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Por primera vez desde que comenzó la pandemia, les ha sido posible a todos los Presidentes de las Conferencias de la Compañía acudir a Roma, para colaborar con el Padre General en las tareas de un “Consejo Ampliado”. Tomaban parte en la reunión los Asistentes del General con sede en Roma, los seis Presidentes de las Conferencias y los cuatro Secretarios (Educación Superior, Educación Secundaria y Pre-Secundaria, Servicio de la Fe y Apostolado Social y Ecología). En total, acompañaban al P. General 25 personas.

La reunión giraba en torno a un tema y debía durar cinco días. El Padre Sosa buscaba, en un ambiente de discernimiento, orientar el gobierno de la Compañía hacia la colaboración. Es ésta una dimensión de la vida de la Compañía que ha ido adquiriendo mayor importancia en todo el mundo a lo largo de los años, y sobre la que han insistido las últimas Congregaciones Generales.

El primer día se dedicó esencialmente a la oración y la conversación espiritual. Todos hubieron de responder a la pregunta: “¿Dónde me sitúo yo como colaborador en la misión de Dios?” Cada intervención suponía gran transparencia. Ninguno dudó en comunicar abiertamente sus experiencias de colaboración, excelentes unas, abortadas otras. ¿Ha sucedido a veces que la identidad de la Compañía se haya visto amenazada en un contexto de colaboración?

En los días siguientes se abordaron las diferentes formas como se vive la colaboración en contextos diversos. Primero a nivel de la Compañía universal, luego en el seno de las Conferencias y, por último, en los distintos ámbitos de actividad apostólica.

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El “Consejo Ampliado” del Padre General.

• A nivel de la Compañía universal, el Consejo volvió a discutir aquella experiencia – que luego se interrumpió – de un Secretariado para la Colaboración, También se repasaron textos tradicionales de la Compañía que mueven a una mayor colaboración a nivel universal. Surgió la pregunta sobre qué factores han facilitado y cuáles han constituido un obstáculo para la colaboración en las últimas décadas.

• A nivel de las Conferencias, se agradecieron ante todo los logros alcanzados en este campo de la colaboración. En este terreno hemos permitido que el magis nos interpele. Pero, dentro de cada Conferencia, queda todavía espacio para una colaboración mayor entre las Provincias. Se habló de la colaboración entre jesuitas y laicos, de la colaboración en la formación de nuestros jóvenes y de la colaboración entre las diversas obras apostólicas. Las Conferencias tuvieron ocasión de presentar sus logros y sus carencias en lo que toca a este punto.

• Por lo que se refiere a la colaboración en los diferentes campos o sectores de apostolado, el trabajo recayó sobre todo sobre los responsables de los Secretariados. De nuevo en esta ocasión hubo que reflexionar sobre qué camino hemos recorrido para alcanzar una mayor colaboración, y se dedicó algún tiempo a detectar los signos de esperanza que existen. Los que llegan desde la misma Compañía y también los provenientes de otros ámbitos que han experimentado o están experimentando proyectos de colaboración. Desde la Iglesia, por supuesto, con su camino sinodal, pero también desde otras Congregaciones religiosas y organizaciones internacionales, como son algunas ONG, que reconocen a una sola voz que los frutos de su compromiso crecen según va creciendo en su seno el espíritu de colaboración.

El viernes 3 de junio el Consejo se dedicó a recoger los frutos del trabajo de la semana. Pero quiso poner el foco de su atención, en particular, sobre la situación de algunos países en los que el sufrimiento, sobre todo de los más pobres, resulta especialmente llamativo. Eligió un país por cada Conferencia.

• En Europa Oriental, Ucrania
• En América Latina y el Caribe, Perú
• En Asia Meridional, Sri Lanka
• En África, Etiopía
• En Asia-Pacífico, Myanmar
• En Oriente Próximo y Europa Occidental, Siria

Durante el fin de semana de Pentecostés, mientras el grupo ya se dispersaba, el Padre General y los miembros de su Consejo Ampliado agradecían al Señor su presencia y le pedían fervientemente que la inspiración del Espíritu Santo nos lleve a una colaboración cada vez mayor, al servicio de una misión que no es nuestra, sino del mismo Dios.

Fuente: Jesuit Global

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