Por Dr. Hugo C. Gudiel García S.J., profesor, investigador y asesor de la Facultad de Teología Universidad Rafael Landívar de Guatemala
0. Introducción
El día martes 20 de febrero del año en curso 2024, por la mañana, el doctor Patxi Alvarez de los Mozos, S.J., presentó la lección inaugural en la Universidad Rafael Landívar de Guatemala. Aquella tiene por título “Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento. Primera preferencia apostólica universal de la Compañía de Jesús, 2019-2029”.
Como puede verse, he decidido poner un título personal que, en mi opinión, responde en modo coherente al contenido de esta Lección inaugural con profundidad teológica de Alvarez de los Mozos. O, al menos, responde a mi deseo más profundo, pues estoy convencido de que ya se ha hecho demasiada teología desde el primer mundo, y hoy se necesita teologizar todavía más desde el reverso de la historia, en favor de las víctimas para que ellos asuman su historia, como sujetos de la misma.
Por un lado, la expresión “Teología”, que pongo como parte del título de tema, responde, a mi juicio, a lo que verdaderamente aparece en esa Lección. Una verdadera teología de los Ejercicios espirituales y del discernimiento. Pero en, segundo lugar, me parece que Alvarez de los Mozos presenta el tema desde América Latina.
Ese es el desde fundamental que ayuda a ponerle polo tierra a sus reflexiones de una verdadero teólogo. No siempre se habla y escribe sobre la primera preferencia apostólica desde a realidad del reverso de la historia. No es fácil teologizar sobre las preferencias apostólicas. Y menos teologizar desde la realidad empobrecida de América Latina. De los Mozos logra ese reto. Ciertamente se trata de una preferencia universal de la Compañía de Jesús, pero la universalidad sin un desde concreto, preciso y real se convierte en pura abstracción.
En este trabajo presento las siguientes siete secciones, siguiendo la estructura de la Lección, y atreviéndome a añadir algún comentario teológico desde nuestra realidad.
1. Contextualización histórica
Alvarez de los Mozos comienza la Lección con un caluroso saludo a las autoridades y estudiantes de la URL, presentando una introducción histórica que contextualiza esa primera preferencia apostólica. En ese contexto se pregunta ¿“cuál es la relevancia de esta preferencia” (p. 2), apostólica de la Compañía de Jesús? Esa pregunta clave ya nos orienta hacia dónde quiere apuntar en su presentación. Esta misión o tarea eclesial, “no se puede realizar de igual manera en todos los lugares y las circunstancias históricas, sino que necesita de una adaptación a cada situación concreta. La formulación de esta primera preferencia es una actualización de esa misión primaria de la Iglesia” (p. 3).
En mi opinión, las condiciones históricas de América Latina, dan una luz particular a esta primera preferencia apostólica de la Compañía de Jesús. Otras realidades históricas las confrontarán y adaptarán de otra manera distintas. Pienso que el desde hermenéutico, y, sobre todo real, de las otras realidades históricas ha de permanecer inamovible: ha de ser desde el reverso de la historia. La prioridad siempre la tiene la realidad histórica, se esté donde se esté. Es la aprehensión primordial de realidad de los acontecimiento históricas la que determina a la hermenéutica y no al revés. Hoy se habla mucho de interpretación, pero eso no es lo radical y primario: la interpretación está determinada de raíz por la aprehensión primordial de realidad. La hermenéutica es teoría; la aprensión primordial de realidad es un acto real.
Después de esta introducción contextualizadora, dice Alvarez de los Mozos, “iré deteniéndome en las palabras del enunciado de esta preferencia, para poder comprenderla mejor: ‘Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento’” (p. 4). Veamos como explica esta primera acción.
2. ¿Qué significa “Mostrar”?
“Esta consideración previa sobre la acción efectiva y determinada de propagar nos ayuda a comprender mejor el valor del verbo con el que se inicia la preferencia de la que hoy hablamos: ‘mostrar’” (p. 4). En mi opinión, mostrar es poner de manifiesto algo, se muestra algo que se posee. En este sentido mostrar está en íntima relación con una de las categoría fundamentales de la Teología Fundamental: al mostrar, se revela Algo, o mejor, Alguien.
Mostrar se refiere a varias cosas. Ante todo, “mostrar respeta a la persona receptora, pues no se le pretende imponer nada. Mostrar es exponer, no indoctrinar; es compartir una riqueza, no inocularla; es hablar cuando se nos pregunta, no precipitar la palabra”. Además, “mostrar da cuenta de nuestra limitación intrínseca en esta tarea”. Y, finalmente, “mostrar un camino habla de invitar a una aventura personal que cada quien puede emprender, un itinerario de encuentro con Dios y un compromiso con su proyecto, que transforma la existencia” (p. 5).
En mi opinión, este verbo “mostrar” , se puede seguir rastreando y poniendo en relación con la categoría central de Teología fundamental: revelación. Mostrar tiene una íntima relación con revelación como ya lo señalamos[1].
Ahora bien, ¿qué es lo que se muestra?
3. Se muestra la fe como “un camino”
Para el Alvarez de los Mozos, “la fe es primariamente encuentro y aventura, experiencia de Dios, adhesión a una persona, apertura a la transformación humana constante a la que nos convoca, es atrevimiento, desconcierto”. En mi opinión, la fe es una praxis que va madurando y se va realizando en el camino. Y por eso la fe es un camino. Jesús fue “un caminante” (p. 6). Es más, Jesús mismo ha dicho, “Yo soy el Camino” (cfr. Jn 14,6). No hay otro camino para llegar el Padre que Jesús.
En consecuencia, “cuando hablamos de mostrar un camino privilegiamos lo dinámico y procesual, sobre lo estático. Eso somos las personas: proceso humano, evolución, itinerario; podríamos también decir proyecto y promesa. La preferencia primera habla por tanto de la fe como camino, en una orientación más actitudinal que normativa, más vital y experiencial que conceptual” (p. 6).
4. Mostrar el camino hacia Dios a la manera de Ignacio de Loyola
Ahora bien, aquí se trata, en primer lugar, de “mostrar el camino hacia Dios”. En este contexto podemos preguntarnos nosotros: ¿quién es el Dios de Jesús en el que los cristianos decimos creer? Se trata, en mi opinión, de una pregunta fundamental que toca el fundamento de nuestra existencia cristiana.
O, como cuestiona Alvarez de los Mozos, “de qué Dios se trata, en qué Dios creemos”. Con facilidad el cristiano llama dios a cualquier cosa y se desliza fácilmente hacia los ídolos y la idolatría. Precisamente “la ladera resbaladiza en la que el ser humano se pierde es la adoración de ídolos manufacturados que someten a las personas” (p. 7). Hoy hay muchos ídolos y adoradores de ellos en todo el mundo.
En definitiva, el Dios de Israel y el Dios de los cristianos, es un Dios intrínsecamente liberador de los pobres. Y es que los pobres pertenecen a la esencia de Dios (A. González). De ahí que, en definitiva, “Jesús es el anclaje cristiano para cualquier discurso sobre Dios. ¿De qué Dios hablamos? Del Dios de Jesús. Solo profundizando en la persona de Jesús podemos conocer a Dios” (p. 8).
En segundo lugar, se trata concretamente de Mostrar el camino hacia Dios a la manera de Ignacio de Loyola. En efecto, la preferencia apostólica busca que “mostremos el camino hacia Dios por medio de los Ejercicios Espirituales, lo cual nos lleva directamente a la persona de san Ignacio de Loyola” (p. 8). Esto significa que se ha de conocer profundamente a Ignacio de Loyola y, sobre todo su espiritualidad.
Pero en mi opinión, no basta se un experto en san Ignacio de Loyola y su espiritualidad. Desde nuestra situación latinoamericana es necesario confrontar su persona y su espiritualidad con esa realidad y teologizar sobre ella y su espiritualidad desde esa vulnerabilidad. Ya el mártir Ignacio Ellacuría realizó un intento serio de reflexión de los Ejercicios espirituales desde nuestra situación de exclusión y empobrecimiento[2].
San Ignacio de Loyola aprendió a relacionarse con Jesús muy cercanamente. “Pero sobre todo aprendió también a relacionarse con Jesús como con un amigo. Así pedirá a quien se ejercita que hable con Dios ‘como un amigo habla con otro [amigo]’” (EE 54). Ignacio de Loyola “tuvo experiencia inmediata de Dios. El Dios en el que creía se comunicó directamente con él. Esta es la base de toda su experiencia espiritual y de toda la pedagogía de vida cristiana que más tarde volcó en los Ejercicios. Aquella experiencia personal transformó la vida de Ignacio, siempre se apoyaría en lo que sucedía en su interior para tomar decisiones y emprender cualquier acción. Leyó y siguió la voz de Dios en su interior, aunque le complicara la vida” (p. 9).
Pero Ignacio fue más allá porque creyó “que otras personas también podrían tener esa misma experiencia personal de encuentro transformador con el Señor. Esta es su gran audacia” (p. 9). De ahí que los Ejercicios Espirituales de Ignacio tienen por objetivo ser un modo de “disponerse interiormente, generando condiciones personales para que Dios entre en relación con cada uno de nosotros” (p. 10).
6. ¿Qué rasgos tiene el Jesús de Ignacio de Loyola?
El Jesús de san Ignacio de Loyola tiene una rasgos muy concretos y realistas. “Jesús es el pobre y humilde”, es decir, “es una víctima” (p. 10). En efecto, en la escena del nacimiento en Belén, “Ignacio pide a quien se ejercita que considere cómo el Señor nace ‘en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, de hambre y sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz (EE 116). Un niño que sufrirá como un excluido”. Además, hay tres maneras de humildad (cfr. EE 167) que van en esa misma dirección. En definitiva, Ignacio considera que la “condición de Jesús en este mundo es la de un hombre pobre y humilde y la de una víctima de los poderes de su tiempo”(p. 11).
Pues bien, dice Alvarez de los Mozos, “si esa es la condición de la vida de Jesús, su tarea, su misión, consiste en liberar y consolar. El de Jesús es un ejercicio constante de compasión activa (p. 11, cursiva nuestra). En mi opinión, Jesús primero realizó una praxis liberadora y misericordiosa, antes que normas religiosas. Jesús realizó una praxis evangélica liberadora de los oprimidos y desde ellos. A diferencia de los escribas y fariseos, Jesús no enseña normas religiosas opresoras, sino que hace presente el rostro misericordioso de su Padre; un rostro materno y paterno.
Y es que en el juicio definitivo, no se nos preguntará por nuestras prácticas religiosas, por cuantas procesiones anduvimos, etc. etc.; se nos preguntará por nuestra actitud y nuestra praxis concreta frente al empobrecido (cfr. Mt 25,31-46). Por eso, “el evangelio destaca cómo Jesús se conmovía al ver el sufrimiento humano” (p. 11). Es lo que se pone de manifiesto de Jesús en los evangelios: “se le estremecían las entrañas, sentía una profunda compasión, se conmovía por dentro”. Los Ejercicios Espirituales nos ponen en esa tónica de Jesús “y nos invitan a ser colaboradores de esa misión”. De esa manera “vamos comprendiendo mejor el camino hacia el Dios de Jesús, el pobre y la víctima, que la preferencia nos pide mostrar. Un camino que se identifica con una espiritualidad, es decir, una forma de vida, la ignaciana” (p. 12).
Ahora bien, Alvarez de los Mozos todavía destaca tres fundamentales características en su su trabajo: “una espiritualidad enamorada de lo humano; crítica y subversiva; del discernimiento y la esperanza” (p. 12).
7. Una espiritualidad con tres características
7.1. Enamorada de lo humano
En primer lugar, ha de ser una espiritualidad enamorada de lo humano. En efecto, “el camino hacia Dios que muestra la espiritualidad ignaciana conduce a un enamoramiento de lo humano”. Es decir, “su encuentro con Dios sucede en lo profundo de lo real, en lo humano”. En este sentido ha de ser una “mística de ojos abiertos” (B. Metz) (p. 12).
En Manresa Ignacio tuvo una experiencia fundamental en esta perspectiva. Ahí “percibió una nueva profundidad en la realidad”. De esa experiencia de Dios “se deriva una forma de estar en la realidad, atenta a lo que es, pendiente de lo que sucede en lo histórico, porque es el lugar en el que Dios se expresa. El espacio privilegiado para encontrarse con él es nuestra realidad y nuestra historia” (p. 13, cursivas nuestras).
En mi opinión, ser fiel a la realidad histórica no es solo un principio metafísico, es también un principio teologal. Es en la realidad histórica donde más da de sí la realidad y por tanto la revelación divina. Ignacio Ellacuría ha subrayado agudamente este punto. Es en la realidad histórica donde la realidad más da de sí, y es en ella donde Dios más se autodona. Es el Amor deviniente y por eso siempre cambiante. Y es que la realidad cambia porque deviene y no deviene porque cambia (Zubiri).
Cabe añadir que “también descubrimos aquí el deseo de encontrarnos con Dios en las periferias y en los márgenes, porque es allí donde se puede establecer una relación privilegiada con el Dios pobre y humilde, con la víctima cuyo rostro marginal queda desvelado entre las víctimas de este mundo. Al Dios despreciado y rechazado lo encontramos allá donde la vida es ahogada”. Por eso, la inserción y solidaridad entre los últimos produce alegría (p. 14).
7.2 Crítica y subversiva
En segundo lugar, la espiritualidad ignaciana es crítica y subversiva. La espiritualidad de la liberación es, para Gustavo Gutiérrez, la “espiritualidad ignaciana”. Y por eso, hay que estar atentos al “clamor del pueblo” (Ex 3,7) (p. 14).
En mi opinión, la espiritualidad ignaciana es crítica porque desvela, en el discernimiento ignaciano y tambien teológico, lo más profundo de los seres humanos y de la realidad desordenada, para ordenarla según la voluntad de Dios. Por tanto, es una espiritualidad desideologizadora de los mecanismos que atenazan con el pecado personal y las “estructuras de pecado”, al ser humano, y sobre todo a los excluidos y a la misma realidad. Y por eso es, al mismo tiempo, una espiritualidad subversiva. Es subversiva porque trastoca el desorden de las personas y de las estructuras sociales corruptas. Es subversiva porque se lucha contra los dioses de la muerte, y los ídolos y se quiere buscar en la realidad al verdadero Dios, al Dios de Jesús y los cristianos, al Dios vivo y verdadero.
Por tanto, es una espiritualidad crítica y subversiva, “porque no se detiene en el análisis, sino que pretende una transformación de la realidad”. Y lo hace “desde la indignación que la injusticia produce en toda persona de bien y desde el deseo de colaborar con el Dios que trabaja por la vida en los lugares de la muerte”. (cfr. Lc 12,49-53). El testimonio de los mártires jesuitas desde 1975, pone de manifiesto lo dicho (p. 15).
7.3 Una espiritualidad del discernimiento y de la esperanza
Y, en tercer lugar, ha de ser una espiritualidad del discernimiento y la esperanza. San Ignacio “nos sumerge en la realidad, en sus dimensiones más oscuras, y nos invita ahí a colaborar con el Dios compasivo que saca vida de los espacios de muerte”. Es precisamente en ese momento “cuando se necesita una especial lucidez para diagnosticar lo que percibimos y para acertar en nuestra acción”. Por tal razón, “Ignacio profundizó en lo que llamó ‘discernimiento’, tratando de descubrir en su interior lo que la voz de Dios presente en él y en todo ser humano nos pide realizar. Descubrir la voluntad de Dios, esa es la esencia del discernimiento” (p. 16).
Estas reglas de discernimiento aparecen en el libro sobre los Ejercicios Espirituales (cfr. EE 313-336), de las que hay cientos de estudio y cualquiera tiene hoy acceso a ellas. Pero esto es lo menos importante de las mismas, lo fundamental es utilizarlas como herramientas de discernimiento de nuestra vida personal confrontada con la realidad histórica que en nuestro caso es la realidad latinoamericana. Saber mucho sobre esa reglas no necesariamente significa poner en práctica el discernimiento espiritual ignaciano.
Esta espiritualidad es también “un camino esperanzado, porque la confianza última no está puesta en las propias fuerzas, sino en la fidelidad de aquel que se compadece de sus hijos y nos convoca a colaborar con Él” (p. 16). Es un punto este que en mi opinión vale la pena desarrollar un poco más: el de la íntima relación entre la espiritualidad ignaciana y la esperanza[3].
En definitiva, hemos presentado los aspectos fundamentales de esta Primera preferencia apostólica de la Compañía de Jesús: “Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento” que Alvarez de los Mozos ha presentado la Universidad Rafael Landívar de Guatemala. En ella hemos encontrado aspectos esenciales que quedan como retos para los Jesuitas y para los colaboradores, y que rigen desde el 2019 hasta el 2029.
[1] Es un tema que podemos desarrollar en otro momento.
[2] Véase sus dos trabajos Ellacuría, I «Lectura latinoamericana de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio», en Revista Latinoamérica de Teología, 23, 1991, 111-147. Y “Misión actual de la Compañía de Jesús”, en la Revista Latinoamericana de Teología, 29, Mayo-agosto 1993, 115-126.
[3] Alvarez de los Mozos termina señalando en una última sección, la relevancia de esta preferencia apostólica en las universidades de la Compañía de Jesús. Dada su importancia, la dejo para otro momento.