P. ANDRÉS ALONSO GONZÁLEZ, S.J.
Andrés Alonso nació en Terminón, Burgos, España el 3 de mayo del año 1929. Entró en la Compañía de Jesús el 7 de septiembre de 1946, haciendo el Noviciado y el Juniorado en Loyola. La etapa de Filosofía la hizo en Oña. Para el Magisterio fue destinado al colegio en Granada, Nicaragua. Luego regresó a España para la Teología en Oña.
La ordenación sacerdotal fue el 29 de julio del año 1959 y la Tercera Probación en Gandía, Valencia, España. Al terminar la formación, el P. Alonso regresó a Centro América. Pasó 5 años en El Salvador, trabajando en el Externado San José y el Seminario San José de la Montaña. 51años de subida los dedicó al Liceo Javier de Guatemala.
El P. Alonso dejó la siguiente solicitud: “Me gustaría que esto sirviese de Homilía en la Misa del día de mi fallecimiento”
“La dimensión de la muerte lo da la grandeza de una vida y una vida es grande si, humildemente, ha estado enriquecida con una vocación a la Compañía de Jesús.
Y aquí estamos cumpliendo muchos años de Compañía y quizás con un bagaje demasiado liviano, para tantos años, desde aquel 7 de septiembre del año 1946 en que llegábamos a Loyola, al Noviciado.
Pero, quizás, el detalle de estos años de perseverancia nos tiene que obligar a un agradecimiento a Dios, que a la vez nos ha llenado de dones y gracias abundantes, en las diversas etapas de la Compañía.
La vocación – ese gran don de Dios. Tendría que reconocer, en primer lugar, que la Compañía me ha dado todo lo que soy y todo lo que tengo. Gracias por mi vocación a la Compañía de Jesús. Esta Compañía de Jesús movida por un solo fin, un solo objetivo, un solo ideal: El Reino de Dios y su corolario: el desarrollo del hombre en todas sus dimensiones. Todo ello, mediante una espiritualidad que puede representar la espiritualidad moderna por excelencia.
La Compañía que sobresale:
Por una formación sólida, amplia, abierta y profunda que ayuda eficazmente a la persona.
Por la estructuración interna de la personalidad de cada candidato y que permite a cada uno desarrollarla.
Por la confianza que, en general, sabe depositar en sus miembros, siempre con una dependencia responsable.
Por su capacidad para permitir a cada uno rendir plenamente. Por el sentido de lo universal y de lo humano. Por el espíritu de cuerpo que le caracteriza.
Por una fidelidad a la Iglesia en la libertad de los hijos de Dios.
Y por otras muchas cosas más, que sí enriquecen.
Mi vocación a la Compañía, no hay duda, que ha estado marcada por mi vocación a la Educación en los colegios: El Centro América en Nicaragua; el Externado en San Salvador y el Liceo Javier en Guatemala.
Los colegios: Una actividad de gran importancia en la Compañía y que el mismo San Ignacio, desde los primeros tiempos, intuyó como la gran oportunidad de preparar la juventud, que como agentes multiplicadores, más tarde, y profesionales habían de regir la sociedad. Todo un desafío que la Compañía asumió.
La gran ventaja es que al ser el trabajo en equipo, las limitaciones de cada uno quedan disimuladas por las cualidades del otro. Los colegios un apostolado que está entre los de primera línea, propios de la Compañía.
Señalo sobre todo, los cuarenta años, vividos en el Liceo Javier de los que guardo muchas vivencias y grandes recuerdos que me han llenado de satisfacción y que me han ayudado a reconocer mis limitaciones. Laus Deo. Y que Dios Nuestro Señor nos enriquezca con el gran don de la Resurrección”