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Evangelio del día, Juan 8, 51-59

“En verdad les digo: el que guarda mi Palabra no morirá jamás. Los judíos replicaron: Ahora sabemos que eres víctima de un mal espíritu. Abraham murió y también los profetas, ¿Y Tú dices quien guarda mi Palabra jamás probará la muerte? ¿Eres Tú más grande que nuestro padre Abraham, que murió, lo mismo que murieron los Profetas? ¿Quién te crees?

Jesús les contestó: Si Yo me doy gloria a Mí Mismo, mi gloria no vale nada; es el Padre quien me da gloria, el mismo que ustedes llaman nuestro Dios. Ustedes no lo conocen, Yo sí lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería un mentiroso como ustedes. Pero Yo lo conozco y guardo su Palabra. En cuanto a Abraham, padre de ustedes, se alegró pensando ver mi día. Lo vio y se regocijó.

Entonces los judíos le dijeron: ¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham? Contestó Jesús: En verdad les digo que antes que Abraham existiera, Yo soy. Entonces tomaron piedras para lanzárselas, pero Jesús se ocultó y salió del Templo”.

Palabra del Señor.

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

El que guarda mi palabra no morirá jamás

Guardar la Palabra de Dios consiste en irla haciendo vida en el día a día, por medio de nuestras palabras y nuestras obras. Solamente cuando vivimos desde aquello que la Palabra de Dios nos dice, es que podremos vivir una vida en plenitud y jamás moriremos al amor, a la esperanza y a la confianza, a la fraternidad y a la comunión, que dicha Palabra ha sembrado en nuestros corazones, pues mantendremos viva la llama del Espíritu Santo.

Si yo guardo la Palabra que Dios ha puesto en mi corazón, esto quiere decir que la estoy haciendo vida en cada encuentro con los demás, independientemente de quien se trate, pues esa Palabra venida del Señor no excluye a nadie por ningún motivo. Entonces, viviendo de esta manera, apegado a la Palabra y haciéndola vida, nunca moriré a todo cuanto de bueno el Señor ha sembrado en mi corazón, pues constantemente seré yo mismo quien le estaré dando vida.

¿Qué significa para mí no morir jamás a todo cuanto el Señor ha puesto en mi corazón?, ¿qué es lo que hago para que la Palabra de Dios tenga vida en mi corazón y en cada una de mis acciones?