Skip to main content

Un nuevo índice experimental nos ofrece una nueva visión del progreso humano que combina el desafío de combatir la pobreza y la desigualdad con la necesidad de aliviar la presión que ejercemos los humanos sobre el planeta.1

La pandemia de la COVID-19 constituye la crisis más reciente que ha enfrentado el mundo, pero no será la última a menos que los humanos moderemos las presiones que ejercemos sobre el planeta. Así lo señala el recién publicado informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que incluye un nuevo índice experimental sobre progreso humano en el que se integran las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países (una medida de la extracción de materias primas en el mundo para cubrir la demanda nacional).

El Informe presenta a los líderes mundiales una cruda realidad: o toman medidas contundentes para reducir la inmensa presión que estamos ejerciendo sobre el medio ambiente y el mundo natural, o el progreso de la humanidad se detendrá.

“El poder que ejercemos los humanos sobre el planeta no tiene precedentes. Frente a la COVID-19, temperaturas que rompen registros históricos, y una desigualdad que se reproduce, ha llegado la hora de utilizar ese poder para redefinir lo que entendemos como progreso, de manera que nuestras huellas de carbono y de consumo dejen de permanecer ocultas”, dice Achim Steiner, Administrador del PNUD.

“Tal y como revela este Informe, ningún país en todo el mundo ha logrado alcanzar un desarrollo humano muy alto sin ejercer una presión desestabilizadora sobre el planeta. Sin embargo, podemos ser la primera generación en corregir el rumbo. Esa es la próxima frontera del desarrollo humano”, añade el Administrador.

El Informe considera que las personas y el planeta estamos entrando en una era geológica completamente nueva, el Antropoceno o era de los seres humanos. En este contexto, los autores afirman, ha llegado la hora de que todos los países, ricos y pobres, rediseñen sus trayectorias de progreso asumiendo de manera plena, el estrés que estamos ejerciendo sobre la Tierra, y desmantelando los enormes desequilibrios de poder y de oportunidades que impiden el cambio.

La edición del 30 aniversario del Informe sobre Desarrollo Humano, “La próxima frontera: desarrollo humano y el Antropoceno”, introduce una variante experimental del Índice de Desarrollo Humano (IDH).

Al ajustar el IDH, que mide la salud, la educación y el nivel de vida de los países, para incorporar otros dos elementos — las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países— el nuevo índice ilustra la transformación que podría darse en el ámbito del desarrollo si tanto el bienestar de las personas como la integridad del planeta fueran considerados de manera conjunta como piedras angulares de la definición de progreso humano.

El Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias (PHDI, por sus siglas en inglés) saca a la luz un nuevo panorama mundial con una perspectiva menos idílica y más sincera sobre el progreso humano. Por ejemplo, más de 50 países abandonan el grupo de desarrollo humano muy alto, como reflejo de su dependencia de los combustibles fósiles y su huella material.

A pesar de estos ajustes, países como Costa Rica, Moldavia y Panamá suben al menos 30 puestos, mostrando que es posible reducir la presión sobre el planeta.

“El Informe sobre Desarrollo Humano es un producto importante de las Naciones Unidas. En una época en la que es necesario actuar, la nueva generación de Informes sobre Desarrollo Humano, con especial énfasis en las cuestiones más críticas de nuestra época, como el cambio climático y las desigualdades, nos ayuda a orientar nuestros esfuerzos para avanzar hacia el futuro que deseamos”, dice Stefan Löfven, Primer Ministro de Suecia, país anfitrión del lanzamiento del Informe.

Según el Informe, la próxima frontera del desarrollo humano exigirá trabajar con —y no contra— la naturaleza, al mismo tiempo que transformamos las normas sociales, los valores y los incentivos gubernamentales y financieros.

Por ejemplo, nuevas estimaciones prevén que en el año 2100 los países más pobres del mundo podrían experimentar hasta 100 días anuales más de clima extremo debido al cambio climático, cifra que podría rebajarse a la mitad de implementarse plenamente el Acuerdo de París.

A pesar de esto, se siguen subsidiando los combustibles fósiles: según datos del FMI mencionados en el Informe, se calcula que el costo total para las sociedades derivado de subsidios públicos a los combustibles fósiles —incluidos los costos indirectos— supera los US$ 5 billones anuales, lo que equivale al 6,5% del PIB mundial.

En cambio, las medidas relacionadas con la reforestación y la mejora del cuidado de los bosques podrían cubrir por sí solas, aproximadamente, la cuarta parte de las acciones necesarias antes de 2030 para evitar un aumento global de temperaturas de 2°C respecto a niveles preindustriales.

“Aunque la humanidad ha cosechado logros increíbles, está claro que hemos dado por sentado que el planeta no tiene límites”, dice Jayathma Wickramanayake, Enviada para la Juventud del Secretario General de las Naciones Unidas. “La juventud del mundo ha levantado la voz porque se da cuenta de que esta forma de actuar pone en peligro nuestro futuro colectivo. Como deja claro el Informe sobre Desarrollo Humano 2020, es preciso transformar nuestra relación con el planeta, es decir, hacer sostenible el consumo de energía y de materiales, y garantizar que todas las personas jóvenes reciban educación y sean empoderadas para apreciar las maravillas que puede proporcionar un mundo sano”.

La manera en la que las presiones que se ejercen sobre el planeta impacta y condiciona la vida de las personas está ligada al funcionamiento de las sociedades, según Pedro Conceição, Director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD. Y en este momento, profundas fracturas sociales están poniendo a las personas y al planeta en riesgo de colisión.

El Informe muestra que las desigualdades entre países y dentro de ellos, con sus profundas raíces en el colonialismo y el racismo, derivan en que las personas que más tienen capturan los beneficios de la naturaleza y exportan los costos. Esto ahoga las oportunidades para las personas que tienen menos y limita drásticamente su capacidad de actuar ante esta situación.

Por ejemplo, la labor de protección de la tierra que ejercen las poblaciones indígenas del Amazonas absorbe, en términos per cápita, el dióxido de carbono equivalente al producido por el 1% más rico de la población mundial. A pesar de esto, las poblaciones indígenas continúan sufriendo dificultades, persecución, y discriminación en muchas partes del mundo y apenas tienen presencia en la toma de decisiones.

Además, señalan los autores, en muchos casos la discriminación de origen étnico provoca graves consecuencias en las comunidades y las deja expuestas a importantes riesgos ambientales, como la presencia de residuos tóxicos o una contaminación excesiva, una tendencia que se ve reproducida en las zonas urbanas en distintos continentes.

Según el Informe, para aliviar las presiones planetarias de forma que todas las personas puedan prosperar en esta nueva era, es preciso desmantelar los enormes desequilibrios de poder y de oportunidades —que obstaculizan las transformaciones necesarias.

El Informe añade que estas desigualdades podrían abordarse con actuaciones desde el sector público, y ofrece ejemplos que van desde la aplicación de regímenes fiscales más progresivos hasta la protección de las comunidades costeras a través de mecanismos de inversión preventiva y aseguramiento medidas que podrían llegar a proteger a 840 millones de habitantes en las zonas costeras de baja elevación de todo el mundo. Sin embargo, es preciso que los esfuerzos se realicen de manera concertada a fin de garantizar que las medidas que se tomen no contribuyan aún más al enfrentamiento de las personas con el planeta.

“La próxima frontera del desarrollo humano no debe entenderse como un dilema entre personas y el medioambiente, sino que se trata de reconocer que, hoy, el progreso humano sostenido por un crecimiento desigual y basado en el carbono es un ciclo completamente agotado”, dice Pedro Conceição, Director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD.

Y añade: “Si abordamos la desigualdad, sacamos el máximo provecho a las innovaciones, y trabajamos con la naturaleza, el desarrollo humano puede dar un paso transformativo que ayude tanto a las personas como al planeta”.

Para obtener más información acerca del Informe sobre Desarrollo Humano 2020 y del análisis del PNUD sobre el nuevo Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias: http://hdr.undp.org/en/2020-report
Fuente:    PNUD