LA URGENCIA DE LOS PRÓXIMOS 11 AÑOS PARA CAMBIAR Y ACTUAR
Con 91 autores de 40 países y más de 6000 referencias científicas, el Special Report on Global Warming of1,5ºC (Informe especial sobre el calentamiento global de 1,5 grados), o SR15, elaborado por el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC – Grupo intergubernamental sobre el cambio climático), comunicó al mundo, en octubre de 2018, las recomendaciones científicas más actualizadas y autorizadas dirigidas a los gobiernos. Lanzaba una advertencia decisiva para reducir drásticamente las emisiones netas globales de CO2 causadas por la humanidad: en torno a un 45 % de reducción respecto a los niveles de 2010 para el año 2030, y de ahí a alcanzar las cero emisiones netas para el 2045.
El mundo tiene 11 años para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC y el informe del IPCC dice que es posible evitar un impacto irreversible en los ecosistemas humanos y naturales, en la salud y el bienestar de las personas. Científicos y economistas han considerado este informe como el más importante de la historia del IPCC; se espera que sacuda a la gente, sacándola de su complacencia y movilizándola para actuar.
La región Asia-Pacífico, con muchos países pequeños situados en las islas del Pacífico, con millones de comunidades costeras o de tierra adentro en sus deltas, valles y montañas, y con los peligros naturales de su entorno, es especialmente vulnerable a los fenómenos climáticos extremos provocados por el calentamiento del clima y que se están experimentando ya en zonas altamente susceptibles.
Las inundaciones y deslizamientos del terreno, el aumento del nivel del mar o el impacto progresivo de una sequía prolongada causada por el fenómeno El Niño se transforman en desastres cuando pillan a la gente desprevenida porque no tiene cómo prevenirse. Los más vulnerables son golpeados más duramente, puesto que hay pocas opciones, a menudo ninguna, que puedan protegerlos del shock de perder sus fuentes de alimentación, sus casas y sus medios de subsistencia (si es que sobreviven).
Los 11 años que nos quedan necesitan que haya planes de acción acumulativos a nivel comunitario, acompañados por una ayuda más amplia del gobierno y de la sociedad civil. El tiempo más eficaz para actuar es cuando no hay ningún fenómeno extremo, cuando no está ocurriendo ninguna catástrofe, pero la vulnerabilidad y la violación de la dignidad humana son evidentes y se experimentan a diario.
Los 11 años que nos quedan exigen un cambio de estilo de vida y de actitudes ante el vivir, que supone un giro radical: del consumismo a opciones de vida personales que sean simples, sostenibles y orientadas a cuidar lo que la naturaleza nos ha dado. Estas opciones son fundamentales para un testigo de vida/misión.
Los 11 años que nos quedan deben transformar el modelo económico lineal de «fabricar, usar y tirar» en un modelo circular y regenerativo, que minimice los residuos y maximice los recursos dándoles todo su valor, recuperándolos y reutilizándolos.
Los 11 años que nos quedan necesitan tanto movimientos personales del corazón y de la mente como movimientos sociales que partan de la base. Hay un creciente movimiento global de jóvenes estudiantes que salen de sus aulas, animados por sus padres y profesores, y gritan a sus gobiernos por su falta de acción ante el cambio climático. Hay granjas de agricultura ecológica donde se anima a los jóvenes a volver a trabajar la tierra, a labrarla y producir cosechas nutritivas y sostenibles, cultivando plantas y criando ganado, libres de productos químicos artificiales. La agricultura urbana y la jardinería están también surgiendo en comunidades urbanas. Las acciones de limpieza de costas y la regeneración de manglares y de santuarios marinos funcionan mejor cuando las comunidades particulares colaboran con los gobiernos locales, el sector privado, grupos de jóvenes y de estudiantes, etc.
En los 11 años que nos quedan deberían multiplicarse y acelerarse los actuales esfuerzos en las distintas obras de los jesuitas y sus colaboradores, y también debería prestarse un apoyo más decisivo y mayor atención al apostolado social, donde se produce la colaboración entre centros sociales, parroquias locales, asociaciones comunitarias y populares, organizaciones para el desarrollo y ministerios con las comunidades indígenas, entre otros. El apostolado social no puede seguir siendo un anexo del apostolado de la educación y se requiere una colaboración equitativa. Los jesuitas no deben limitarse a discernir y discutir, sino que tienen que actuar. Es esencial pasar a la acción con hechos que confronten las violaciones de la dignidad humana y que busquen caminos reales de reconciliación y justicia. Ambas son imprescindibles para entrar en una nueva era en la que el derecho a un clima estable sea un derecho humano fundamental y los jóvenes tengan esperanza y participen en un orden mundial basado en el cuidado.
La Laudato si’ exigía cambio y acción tres años antes del SR15 del IPCC y hablaba con urgencia de la necesidad de cambios en estilos de vida, producción y consumo; de transformar los modelos económicos; de cuidar unos de otros y de nuestra casa común. La ecología integral y la ciudadanía ecológica son dos conceptos clave, en los que el Papa Francisco se centró como puntos para la acción: el primero, en el sentido de una internalización y análisis de los estilos de vida y actitudes personales, y el segundo como compromiso hacia fuera, que es necesario para formar movimientos críticos importantes que puedan dar lugar a un cambio eficaz y significativo. «El clima es un bien común, de todos y para todos» (Laudato si’ 23).
La Laudato si’ y el SR15 del IPCC son las hojas de ruta de la humanidad para actuar contando con un clima en proceso de cambio: todos tenemos un papel y todos tenemos una responsabilidad. Y, además, en el apostolado social, donde a los jesuitas y a sus asociados se les pide reconciliarse con Dios, con el prójimo y con la creación, hay un inmenso trabajo por hacer.
Artículo de la publicación “Jesuitas – La Compañía de Jesús en el mundo – 2020”, por Sylvia Miclat