Desde hace unos días, nos encontramos en los pasillos de la Curia General, o compartimos las comidas, con un jesuita de origen colombiano, que pertenece a la Provincia del Oeste de los Estados Unidos: Arturo Araujo. Es un artista de las artes plásticas y fue invitado por el propio P. General. Curioso, ¿no? Le hemos entrevistado.
Arturo Araujo, ¿qué destaca de sus conversaciones con el P. General? ¿De qué proyecto se trata, qué retos le plantea este proyecto?
He tenido la oportunidad de hablar en varias ocasiones con el P. General sobre este proyecto. El tema que juntos hemos escogido son las cuatro Preferencias Apostólicas Universales, esto es en sí mismo un reto artístico: cómo traducir en términos visuales estas preferencias, sin caer en un simplismo gráfico o en una maraña visual que al final no represente el tema o el asunto en cuestión.
Otro reto es la intervención en un pasillo que mide 33 metros por 3 de alto y que está interrumpido de forma asimétrica por varias puertas, ventanas y sistema de ventilación.
De las conversaciones con el P. General, está muy claro que él quiere una obra que genere vida, una obra que produzca consolación y esperanza. Como él mismo me dijo: “aunque representes la oración del huerto de los olivos, que esa composición produzca consuelo spiritual”. Por último, puedo decir, que el P. Sosa quiere una obra que dé espacio para la imaginación y que deje circular al Espíritu.
¿Cómo se unen el artista y el sacerdote jesuita? ¿En su vida, está el ministerio sacerdotal vinculado a la actividad artística?
En el pasado el sacerdote era el artista y a su vez era el que traía la sanación de los enfermos. La separación de estos roles es un asunto moderno que no favorece el crecimiento completo de lo que somos, en armonía. Para mí la mayor obra artística sucede en el confesionario, cuando las personas se abren a la gracia de un Dios capaz de recrear sus vidas de la nada, transformando el pecado en vida abundante. Ser sacerdote, me permite ser testigo del poder sanador de Dios, allí Él vuelve a crear y yo reconozco su trabajo y lo bendigo.
Mi obra artística, bebe de esa experiencia fundante del Dios creador. En el altar, Dios se entrega a sí mismo y nos nutre con su vida y nos crea y recrea desde dentro en imágenes vivas de su hijo. Hemos comprendido muy mal el arte, creemos que el arte son objetos bonitos de decoración o de propaganda religiosa. El arte auténtico sucede siempre en el altar comunitario, en las cocinas de los hogares y en los comedores comunitarios.
No puedo comprenderme a mí mismo sin arte, es decir sin belleza. No puedo creer en un Dios que no sea bello y que no cree todas las cosas bellas. A través de lo bello encontramos las huellas que nos conducen al creador.
Enseño en la Universidad de Seattle. Enseñar arte no es poca cosa, es introducir a los estudiantes en el drama existencial de la humanidad, para que las nuevas generaciones de artistas indaguen sus propias preguntas haciendo uso de la tradición. Y por supuesto en esa tradición siempre está esa pregunta que nunca nos suelta, la pregunta sobre ese ser trascendente y maravilloso que llamamos Dios. Todo artista que se respete, llámese ateo o creyente, se ve siempre confrontado por una experiencia trascendente.
¿Podemos tener la sensación de que sus obras denotan dolor, tribulación?
En mi caso, el arte ha sido una experiencia de sanación profunda de todas las pérdidas de seres queridos por la violencia de mi país, Colombia. En mi trabajo, yo encuentro sus rastros maravillosos, que me conmueven, porque experimento que ellos siguen vivos y que me hablan con ritmos y colores.
Me inspira la naturaleza, la música, la compañía de amigos y amigas, una buena cena o un rato en mi jardín.
Y volviendo al proyecto sobre las Preferencias Apostólicas Universales, ¿ve ya maneras de expresarlas de forma adaptada a la Compañía de Jesús de hoy?
Aún es muy pronto para hablar de ello, pero puedo anticipar que el Jesús pobre se hará presente en el corredor del P. General, para que los que vienen a visitarle reconozcan bien que nuestro General y la Compañía de Jesús viven en el mundo para los pobres y tienen sensibilidad hacia ellos.
Fuente: Jesuitas Global