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Compartimos  un artículo sobre Mons. Romero, escrito por los PP. Rodolfo Cardenal, SJ y José María Tojeira, SJ;  que fue publicado en la Revista ECA de la UCA de El Salvador.

El discernimiento en Mons. Romero. Influencia de la espiritualidad ignaciana

 Rodolfo Cardenal, S. J.  Centro Monseñor Romero (UCA, San Salvador)

José María Tojeira, S. J. Instituto de Derechos Humanos de la UCA

 

  1. La práctica del discernimiento

En el lema episcopal de Mons. Romero, “Sentir con la Iglesia”, resuena la espiritualidad ignaciana. Su origen se encuentra en el libro de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, en concreto, en las “Reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante tenemos que tener”. El verbo “sentir” apunta a la percepción de lo que acaece de modo inmediato “entre el Criador y su criatura” y, muy conscientemente, en la Iglesia.

Asociado a él está el verbo “discernir” o la acción de descubrir lo que Dios quiere de su criatura.1 Discernimiento y discernir son voces muy presentes en las homilías y las cartas pastorales de Mons. Romero.

La influencia de la espiritualidad ignaciana en su vida y su ministerio no debiera extrañar, dada su cercanía a la Compañía de Jesús durante sus años de formación. Entró en contacto con su espiritualidad en el Seminario San José de la Montaña, donde ingresó en 1937. A partir del siguiente año y hasta 1943, vivió inmerso en ella, en el Colegio Pío Latinoamericano y la Universidad Gregoriana, en Roma. Ahí conoció los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, los cuales hizo varias veces. La última, pocas semanas antes de ser asesinado. A comienzos de 1950, hizo el mes de ejercicios, bajo la guía del padre Miguel Elizondo, un jesuita de la provincia centroamericana y un reconocido especialista en la espiritualidad ignaciana.

El fin de los Ejercicios espirituales es reorientar la vida, según la voluntad de Dios, en un ambiente intenso de oración y silencio.

El medio es la contemplación de la vida de Jesús para encontrarse y familiarizarse con él.

San Ignacio utiliza el verbo “sentir” para referirse a este conocimiento interno. De ahí que este verbo sea determinante en la contemplación de la Escritura, porque lo que se busca es “sentir la historia” narrada (EE 2). Al final de la nota 14 de los Ejercicios, se encuentra una regla fundamental para la vida espiritual: “[N] o el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar las cosas internamente”. Más importante que la comprensión intelectual es “su sentir internamente”2.

Asimismo, las mociones de consolación y desolación, estados críticos del proceso de los Ejercicios, son “sentidas” (EE 62). El ejercitante es invitado a “seguir aquello que sintiere más en gloria y alabanza de Dios […] y salvación de [su] ánima” (EE 179). En consecuencia, el fin último de los Ejercicios, el deseo de parecerse más a Jesús, está relacionado con el “sentir” (EE 109). Así, pues, este verbo refiere a una experiencia total, producida por la acción del Espíritu Santo, que ilumina interiormente.3

En una carta de finales de junio de 1977, dirigida al cardenal Baggio, secretario de la Congregación para los Obispos, Mons. Romero manifestó: “Creo haber meditado ante el Señor y haber consultado suficientemente mis decisiones”4. Es decir, su ministerio episcopal se fundamentaba en el discernimiento de la voluntad de Dios y en el diálogo con otros. En esa carta, alude a la abundante solidaridad de dentro y fuera del país como confirmación de lo acertado de sus decisiones. Un año más tarde, cuando el mismo cardenal lo invitó a una “fraterna y amistosa conversación”, que no fue tal, porque le echó en cara su “conversión” al radicalismo, Mons. Romero explicó, en un memorándum, fechado el 16 de junio de 1978, lo que, a su juicio, le había ocurrido:

 Lo que sucedió en mi vida sacerdotal, he tratado de explicármelo como una evolución de mi mismo deseo que siempre he tenido de ser fiel a lo que Dios me pide; y si antes di la impresión de ser más “prudente” y “espiritual” era porque así creía sinceramente que respondía al Evangelio, pues las circunstancias de mi ministerio no se habían mostrado tan exigentes de una fortaleza pastoral que en conciencia creo que se me pedía en las circunstancias en que asumí el arzobispado.5

Así, pues, si cambió fue porque sintió que Dios y la realidad se lo pedían.

Leer el texto completo: El discernimiento en Monseñor Romero ECA 755

Fuente;  Revista ECA Número 755

 

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