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En su mensaje, el Provincial P. José Domingo Cuesta, S.J., recuerda algunos semblantes de la vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

El 31 de julio la Iglesia recuerda a San Ignacio de Loyola. Me permito reconstruir algunos semblantes de su vida que nos ayuden a conocerlo internamente:

  • Iñigo de Loyola, vasco, 1.60mts, el menor de trece hermanos. Su madre murió siendo él un niño (6 años). Fue un peregrino, apasionado por la búsqueda de la Voluntad de Dios. Quedó herido en un combate a los 26 años; de ese hecho quedó cojo.
  • Fue un místico, con una voluntad de hierro. Por eso Unamuno dirá “sólo el que ensaya lo absurdo, es capaz de conquistar lo imposible”.
  • Discreto, reservado, “toda su cosa era tener a Dios por refugio”. Y claro, descubrió aquello de San Agustín que “Dios es más íntimo que nuestra propia intimidad”. Falleció a los 65 años. En el 2024 se cumplen 468 años de su muerte.
  1. Lugares geográficos que nos evocan su imagen:

Loyola: nacimiento, primeros años (entre Azpeitia y Azcoitia).

Arévalo – Pamplona: cortesano, a los 15 años con el contador del Rey, Velásquez de Cuellar. Allí soñó su vida de caballero: “vanidad de vanidades” que dice el Eclesiastés. Luego en Pamplona, fue herido por una bala de cañón.

Loyola: Conversión (“Si San Francisco y Santo Domingo hicieron esto…, qué más no pueda hacer yo”: surge el Magis y el discernimiento. Las lecturas le hicieron pensar y le cambiaron el corazón, seducido por Cristo y los Santos. “Qué he hecho por ti, qué hago por ti, qué puedo hacer por ti Señor”, fueron las preguntas que San Ignacio comenzó a plantearse, y “cabalgando en una mula, sale de Loyola”.

Monserrat: ante la imagen de la Virgen se despoja de sus vestiduras y empieza a vestir una túnica pobre de peregrino, ya que “toda su cosa era tener a Dios por refugio”. Muere el hombre viejo y nace otro. Un monje benedictino que lo conoció dijo de él “Aquel peregrino era un loco por Cristo”.

Manresa: Trata de “vencerse a sí mismo”. Nacen los Ejercicios Espirituales. Tuvo la Visión del Cardoner, lo más grande que le sucedió ya que fue encontrar en profundidad el sentido de su vida, el motor que lo impulsó a lo que después haría.

BarcelonaJerusalén: Imitar a Cristo. Pensaba quedarse en Jerusalén toda la vida, pero Dios, a través de las circunstancias, le tenía reservada otras cosas. Nacen las Iñigas, las seguidoras y benefactoras de Ignacio.

Alcalá – Salamanca: estudiar para servir mejor. Da un gran salto espiritual: sale de su soledad y busca compañeros, genera un grupo de Amigos en el Señor con los que va a fundar la Compañía de Jesús.

París: la génesis de la Compañía de Jesús. “Nadie sabía quién era ese peregrino cojo y bien educado, apasionado de Dios que recorría Europa hablando de Dios”.

Roma: “soñó con Jerusalén… y despertó en Roma. Entró en la ciudad sin pensar en fundar una Orden y se convirtió en Fundador y Prepósito General. Amaba el anonimato, la pobreza radical, la desnuda esperanza en Dios, los caminos y hospitales, y se verá solicitado por reyes, duques, embajadores y obispos… Dios era quien le llevaba”.

  1. ¿Qué aprender de él?
  • Su vida fue una historia de búsqueda, porque le tocó vivir situaciones de cambio de época y buscó apasionadamente. El motor de esa búsqueda fue el MAGIS, hacer lo mejor: cómo servir, cómo amar más, cómo salir de sí mismo. El Magis está ligado a la capacidad de soñar grandes cosas.
  • La idea de misión fue clave en su vida. Todo consistió en entregarle su vida a Dios y a los demás, condensando en esa frase que aparece en la Contemplación para alcanzar amor la clave de lectura en su quehacer: Amar es servir. “Hay que hacer las cosas como si todo dependiera de nosotros y nada de Dios, pero hay que confiar en Dios como si todo dependiera de Él y nada de nosotros”. Ignacio se sintió siempre como un instrumento en las manos de Dios y así concibió a la Compañía. Por eso condensó la frase de que “En él sólo la esperanza”. “Dar gratis lo que gratis hemos recibido”.
  • Es muy notable el espíritu de lucha y la ruptura que hizo con su pasado. En los momentos claves de su vida estuvo siempre presente Jesús y no pudo faltar María al lado de su Hijo. Su constante petición fue que María nos ponga con Jesús.
  • Tiene viva la compasión por el pobre. A un pobre le da sus vestidos lujosos; después llora al entender que aquel mendigo ha sido calumniado. Por eso pedirá a los jesuitas que todos tengan la experiencia de enseñar a los niños rudos y pobres.
  • Nunca vio su crecimiento espiritual como algo que le pertenecía a él, sino como un tesoro que debía comunicar a otros. Este saber lo que se quiere y buscarlo con firmeza, es tal vez un rasgo temperamental de Ignacio.
  • Comprendió muy pronto la necesidad de instrucción y de inteligencia para el servicio que Dios le pedía. El ministerio instruido forma parte de lo medular del modo de proceder ignaciano.
  • Percibió que Dios intervenía en su vida a través de los acontecimientos. Ahí radica otro signo distintivo de la espiritualidad ignaciana: la idea de “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. Siempre quiso decir “en TODO”.
  • La experiencia de Ignacio lo llevó, precisamente para servir más y mejor, a formar un grupo de “amigos en el Señor”, ya que sin grupo (institución) no hay carisma que dure. Aislados, disgregados, no somos eficaces. La unión se hace necesaria.

“Peregrino, peregrino, que no sabes el camino: ¿Dónde vas?”

Admirable peregrino, todos siguen tu camino (M. Machado).