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Un grito desde Haití, para que los jesuitas de la CPAL nos escuchen y ayuden1

Haití era, hasta ayer 19 de marzo por la noche, uno de los pocos países en el que ningún caso positivo del Coronavirus se había registrado todavía; por lo menos oficialmente. Sin embargo, el gobierno comunicó ayer por la noche los dos primeros casos.  Según parece, las autoridades están tomando medidas para proteger a la población de la pandemia. La frontera entre Haití y República Dominicana está cerrada desde la medianoche del 16 de marzo. En un decreto que apareció ayer por la noche el Gobierno ha anunciado, por fin, el cierre de todos los puertos y aeropuertos del país. Todas las actividades culturales, educativas y religiosas quedaron suspendidas. La angustia se transforma en miedo. Se vive un pánico nacional cuando se reconoce la fragilidad y la precariedad de nuestro sistema de salud, la promiscuidad y la falta de higiene que caracteriza la vida del pueblo haitiano y especialmente los más pobres de los pobres. 4.1 millones de haitianos viven ya en la inseguridad alimentaria; calculamos que, en los próximos días, especialmente con el cierre de puertos y aeropuertos, esta crisis va a agravarse, dejando en el hambre más de la mitad de la población haitiana. Ya los productos empiezan a faltar en los supermercados.

Entre tanto, el ministro de Medio Ambiente y Economía y Finanzas, Jouthe Joseph, fue nombrado e instalado el lunes 2 de marzo, como Primer Ministro por el presidente de la república Jovenel Moïse. Sustituye a Jean Michel Lapin quien fuera nombrado interinamente hace más de un año. Se espera que, con este nuevo gobierno, se cierre este largo ciclo de inestabilidad política y de violencia social y económica. El gobierno de los Estados Unidos, quien ha apoyado sin reserva a este gobierno impopular e incompetente, tendría que brindarle un apoyo real para combatir la miseria, la impunidad y la corrupción.

Por otro lado, después de varios días de manifestaciones violentas organizadas por los agentes de policía para reclamar el derecho a formar un sindicato, el Gobierno accedió a sus demandas. Una semana antes se había anunciado el establecimiento de un programa de seguridad social llamado “ona-polis” para tratar de restablecer la calma en las filas de la policía.

En medio de toda esta situación frágil y difícil, la Compañía de Jesús en Haití sigue buscando su camino y su propia voz. A la luz de las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) estamos repensando nuestra manera de ocupar el espacio y de trabajar, desde tres grandes opciones: la educación, la espiritualidad y la administración o gobierno. Hemos podido dialogar todo esto con el Provincial de Canadá en la ocasión de su visita anual en febrero pasado.

Nuestra gran preocupación sigue siendo Fe y Alegría. Durante los dos últimos años, con el equipo que dirige la obra, nos hemos dedicado a fortalecer la red y la estructura administrativa y pedagógica. En febrero pasado se realizó una Mesa Técnica (que tuvo lugar en Ouanaminthe – norte del país) en la que participó un equipo de Entreculturas, la Federación Internacional y el Presidente de la CPAL; allí fue presentado un adelanto del informe de una auditoría profesional realizada en los últimos meses. Siguiendo sus recomendaciones queremos renovar y potenciar el sistema y personal contable, y tenemos que enfrentar dos grandes urgencias: sanar un déficit acumulado de 250,000 dólares y constituir un fondo de inversión capaz de ayudarnos con el salario de los profesores mientras seguimos acosando al gobierno para que cumpla con su compromiso de pagar a los profesores. En Haití tenemos que estar presentes en el mundo de la educación si queremos que nuestro aporte sea significativo y duradero. Por eso, no sólo estamos abiertos, sino que pedimos la ayuda de todos ustedes tanto en recursos económicos que nos ayuden a salir adelante (¡cuánto puedan!… como la viuda del Evangelio), como en recursos humanos para responder con eficacia a esta misión tan esencial como es Fe y Alegría en un país como el nuestro.

Las oficinas del Fe y Alegría y del Servicio Jesuita a Migrantes, están albergadas en unas estructuras prefabricadas y “temporales” desde hace ya 10 años (tiempo del terremoto) y están totalmente deterioradas. Nuestros colaboradores y colaboradoras trabajan en condiciones límite; por eso quisiéramos poder contar con un espacio de trabajo que pueda acoger el conjunto de trabajos de Fe y Alegría, el SJM, el centro social CERFAS y la Escuela de Formación de Maestros que ya cuenta con más de 600 estudiantes, y que sería nuestro “instituto de formación superior”, que funcionarán donde ahora está el centro de espiritualidad en Tabarre. Este proyecto nos permitiría mutualizar servicios y compartir una misma estructura administrativa.

Por otro lado, desde el inicio de este año académico hemos concentrado muchos esfuerzos en mejorar los espacios físicos, la administración y la calidad de la educación en el Colegio San Ignacio que ofrece servicio a más de 700 jóvenes de una parte muy vulnerable de la zona metropolitana.  El gran desafío es adquirir un espacio más grande para poder reubicar o ampliar el colegio con el objetivo de poder ofrecer en mejores condiciones, implementar con más eficacia la pedagogía ignaciana y realizar las actividades de deportes que nos permiten luchar contra el individualismo y la violencia. Ahí también estamos buscando a colaboradores y ayuda para poder contar con más espacios y ofrecer un mejor servicio. Sería muy bueno si en ello pudiéramos beneficiarnos de la ayuda de FLACSI o volver a contar con la ayuda de la Red Claver para el empujón que necesitamos. 

Entre el 22 y el 29 de febrero pasado recibimos la visita del padre Erik Oland, nuestro Provincial de Canadá. Con él, además de discutir de nuestra nueva visión para los 10 próximos años, visitamos algunos habitantes de Carrefour Charles (localidad del sur oeste) en el marco del proyecto de creación de una parroquia jesuita en el departamento de Grand’Anse. La delegación fue calurosamente recibida por la población que hizo una demostración festiva al final de la reunión. Si este proyecto se materializa, serían dos las parroquias nuestras en esa región golpeada por el huracán “Mateo”. Como la implantación de esta parroquia requiere energía y recursos nos gustaría también poder contar con el acompañamiento y la solidaridad de la RELAPAJ.

Al agradecerle a la CPAL por brindarnos hoy espacio para compartir nuestro trabajo, proyectos y misión, quisiéramos recordar que Haití -junto con la Amazonía y Cuba- es uno de los territorios prioritarios de la común misión de la CPAL. Por eso, esperamos y hago un llamado fraterno a que las provincias que constituyen la conferencia, y en particular a los provinciales y a los jóvenes jesuitas, para que miren hacia nosotros y nos acompañen en el proceso de autonomía y de mayor servicio al pueblo haitiano. Les pedimos que sean sensibles a nuestras necesidades y urgencias en término de recursos humanos, infraestructura, financiamiento y formación. Reiteramos nuestro deseo de recibir jesuitas deseados de colaborar con nosotros al nivel de la Universidad, en donde varios de nosotros colaboramos y hay un rector jesuita; que nos ayuden a finalizar y poner en marcha el proyecto de instituto superior de formación de maestros; que haya algunos hermanos jesuitas que se ofrezcan a venir a este sufrido pueblo haitiano con humildad y nos ayuden a pensar y planificar nuestras estructuras administrativas; jesuitas apasionados con la misión de Fe y Alegría. Este es un grito de auxilio que quisiéramos que toda la Compañía de Jesús en América Latina escuche y considere.

Con la crisis mundial provocada por el coronavirus, los pueblos grandes van a replegarse sobre sí-mismos. El riesgo inevitable es que se olvidan los pueblos pobres, los más vulnerables. Nosotros somos los más necesitados de toda esta gran región.

Tenemos la esperanza de que la Compañía seguirá siendo solidaria recordando al mundo entero de nuestra existencia y del deseo profundo de nuestro pueblo de vivir dignamente.

Puerto-Príncipe, 20 de marzo 2020

P. Jean Denis SAINT-FÉLIX, SJ

Superior de los jesuitas en Haití