En este mes de noviembre, los católicos de todo el mundo recordamos a los que han muerto, los que se han ido antes que nosotros “marcados con el signo de la fe”.
Este año es particularmente doloroso porque muchas personas han perdido la vida a causa del Coronavirus. Recordamos a nuestros compañeros jesuitas, a nuestros compañeros y compañeras de misión y a todos nuestros parientes y amigos.
El Evangelio nos da esperanza, y esa esperanza no nos defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Romanos 5:5). Incluso en medio del dolor y la pena el amor de Dios nos abraza. El poder de Dios puede sanarnos. La fuerza de Dios puede consolarnos.
Que todos nuestros seres queridos que han fallecido, especialmente los que han muerto en el último año, descansen en paz.
Fuente: Jesuits Global