Siento vértigo ante una realidad completamente desprovista de seguridad. La violencia que crece diariamente en los caminos, la naturaleza en su versión más grosera, los estómagos vacíos, los precios al alza, la tierra exhausta, la enfermedad sin cura.
Tengo la sensación de que por mucho que me ponga ropa, estoy desnuda. Que a pesar de tener un techo que cubra mi cabeza, me encuentro a la intemperie.
No hay filtros, ni sucedáneos, ¡todo es tan real! Sin protección, sin distancia de seguridad. Y huele mal, y duele, y araña. Y la risa es abierta, y la caricia sincera. El calor aprieta, y un poco más. Y la lluvia moja. No se amortigua el bache. No se silencia el llanto. La muerte se anuncia con cornetas y tambores.
La vida entera invade, sin pedir permiso, con todos sus matices. Y tengo vértigo de tanta verdad. Pero acaso, ¿no te pedía VIVIR?
Me veo pequeña, y todo es tan grande, y siento vértigo, Señor. Aunque sé que acompañas mis días; aunque tenga la certeza de que habitas en mi adentro, aunque sé que eres tú quien me hace salir al encuentro con la vida plena. Por todo esto, aunque tenga vértigo, sigo.
Porque tú me envías, porque la vida ya está entregada.
Fuente: Pastoral SJ