Partimos de la certeza de que hoy, más que nunca, vivimos tiempos que urgen de la mejor disposición personal y colectiva, de un accionar científico, responsable y oportuno en cada uno de los países, y de un compromiso absoluto de no dejar a nadie “por fuera”. La migración forzada conlleva realidades que suelen ser dejadas de lado, se culpabiliza a quienes huyen de sus países o se les niegan servicios básicos indispensables. Es por ello que, como Red Jesuita con Migrantes (RJM) manifestamos nuestra posición, en una coyuntura en la que necesitamos de todos y todas:
1. Es urgente frenar las deportaciones y cualquier otra medida de orden judicial o administrativo que ponga en riesgo a las personas, en tanto el debido resguardo sanitario durante su movilización no está garantizado. Quienes viven en la clandestinidad se sienten más atemorizados de consultar en los centros de salud cercanos. A ello hay que sumar la desprotección de las personas deportadas, al ingresar al territorio del que son nacionales, lo que reduce la posibilidad de realizar un distanciamiento social correcto, según las medidas urgentes que nos han solicitado implementar en muchos de los países de América.
2. Respecto a la población en detención por el hecho de migrar forzadamente -situación que recibe nuestro rechazo siempre- es indispensable liberar a la población de los centros de detención en EEUU, y asegurar las condiciones de seguridad sanitaria en todos los centros de detención, estaciones migratorias o similares, o en su caso establecer albergues públicos donde sea necesario con todas las medidas sanitarias, por ser personas que han enfrentado altos niveles de movilidad. Debemos protegerlas, evitar que se contagien y que puedan contagiar e informarles debidamente para reducir los riesgos.
3. Se vuelve aún más necesario que se den recursos de salud a los centros de migrantes, desplazados/as y refugiados/as. Algunos albergues, especialmente en frontera, seguirán brindado servicio. Es urgente la capacitación y la provisión de material médico para tomar las medidas necesarias de carácter preventivo. Sin desestimar el cuidado del personal y las y los voluntarios que trabajan con ellos/as.
4. Se debe parar cualquier afirmación o medida orientada a discriminar, estigmatizar o culpar a la población migrante, desplazada o refugiada, especialmente en aquellos territorios donde la xenofobia hace parte de los discursos dominantes u oficiales. Es claro que esta pandemia puede afectarles en cualquier situación, pero de ninguna manera es su responsabilidad, ni han sido el foco de propagación señalado por los especialistas.
5. Nos toca levantar la voz para que en cada uno de nuestros países se realice una reflexión argumentada sobre el aporte que hace la población migrante y refugiada a nuestras sociedades y que por tanto no puede quedar excluida de un abordaje integral de la crisis. Nos necesitamos todos y todas para salir de esta pandemia.
Las personas migrantes y refugiadas dinamizan las sociedades de las que hacen parte, prestan servicios indispensables en muchas áreas, son consumidores, están a cargo de los cuidados de niños y personas adultas mayores, se desempeñan en construcción, agricultura y en muchas otras áreas… En otras palabras, permiten que la vida siga o resurja. Para ayudarnos a superar los escenarios de recesión económica que se prevén, necesitamos también de las personas que han migrado. La política migratoria de cada país debe reforzar sus estrategias de integración en este contexto.
6. Exigimos, finalmente, la mayor transparencia e información oportuna por parte de los gobiernos y autoridades, entendemos medidas restrictivas con base científica que ayuden en la reducción de la transmisión del virus, siempre preservando las garantías constitucionales y el respeto innegociable de los derechos humanos de todas las personas en todos los territorios.
Nos corresponde como RJM ser parte de la solución y apoyar en cada uno de los países con la entrega de contenidos informativos serios y accesibles, que propicien que las personas migrantes, refugiadas y desplazadas minimicen los peligros de contagio o falta de atención médica. Máxime cuando muchos países están asumiendo medidas de cierre de fronteras aéreas y terrestres.
Este continente nuestro está unido por un delgado cordón que nos sostiene hacia el norte y hacia el sur. No es momento de tirar fuerte de un extremo o del otro. Es hora de lograr balances y acciones colaborativas que nos protejan sin discriminación, sin acaparamiento, sin miedos, sin egoísmo. Superaremos esta crisis sino dejamos a nadie fuera.
La solidaridad se impone como el más efectivo de los protocolos.
17 de marzo 2020
Comunicado_Coranavirus_RJM_03_20.pdf |