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Ante el tiempo litúrgico penitencial que comienza el próximo miércoles 2 de marzo, tres expositores desarrollaron los aspectos medulares del mensaje del Santo Padre en conferencia de prensa.

Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano

En la mañana del jueves 24 de febrero en la Sala de Prensa de la Santa Sede se desarrolló la conferencia de presentación del mensaje de Francisco para la Cuaresma 2022 (hacer clic aquí para leer el texto completo), que inicia el 2 de marzo con la celebración del Miércoles de Ceniza. Ese día, además, este año tendrá lugar una jornada de ayuno y oración por la paz en Ucrania, convocada por el Pontífice para creyentes y no creyentes.

El texto está inspirado en la exhortación de san Pablo a los gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” (cfr. Ga 6,9-10a).

Intervinieron la Hna. Alessandra Smerilli F.M.A, secretaria ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; el Cardenal Francesco Montenegro, arzobispo emérito de Agrigento y miembro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; Don Massimo Mostioli de la Diócesis de Pavía, que se ocupa de la pastoral de los gitanos a raíz de la experiencia de fraternidad iniciada por el padre Mario Riboldi.

“Ser tierra fértil que crea las condiciones para que la semilla germine”

La Hna. Alessandra Smerilli explicó que el Papa se detiene en la imagen de la siembra y de la agricultura, evocada por San Pablo, sugiriendo la pregunta de qué tiempo es el nuestro.

“Los vientos de guerra, tras décadas de rearme insensato, con gastos crecientes en armamiento y una pandemia que se ha cobrado víctimas, ha agravado las desigualdades, ha puesto de manifiesto lo que no funciona en nuestros sistemas económicos y sociales y ha impuesto nuevos interrogantes, no pueden hacernos perder la esperanza”, expresó.

La religiosa manifestó que Dios cree en la tierra y la cuida como un agricultor que no abandona su campo. “¿Qué tiempo es este en el campo de Dios?”, se preguntó, y evocó un encuentro con la Comisión Vaticana Covid-19 en el que Francisco los invitó a “ser esa tierra fértil que crea las condiciones para que la semilla germine”. Les pedía, recordó, que prepararan el futuro, para que fuera diferente del presente. “Y sabemos que solo quien está movido por la esperanza puede ponerse a trabajar”, puntualizó.

Para Smerilli, la Cuaresma es una “vuelta al Dios para quien nada es imposible”, afirmó. También se detuvo en el final del mensaje del Papa, que concluye, “como es tradicional, con una referencia a la Virgen”. “En ella –escribe el Papa Francisco, insistiendo en la imagen guía- ha brotado el Hijo”, declaró. “En un mundo desertizado por tantos juegos de poder sin escrúpulos, la Iglesia reconoce en María la fecundidad que el camino de la conversión puede dar en cada una de sus hijas e hijos. Creemos en los brotes”, finalizó.

La Cuaresma, un entrenamiento

El segundo expositor fue el Cardenal Francesco Montenegro, quien resumió el contenido del mensaje en tres puntos y aprovechó la oportunidad para invitar a leer el texto en su totalidad y a utilizarlo para una reflexión constante durante el tiempo de gracia.

En el primer punto se detuvo en las imágenes de la siembra y de la cosecha que se utilizan a menudo en la Sagrada Escritura, especificó. “El Papa las valora desde la perspectiva de Dios y la del creyente. Es Dios quien siembra su Palabra, las semillas de la gracia, el deseo de bondad y santidad”, dijo. Montenegro definió a la Cuaresma como “un tiempo propicio para acoger la siembra de Dios, especialmente a través de la escucha y meditación de su Palabra”. También citó un fragmento del mensaje del Obispo de Roma: “Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”.

En el segundo punto el purpurado se refirió a la importancia de no cansarnos en seguir sembrando esperanza. “No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Durante la Cuaresma, a través del ayuno y valorando más el sacramento de la reconciliación, podemos entrenarnos para luchar contra todo lo que nos hace daño a nosotros mismos y a los demás”, consideró. Además, exhortó a no cansarnos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo.

El tercer punto del Cardenal Montenegro fue la invitación de Francisco a ser pacientes y, a la vez, a dar un paso, “como el sabio agricultor mencionado en la Escritura”. Montenegro añadió que la Cuaresma es, en cierto modo, la imagen y el espejo de toda la vida del cristiano, un entrenamiento, “un verdadero gimnasio”.

No cansarnos de hacer el bien a los demás

Por último, hizo uso de la palabra el padre Massimo Mostioli, de la diócesis de Pavía (región lombarda, en Italia) y de la comunidad Casa del Giovane (Casa del Joven), fundada por el Siervo de Dios Padre Enzo Boschietti.

En el comienzo de su alocución recordó al padre Mario Riboldi, quien, según su análisis, encarnó en su día a día el ejemplo de una vida entregada con y para los gitanos. Animado por el entonces cardenal Montini, que le sugirió “caridad, prudencia y paciencia” para acercarse a los gitanos, el Padre Mario resolvió vivir de manera nómada en medio de las comunidades que caminaban con él. Según Mostioli, Riboldi tenía una capacidad única para tender puentes, entre la Iglesia, el Papa, los gitanos y los sinti (es decir, una de las poblaciones gitanas en Europa).

Reconoció que del mensaje de Francisco le conmovió el llamamiento de San Pablo a los gálatas. Mostioli contó que desde 1996 su experiencia como “capellán de los nómades” se basa en no cansarse de hacer el bien, pues, al igual que el padre Riboldi, también reside en una caravana para ir al encuentro de estas poblaciones, ser acogido por los gitanos y las gitanas allí donde están, vivir su vida y aprender su lengua.

En palabras profundamente emocionantes, Mostioli compartió que es feliz con este servicio, ama a los gitanos y ellos también lo aman. Poder anunciar la Palabra de Dios que salva y libera lo llena de alegría, pese a los fracasos, decepciones e incomprensiones, relató. Mostioli es un “labrador de la tierra” para sembrar la Palabra y sigue de modo especial a los gitanos católicos: se acerca a ellos para los bautismos, las comuniones, las confirmaciones; celebra misas; organiza jornadas de lectura y oración con la Biblia.