiante, de este clima primaveral que está sucediendo en la Iglesia. Qué consejos nos darías para aprovechar esta coyuntura eclesial tan poco vista antes. ¿Te da gusto, verdad? Porque en tu tiempo casi nadie de la estructura jerárquica aprobaba tus palabras… Eras mal visto, sobre todo para muchos de los que detentaban poderes civiles y también religiosos… A Monseñor Romero le pasaba lo mismo… hasta con sus “hermanos obispos” señalaba él con mucho dolor.

La realidad actual

Precisamente porque a nivel de la realidad económica, social y política, lo que seguimos viendo son tantas injusticias y maldades que ahora tienen rostros diferentes, es que toca hablar como lo hacías tú, como lo hace Francisco. Lo peor del mal de hoy es que no hay ninguna ideología ni de derechas ni de izquierdas, sino la ideología del poder y de la corrupción por todas partes. El paradigma del consumismo exacerbado. Pero vieras de qué forma tan descarada…

Te habrás dado cuenta de lo mal que está todo. Mira, el país que conociste ya no es el mismo. Te cuento que después de que te mataron, ha habido muchos cambios. Con todo, las cosas no han cambiado de manera sustancial. Antes mataban a la gente por sus ideas, por sus compromisos. Ahora las matan, y sobre todo a los más jóvenes, por causas muy viles. Por robar, porque se extorsiona a las gentes sobre todo a las más pobres: porque se trasiegan drogas, y personas, y niños y órganos… No sé qué dirías en tus homilías sobre lo que ocurre ahora.

El Salvador, nuestra Centroamérica, está profundamente golpeada. Especialmente por personas que las orientan no con criterios altruistas, sino los viles intereses egoístas descarados. Con los gobiernos del Frente Farabundo Martí, en tu Salvador, pues sí a nivel de discursos, hay más libertad y se busca tal vez más “el bien común”, pero quedándose siempre gran parte de los gobernantes, líderes y gente del capital, con más poder y dinero. Vieras que mucha gente que seguro conociste cuando eran jóvenes e idealistas, han cambiado traicionando sus ideales y protegiendo por sus intereses políticos y económicos. No sé qué dirías en tus homilías sobre lo que ocurre ahora… Creo que sería muy pertinente que resonaran tus palabras haciendo eco a de Francisco: “La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común”.

Tu sensibilidad que en aquel tiempo se veía tocada por las injusticias que denunciabas; ahora sufriría más porque no se le ve la cara al enemigo. Hubieras hablado más fuerte; pero te hubieran matado antes… Lo triste ahora es que son muchas veces los jóvenes, con los que te gustaba platicar, quienes muchos de ellos traicionan ideales y otros muchos, están metidos en la corrupción, drogas y maras . Es que la fuerza que tienen las adicciones no se preveía en esos tiempos. Ahora es un flagelo terrible. De esto no dijiste nada tú; no habló ahora de esto tampoco Francisco. Pero fíjate Tilo que en muchísimos casos, meterse a ese mundo de las pandillas no es una opción; la pobreza, desnutrición, la falta de oportunidades en educación y trabajo, los empujan a esas cunetas de la historia. Pero también debemos reconocer que los jóvenes ahora tienen otras características positivas, son más tolerantes, con una mente más abierta a la diversidad social y cultural, mayor aprecio por la estética; están surgiendo por Centroamérica manifestaciones de indignación social y política, liderada por una juventud menos ideologizada.

La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es una mera filantropía, ha dicho, el Papa. Para los cristianos es un mandamiento. Y fíjate que añade: “se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece”. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada” .Tú, Tilo, habías dicho en el sermón de Apopa: “No hay ningún derecho que valga ante las mayorías”.

Con lo que ya habló Juan Pablo II y con lo que tanto ha enfatizado Francisco, queda claro que “los planes asistenciales nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario”. La vida de Francisco realmente peligra; a ti te mataron por menos…: Tú sentías la amenaza de lo que significa seguir a Jesús:

“Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país. Porque necesariamente el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el cual la mera proclamación del Evangelio, es subversiva”.

Tú Tilo, llegaste a formular que en cristiano, el “amor es conflictivo y que exige violencia moral”.

Ahora bien, yo creo que así como fuiste tan valiente para denunciar la injusticia y la codicia de los que han tenido siempre el poder y el dinero, ahora estarías hablando abiertamente de que tenemos que detener esa loca carrera contra el ambiente. ¡Vieras cómo está la tierra! La tenemos maltratada a “nuestra hermana madre” como ha dicho Francisco.

Las playas sucias, el aire está viciado. Hemos diezmado los bosques, acabado los manglares… Hay un montón de animalitos que ya no se reproducen; los pescados aparecen muertos. No sé qué dirías en tus homilías sobre lo que ocurre ahora… el Papa acaba de escribir una encíclica sobre el respeto a la tierra. Qué magnífico discurso. Te hubiera encantado y habrías hablado más también tú de todo esto.

Francisco pone mucho énfasis en trabajar lo comunitario, lo cercano, nuestro entorno. “veo con alegría que ustedes trabajan lo cercano, cuidando los brotes, pero a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda”. Estos son ejemplos como los tuyos, Tilo. Son sencillos como las parábolas de Jesús. Pero también coloca como primera tarea, poner la economía al servicio de los pueblos. “Digamos no a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata”. Por eso Francisco propone una economía de inspiración cristiana. Una economía justa, dijo en Bolivia, debe crear condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos… trabajar con plenos derechos… Una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción … “Ustedes –dijo– y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: Vivir bien” Tú, Tilo, lo decías siempre “cada cual con su taburete” cada quien con su “conqué”, con su mantel, en la mesa de la creación. Mira la frase lapidaria de Francisco en Bolivia: “¡Que el clamor de los excluidos se escuche en América latina y en toda la tierra!”

El porvenir y tu estilo homilético

¿Te comparto una cosa; te digo por dónde veo algo de salidas tal vez no suficientemente aprovechadas? Yo creo que, hay que reconocer que las cosas no andan bien y que hay que indignarnos ante toda la maldad que cubre la tierra. Que entonces como él dice: “Digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio”. Un ¡Basta ya! Pero ¿cómo lo hacemos, Tilo?

Enséñanos Tilo, la valentía de hablar como hablaste tú, de denunciar las grabadoras que querían tomar tus palabras para acusarte. Enséñanos a hablar frente al mismo presidente de la república en la homilía del Salvador del Mundo haciendo denuncia de tantas cosas que no estaban bien.

Acuérdate que tu gran amigo monseñor Romero un día le habló durísimo al ejército y a los Estados Unidos para que cesara la represión. Ahora tendrías que pedir y ordenar que cesara la matanza entre los mismos salvadoreños, entre los mismos connacionales. Que nos sintiéramos como una patria grande en Centroamérica, en América Latina. Mucho de esto lo hablaste en la Homilía de Apopa para defender al colombiano Padre Bernal, y que lo expulsaban por extranjero… Somos del mismo pueblo, indicabas Tilo “amasados con café con leche, de sangre de la misma forma”…

Pero yo me pregunto, ¿de dónde es que te nacía la fuerza para hablar con tanto desparpajo, y con palabras tan sencillas y del habla cotidiana, que no había quién no te entendiera? Tenías un lenguaje campesino porque nunca dejaste de serlo. Hablabas como habla y piensa el pueblo. Por eso te digo que nos hagas sugerencias de qué palabras decir, de qué ejemplo usar para que cese esa matanza; que la corrupción, la destrucción de la tierra –nuestra hermana que está enferma–, como dice Francisco–, vuelva a tener vida. Para que todos esos males se alejen de nuestra gente, especialmente de nuestros jóvenes: que las drogas y el sinsentido en la vida, se eliminen de sus hábitos. ¿Por qué no nos das una iluminación de lo que serían las palabras y ejemplos elocuentes para hablarle a los jóvenes? Francisco está poniendo las cosas muy claras, habla con lenguaje campesino en este discurso de Bolivia… Pero tú tal vez le darías más fuerza a las palabras que usarías, a las comparaciones que escogerías, haciéndolo más a “la salvadoreña”.

Pero te quiero avisar que ya los campesinos no hablan igual que antes, porque todo el día andan oyendo cosas con los audífonos puestos. Ya no se platica directamente. Estando enfrente uno del otro, ¡se comunican por internet! Vieras cómo todo esto ha roto muchas familias. No hay tanta comunicación como antes. Todos desean esos aparatos aunque no tengan a veces para comer. Comen computadoras, comen celulares; y mientras más sofisticados, mejor. Prefieren a veces conseguir esas cosas, antes que poder vivir bien. Vieras que hay un ídolo nuevo en nuestros pueblos, el ídolo del consumismo. Creo que allí hablarías bien fuerte. Pero sugiérenos qué cosas decir, qué ejemplos poner. Date una bajadita a este mundo que tenemos, para inspirarnos.

Tilo, tú que tenías siempre un lenguaje nítido, entrelazabas lo de Dios con lo que pasa hoy, amarrabas la palabra de Dios con la realidad de la gente. Por eso tu mensaje era bien cristalino. Acuérdate que tenías siempre la palabra indicada en el tiempo y en el lugar oportuno. Eso era muy característico tuyo, está en tus homilías. No tenías miedo aunque veías que era riesgoso hablar así. Tus palabras eran fuertes. Igual que tu amigo Romero, podías manifestarte temeroso en la vida ordinaria, pero al subir al altar y predicar, te volvías como un jaguar provocando respeto. Hablaste siempre muy claro, y sobre todo, lo decías ante todos. No tenías miedo. Y eso que bien sabías que había muchos “orejas”, muchos soplones, que estaban listos y acechándote para denunciarte y finalmente matarte. Nunca se me olvida cómo en tus homilías en Aguilares retabas a esos “orejas” a conectar bien las grabadoras para que quedara constancia de lo que decías y de lo que no habías dicho.

Yo creo que en ti se cumplían las palabras de Pablo de que en la debilidad está la fuerza. Habías pasado crisis bien difíciles además viviendo fuera de tu gente, donde, por ejemplo, te entraron angustiosas dudas sobre ordenarte o no. Esas tus flaquezas bien manejadas eran las que te hacían más fuerte que una ceiba. Quizás la comparación es más bien con las palmeras. Precisamente porque en apariencia son frágiles, porque se mueven mucho –como te movían tus sustos y angustias sicológicas, por dentro; y cuando se arreciaban las críticas que te hacían los que siempre estaban acechándote, por fuera–; eso, sin embargo, no te quebraba sino te hacía ágil y flexible. Siempre te mantuviste en el compromiso que sentías, que no venía de ti, sino de la fuerza que el Espíritu te comunicaba. Por eso tuviste gran capacidad de resistir los embates de las dificultades, de las amenazas y de la misma muerte. En todas esas dificultades la vida de Jesús de Nazaret te ayudó siempre; sus palabras y sobre todo su ejemplo. Como decía Pablo, cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Cor. 12: 10)… de todo eso, continuaba proclamando él: “salimos más que victoriosos”… (Rom. 8, 37).

¿De dónde te venía esa fuerza? De tu flaqueza; porque habías sentido en carne propia la debilidad, no sólo de tu cuerpo, sino de tu fragilidad psicológica. No es que fueras loco, pero sí tenías miedos e incertidumbres que te angustiaban pero que te habías acostumbrado a ponerlos en las manos de Dios. De ese Dios que lo hacías tan cercano para los pobres, para la gente, porque el Dios de Jesús, es fortaleza para los débiles. Ese Dios de Jesús de Nazaret era tu resguardo.

Me llamaba la atención cómo eras tímido en lo personal y en las relaciones, pero cuando hablabas del Reino de Dios, te crecías. Cuando hablabas de Jesús lo hacías con sencillez y con un gran cariño. Ese Jesús que decías que “tenía una palabra limpia y clara como el agua que baja de los Montes”… Y que por eso su presencia era refrescante… Sabías y comunicabas que “Dios estaba por su pueblo. No estaba en las nubes en una hamaca”. Ese Dios que se preocupa de los que necesitan, y está cerca aun de los que se sienten olvidados. Vieras cómo servirían esas palabras para animar a la gente que pierde sus hijos no por ideas, sino por drogas, por violencias, por las extorsiones, por trata de mujeres, de niños, de órganos…

Tilo, tú viste que el motor que se necesitaba para que las cosas cambiaran, eran las comunidades eclesiales. Le pusiste mucha fuerza a eso. Para ti era clave para cambiar este mundo. Allí estabas ya abriendo el papel del campesinado organizado…

No sé si te has dado cuenta que tu gran amigo Romero te puso un nombre muy elocuente, muy directo: “hermano de los pobres”. Eso sí que lo fuiste y así te sintieron y te sienten aún ahora.

Tu gran cualidad fue la de luchar por hacer comunidad, esto era tu obsesión, por una parte, y por otra de limpiar la imagen de Jesús y de Dios. Eso no era fácil en un mundo campesino donde la religiosidad popular de alguna manera tergiversaba la figura del Jesús histórico. Por eso decías:

“Buscamos chapodar todo aquello que no es de Dios y nos tiene derrotados. Queremos dar más fuerza y vida a esa religión nuestra para que el pobre no tenga que conformarse sólo con la cuma”. Que la religión no sirva de refugio de tradiciones; que había que rezar, pero “que ¡no bastaba con rezar!”.

Había que luchar por construir comunidad y por denunciar la opresión. Claro por eso, como expresaste: “¡Es peligroso ser cristiano en nuestro medio! Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro medio, en nuestro país”. Por eso concluías que muy pronto “la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas. ¡Subversivas contra el pecado naturalmente!”.

Tú hablaste del papel de las mujeres “de las doñitas”, decías tú. Que aunque sean pobres:

“¡Son reinas, porque servidoras, por humildes! Porque no tienen pena de echarse un tercio de leña a la cabeza, para servir a su Juan, su compañero que también está “tareyando” . No tienen pena ni se avergüenzan de levantarse de madrugada y encienden su candil, como la mujer de la Biblia para tortillear , y se oye el tortilleo en todo el cantón”.

Me parece que el papel de la mujer es sumamente importante. Yo creo que tendrías que enseñarnos cómo hablarle a las mujeres, –a las que tanto defendiste en tu vida–, para que se unan en una sola voz para detener la matanza de tantos esposos, hijos e hijas. Ellas tienen mucha capacidad de detener todo esto. ¡Son el 60% de la humanidad, y madres del 40% restante! ¿Por qué no les dedicas una arenga a todas esas doñitas que tienen tanta fuerza para que pare la matazón? Se matan entre iguales, se matan entre hermanos! Ojalá Francisco hiciera convocar la fuerza de la mujer en todo esto.

¿Sabes lo que me gustaba tuyo? Era el modo como hablabas de María; la manera como la presentabas. Esto se notaba cuando te referías a “la Magnífica” –como la gente denomina a los escapularios con el canto de María, que se toma como un “amuleto”–. Allí casi culpabas a María de haber formado tan radical a Jesús. Decías que la Magnifica es algo explosivo.

“La Magnífica es lo más terrible que hay. Magnifica es la oración por excelencia de María. Trepada en la montaña se le soltó la lengua como se les ha soltado a nuestros hermanos del campo”.

Precisamente decías que se le soltó la lengua cuando la Chabela (la prima Isabel) le dijo a María, que “cómo era posible que llegara la madre de mi Señor a verme. Allí María contestó que era la servidora del Señor. De modo que todo lo grande que ha hecho en mí el poderoso es por aquel Señor. Miren bien quién es María, nuestra Madre, nuestro modelo en el caminar detrás del Señor en la Iglesia”. Allí en ese comentario, pusiste palabras muy elocuentes que entendía mejor el pueblo: Glosaste el Magníficat con tus palabras:

“A los poderosos los hizo destrepar de sus puestos; a los autosuficientes ¡porque tienen dioses aquí! Y a los humildes los levantó; los trepó a los humildes. A los que tenían hambre los llenó de bienes; a los ricos de corazón perverso que no quieren atol para todos, sino para ellos nada más… Que quieren el gran guacalón para ellos, pero no quieren compartirlo con los hermanos en esta Eucaristía de la fraternidad… a esos soberbios, a los ricos, los dejó irse con las manos vacías.

Hablaste sencillamente de María, tradujiste muy bien su cántico. La colocaste no en los altares como inocua, distante; sino activa, servidora y profética. Francisco nos insiste que tengamos siempre en el corazón a María: “una humilde muchacha sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura”. Mira, Tilo, qué frase tan bonita la de Francisco… ¡“montaña de ternura”!.

Ilumínanos para ver qué palabras y que metáforas decir para salir de esta situación de tanta violencia, de tanto despojo a la tierra, de tantos nuevos ídolos ¿Qué dirías? Claramente te enervarían los crímenes entre iguales, entre jóvenes, entre familia, porque tu ideal era construir comunidad. Enséñanos a hacer el esfuerzo de entender que “nos tenemos que salvar en racimo, en mazorca, en matata , o sea, en comunidad”.

¡Pero ahora la mazorca se desgrana no para comerla sino para desaparecerla! ¿Qué hacemos Tilo?

En tu tiempo el asesinato de sacerdotes era señal de que se iba en el camino correcto. Pero ahora eso ya no es señal de nada. Las muertes de casi una veintena de personas diarias –en su mayoría jóvenes y mujeres–, no tienen esa fuerza de testimonio: más bien son un escándalo. Y lo peor es que nos hemos acostumbrado a esas matazones. Comparamos nuestros muertos con los muertos de Honduras, de Guatemala, ¡casi para ver quién gana! ¿Qué nos aconsejas, Tilo, para que nos impacten las muertes y hagamos algo por detenerlo? Es que no se nos ocurre…

El fenómeno de las maras que bajaron desde Estados Unidos y acá en el triángulo norte centroamericano ha proliferado, están convirtiendo a nuestros países en zonas liberadas para el mal, para el ejercicio libre de los tráficos más nefastos. Pero sugiérenos cómo convencer con palabras y ejemplos de la vida cotidiana para que las mujeres del mundo se percaten de que tienen una fuerza bien grande que nunca han estrenado, sobre todo, haciéndolo juntas. Hay que hablarles a los líderes, por otra parte, para que no se separen del pueblo. Francisco insiste en esto:

“Ese arraigo al barrio, a la tierra, al territorio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día… es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman a las personas. La verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos… De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que luchan por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo”.

Lo que nos falta es algo a lo que te referiste, Tilo, en tu homilía cuando se celebraba la Transfiguración del Señor. Allí de lo que hablabas era de la necesidad de transfigurar a las personas salvadoreñas; de transfigurar la sociedad. Pero una transformación para tener una sociedad inclusiva en los derechos humanos; un lugar bueno para vivir en comunión con la humanidad en el respeto a la Tierra. Tú te preguntaste si estaba transfigurada la gente salvadoreña. Ciertamente dijiste que no estaba. Eso no ha sucedido; y eso está peor. Estamos sufriendo transfiguraciones dantescas, horripilantes. Ayúdanos con tus palabras concretas, a encontrar el lenguaje adecuado. La realidad ha cambiado mucho habría que encontrar palabras y ejemplos diferentes. Tú mismo nos corregirías si las usáramos tal cual las dijiste; no era tu estilo. Decías lo que era importante y en el momento oportuno.

Tú, Tilo, nos ayudas a tener siempre dos ejes en la vida; como los criterios básicos de discernimiento: poner la mirada en Jesús, el de Nazaret y no el de las procesiones que casi tenía un bozal porque no hablaba…, por una parte. El otro eje, encarnarse siempre en la realidad, en sus gozos y sus esperanzas. Con eso tenemos dos principios básicos para escoger lo que da vida; pero en estos momentos ¿Cómo levantar la esperanza que en estos casos tan dramáticos, es claramente “contra toda esperanza”?.

Otro tema del que te quería hablar es cómo tratar a los que hacen daño a los empobrecidos, a las personas marginadas, olvidadas, a quienes no tienen medios… Cómo relacionarnos con los que masacran y venden personas; que descuartizan cuerpos, sobre todo de mujer. ¡Cómo relacionarnos con los enemigos! Eso no es fácil… Jesús ya nos enseñó cuando habla de “amar a los enemigos” que eso no está suponiendo que lo que se sienta sea agradable y que se les tenga cariño a los que ofenden y fomentan maldad… Lo que dice Jesús con el verbo agapao, es no devolver mal por mal; sino bien por mal. Esto está muy complicado en nuestros días donde las matanzas son cada vez más numerosas, más sádicas, casi satánicas… ¿Qué hacemos con eso, Tilo? Tú nos diste una luz para tratar a los enemigos. Lo que dijo Jesús es muy claro, pero tú le diste un matiz diferente. Nos hablaste con un personaje bíblico negativo; Caín. Pues bien, tu nos ayudaste a entender que el cristiano no tiene enemigos: “son nuestros hermanos caínes”, a los que también hay que ayudar. Fíjate que Francisco en su discurso a los campesinos señaló una cosa interesante; percibe que también la gente de poder, precisamente por tenerlo todo, está insatisfecha y como que desea algo diferente.. Sí hay, entonces, espacios para trabajar con nuestros “hermanos caínes”. Oye lo que dijo recientemente Francisco en Bolivia:

“Existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los liberen de esa tristeza individualista”.

Eso que dijo Francisco revela una ocasión privilegiada donde se puede hallar colaboradores para hacer realidad que “otro mundo es posible”. Tilo, hablaste de cómo Jesús tomó posturas críticas frente a los ricos sin conciencia y sin entrañas, diciendo que difícilmente entrarán en el reino de los cielos si persisten en sus actitudes… En cambio recibió con bondad acogedora a los ricos, que como Zaqueo reconocieron sus errores, sus estafas y abusos de poder. Alabó a aquel comerciante que humildemente confesó sus pecados y prometió reparar el mal. Y no escatimó una frase de elogio cuando dijo: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa. Mantuvo su amistad con ricos justos, como Nicodemo, José de Arimatea, Lázaro”. Más aún, Jesús enviaba a sus apóstoles, de dos en dos, que se hospedaban en casas de gente más pudiente. Así, nos enseñó, que lo más importante en el cristianismo, es “compartir”.

Tú, a los católicos conservadores les dijiste: “Les amo tanto que les perdono sus ofensas gratuitas e infundadas y estoy dispuesto a perder mi vida para que ustedes se conviertan y se salven, reconociendo sus injusticias para el bien de este país”.

Conclusión

Ya voy terminando, te quiero contar una cosa que para mí es lo que de alguna manera te está colocando en el camino hacia la “santidad”. A ti te daría vergüenza que andemos proponiendo eso. ¿Verdad? Yo te imagino sonrosado y nervioso diciendo algo así como ¡A quién se le ocurre!… Pero te cuento que cuando estábamos en San Salvador y apresaron injustamente a un hermano nuestro el P. Sarsaneda, mucho de su liberación se debió a las gestiones que hizo monseñor Romero frente al presidente Molina para que lo soltaran. Cuando estábamos en la terraza del antiguo aeropuerto de Ilopango, vimos pasar a nuestro hermano que se dirigía al avión de Copa y subió la escalera y entró. Yo sentí deseos de agradecer a monseñor por su gesto. El con sus palabras me dijo: “Padre yo no era así – yo le respondí, sí monseñor usted no era así–. Pero el continuó diciendo, “!esto es milagro de la sangre del Padre Rutilio Grande!”. La sangre tuya, Tilo, -en palabras de Ms. Romero-, había provocado en él, su conversión profunda.

¡Para que veas que Monseñor ya te andaba colgando ese milagrito! ¿Qué te parece? Y es que Monseñor ya te había puesto en los altares. Te bautizó como “nuestro primer mártir salvadoreño” el 9 de marzo de 1980. Y también dijo: “su tumba es gloria de la Iglesia”. La experiencia de evangelización de Aguilares, dijo Monseñor, es “una antorcha en lo alto” ¡Pues que así sea! AMDG.

Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S.J.

6 de agosto de 2015

Transfiguración del Señor

Vocabulario

Nota: Para una traducción a otras lenguas, es difícil encontrar el significado de ciertas expresiones y palabras, que son típicas del mundo campesino salvadoreño, proponemos un pequeño glosario de las que nos parece que puede dar más dificultad.

Atol: Bebida de maíz, endulzada con dulce de caña de azucar (es también ampliamente usado en Mesoamérica).

 

    • Caín, Caínes: Es el modo como Rutilio nombró a las personas injustas que hacen el mal a los más desprotegidos.
    • Conqué: Con lo que se come la tortilla de maíz.
    • Cuma: Especie de machete.
    • Chapodar: Variante de podar.
    • Guacal, Guacalón: recipiente redondo utilizado para lavar, para tomar cosas calientes, como el Atole.
    • Matata o matate: Especie de bolsa colgada al hombro donde se guardan alimentos o cosas necesarias.
    • Oreja: Persona traidora, soplón.
    • Pepenador: Persona pobre que recoge lo que podría utilizarse en un basurero.
    • Tortillear: expresión verbal para indicar “hacer tortillas”.
    • En sus homilías, Rutilio, solía hablar con las palabras, los giros y las pronunciaciones de ciertas palabras o verbos, a la usanza campesina salvadoreña. Por ejemplo, decir “tareya”, en vez de “tarea” que es una medida de extensión, aplicada a terrenos para la siembra…
    • Trepar es un verbo muy usado para decir subir. Es castellano, pero no es tan usado como en El Salvador. La variante “destrepar”, usada como “destrepó”, es parte de estos giros típicos de Rutilio.