¿Quién es el mejor?
La Congregación General, después de una semana, ha culminado su primera etapa. El momento más emotivo, con diferencia, fue la renuncia del padre Nicolás; luego hemos dedicado unos días a revisar el estado de la compañía y, a modo de conclusión, celebramos el año de la misericordia, proclamado por el papa Francisco, con una eucaristia en la basílica de san Pedro. Ahora entramos en la semana de búsqueda de información sobre los posibles candidatos y la elección del nuevo Superior General; sin duda, el tiempo central de la Congregación.
Si fuésemos una empresa, o incluso también en muchas organizaciones civiles de hoy en día, como universidades o fundaciones, la búsqueda de su máximo responsable se haría por empresas especializadas. estas empresas reclutadoras estudiarían nuestra organización. analizarían nuestro entorno, identificando los retos, y los riesgos más importantes que hay frente de nosotros, y buscarían un perfil -una persona- que pudiese hacerse cargo. El nuevo responsable vendría de fuera, de la competencia incluso. en estos procesos se busca el candidato que pueda lograr la mayor eficacia de la organización. se puede decir que la vinculación afectiva, al menos al comienzo, es irrelevante y sólo cuenta la afectividad.
En nuestro caso todo esto es un poco más complejo, o más sencillo. analizamos nuestra situación como organización, como "cuerpo". interconectado, mutuamente dependiente y corresponsable los unos d elos otros. miramos a nuestro entorno, pero intentamos hacerlo con mirada de misericordia, buscando allí donde sentimos con más fuerza que "el señor trabaja" que el reino de Dios, aunque sea muy frágilmente, trata de hacerse presente. y desde esa mirada humilde, pero apasionada, buscamos a uno de entre nosotros para ser el nuevo General.
Buscamos a uno que sea como nosotros, porque necesitamos que comprenda nuestros cansancios, nuestras debilidades y nuestras frustraciones. Necesitamos que el General sea como nosotros para que nos entienda y pueda gobernar a jesuitas reales, no a alguien idealizado. Pero también necesitamos que sea de los mejores de nosotros, para que nos ayude a amar a los pobres, a vivir intensamente en la escucha del Espíritu, y para que vigile que no nos instalemos en un rutinario conformismo que va apagando la creatividad y la ilusión.
Buscar el mejor, sorprendentemente, no tiene tanto que ver con los resultados obtenidos anteriormente en su vida, cuanto con la capacidad de generar la confianza de que él sabrá comprender lo que somos, porque es uno de nosotros, y que él sabrá ayudarnos a crecer, y a fortalecernos, corporativamente. En unas páginas bien conocidas, en las Constituciones, san Ignacio describió con detalle las cualidades de este superior, pero en esa descripción esperaba tanto de esta persona, y era tan ambicioso en las cualidades que debía tener, que él mismo, al final de la descripción, lo redujo a cuatro características: “que a lo menos no falte bondad mucha y amor a la Compañía y buen juicio acompañado de buenas letras”, consciente de que no estará solo en su carga, porque tendrá la ayuda de un equipo competente de colaboradores. Y no le faltará la ayuda del Señor.
10 Octubre 2016 –