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Evangelio del día, Juan 12, 1-11

“Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí lo invitaron a una cena. Marta servía y Lázaro estaba entre los invitados. María tomó una libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume. Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús, dijo: Ese perfume se podría haber vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.

En realidad, no le importaban los pobres, sino que era un ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, se llevaba lo que echaban en ella. Pero Jesús dijo: Déjala, pues lo tenía reservado para el día de mi entierro. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a Mí no me tendrán siempre.

Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por ver a Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Entonces los jefes de los sacerdotes pensaron en dar muerte también a Lázaro, pues por su causa muchos judíos se alejaban de ellos y creían en Jesús.”.

Palabra del Señor.

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

Le ungió los pies a Jesús y luego los secó con sus cabellos

Lo que hace María con Jesús es algo inaudito en la sociedad judía, tocar a un hombre que no es su esposo; además, por parte de Jesús, algo muy grave al dejarse tocar por una mujer. Sin embargo, nada de eso le importa al Señor, lo que Él ve es el corazón de aquella mujer que se le acerca en busca de compasión y de misericordia, de aceptación y también de valoración de su dignidad de mujer, la misma religión oficial se la había arrebatado por su condición de género.

Yo, como María, quizás necesito también ir al encuentro del Señor y dejarme tocar el corazón por Él, para ser transformado por su amor, para sentir esa Fuerza renovadora que me viene de Él y me impulsa a seguir adelante con la misión del Proyecto de su Reino. Tal vez no me sienta digno de Dios, debido a las ideas erróneas que he ido aprendiendo de Él, por ello debo romper con aquello que no corresponde al Señor para encontrarme con lo que realmente es: Amor.

¿Son mis encuentros con el Señor de plena confianza en Él, sintiéndolo como un Dios de Amor?, ¿qué ideas erróneas persisten en mi corazón sobre Dios que no me permiten vivirme plenamente confiado de Él?