Beatos Rutilio, Manuel, Nelson y Cosme
Día de fiesta para la Iglesia y la Compañía en el Salvador
El 22 de enero celebramos la beatificación del P. Rutilio Grande y sus dos compañeros: Manuel y Nelson Rutilio, y del franciscano Cosme Spessotto, también asesinado en El Salvador en 1980. Estos cuatro hermanos son para nosotros ejemplo insigne de personas del común que se esforzaron, con una generosidad nacida de su Fe cristiana, en el servicio de los más pobres. Son, en ese sentido: paradigma, ejemplo, imágenes de lo que significa ser hijos en El Hijo, quien fue el último sentido de su existencia; por eso hoy la Iglesia los pone en el camino para declararlos santos.
Fray Cosme Spessotto fué asesinado con 60 años de vida, después de treinta años de servicio parroquial y pastoral en el departamento de La Paz, El Salvador. Durante los más crueles años de la guerra en El Salvador, denunció constantemente las injusticias que se cometían, ayudó a todas las víctimas y a cuantos le necesitaran en su ‘Jeep Samaritano’; al extremo de recoger los cadáveres en descomposición y darles cristiana sepultura a costa de exponer su vida a una venganza de cualquier parte. Efectivamente, el fraile no hacía distinción entre bandos decía: «a todos los he bautizado, todos son hijos de Dios».
Después de haber trabajado varias veces como formador en el seminario, y luego en el colegio Externado, Rutilio Grande regresó a la pastoral popular para servir a las comunidades campesinas de su propia parroquia de origen: Aguilares, en el poblado de El Paisnal.
El 13 de febrero de 1977, unos meses antes de su muerte, denunció en su sermón la expulsión del padre Mario Bernal Londoño (colombiano) por el gobierno de El Salvador:
“Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán cruzar las fronteras. Solo nos llegarán las cubiertas, ya que todas las páginas son subversivas—contra el pecado, se entiende. De manera que, si Jesús cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejarán entrar. Le acusarían al Hombre-Dios… de agitador, de forastero judío, que confunde al pueblo con ideas exóticas y foráneas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minorías. Ideas contra Dios, porque es un clan de Caínes. Hermanos, no hay duda que lo volverían a crucificar”.
Rutilio, Manuel y Nelson fueron asesinados en un camino de Aguilares cuando se dirigían a la iglesia de El Paisnal, para celebrar una eucaristía. Al saber de los asesinatos, monseñor Óscar Romero fue al lugar donde reposaban los cuerpos y celebró la eucaristía. En la mañana del día siguiente, después de reunirse con los sacerdotes y consejeros anunció que no asistiría a ninguna ocasión gubernamental ni a ninguna junta con el presidente de la república hasta que no se hiciera claridad sobre la muerte del P. Grande y tantas otras víctimas de la violencia. El santo arzobispo no asistió a ninguna ceremonia de Estado, en absoluto, durante sus tres años de ejercicio como pastor de San Salvador.
El domingo siguiente Monseñor Romero canceló las misas en toda la arquidiócesis para celebrar un sola en la catedral. Más de 100.000 personas se congregaron en esa ocasión para escuchar la homilía de San Oscar Arnulfo, que comenzaba diciendo:
“Pocas veces, como en esta mañana, me parece la Catedral el signo de la Iglesia universal. Es aquí la convergencia de toda la rica pastoral de una Iglesia particular que engarza con la pastoral de todas las diócesis y de todo el mundo, y sentimos entonces que la presencia no sólo de los vivos, sino de estos tres muertos, le dan a esta figura de la Iglesia su perspectiva abierta al Absoluto, al Infinito, al más allá: Iglesia universal, Iglesia más allá de la historia, Iglesia más allá de la vida humana”.
El pasado 22 de enero, durante la ceremonia de beatificación, estas palabras de Monseñor Romero cobraron más fuerza y actualidad que nunca.
A los jesuitas de la Provincia de Centro América, así como a todos los hermanos y hermanas que se regocijan con esta celebración de la santidad de estos cuatro compañeros de camino; a las familias de Cosme, Rutilio, Nelson y Manuel va todo nuestro agradecimiento, cariño y respeto. Que ellos intercedan por nosotros ante Dios y nos ayuden a ser fieles a Su Voluntad en la vida cotidiana.
ROBERTO JARAMILLO, S.J.
Presidente CPAL