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El P. Carlos Orellana   nos comparte las siguientes líneas en memoria del P. Rosendo Torres y su testimonio de amor a la Compañía de Jesús. 

Querido Chendo:

Llegue hasta ti mi más sincero saludo, hasta la Morada Santa, el lugar que el Padre te tenía preparado. Te recuerdo con alegría inmensa, porque sigues vivo entre nosotros los que te conocimos y compartimos contigo. Hoy te has encontrado cara a cara con tu Señor, el dueño de la vida, al que tú nos anunciaste con tu testimonio.

Recuerda que compartimos tres  años en la comunidad jesuita del antiguo Colegio Javier de Panamá.  Te conocí en marzo del 2002-2004, en aquella peculiar comunidad jesuítica, conformada, en su gran mayoría, por jesuitas panameños.

Recuerda aquellas reuniones comunitarias tan amenas con tus chistes, tu humor y vibra panameña. No podía faltar Néstor Jaén, con quien ya te has encontrado. Dile a Néstor que gracias por acompañarme espiritualmente durante mi magisterio. Gracias por sus consejos, su ejemplo y por mostrarme a Jesús en los pobres. Con ustedes aprendí a ser alegre, bromista, a reírme de la vida.

Recuerdas, Chendo, cuando junto al resto de los sacerdotes panameños, en aquella salita de comunidad, con aire acondicionado, recomponías la historia de Panamá. Todo lo sabías sobre historia y lo que no lo sabías, lo inventabas. Bastaba que se juntaran Néstor, Ardila, Fernando, Adonaí y tú, bueno, y de vez en cuando Marcelino y Pedro. Qué comunidad más edificante aquella, cómo olvidar esos bellísimos años, experiencias vividas.

Recuerda que en la salita de televisión, en más de alguna vez, Ardila y yo te pasamos el test para ver si estabas viendo tele o estabas dormido a eso de las 9:30 p.m. Muchas veces te pillamos dormido y roncando, aunque tú nos decías que estabas rezando.

Recuerda cuando me preguntaste algo sobre computación y yo te dije: no sé. Tú, con tu sonrisa de siempre me contestaste: “Coge tu dos con cinco”.

Quienes te conocimos y compartimos contigo, recordamos tu jocosa personalidad, tu talante apostólico como Canciller de la Arquidiócesis de Panamá, tu amor a la Compañía de Jesús y a la Iglesia panameña.

También supongo que estarás contándole a san Pedro algunos de aquellos chistes que nos contabas en la salida, y no dudo que estarás contento juntos a Néstor y al resto de los jesuitas que te han precedido.

Te recordaremos para siempre.

Con cariño,

Carlos Orellana, S.J.

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