Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola son parte del proceso de su conversión.
Son principalmente un encuentro íntimo con Dios de mucho amor y ternura. En ese encuentro nosotros podemos abrir nuestro corazón a Dios, le ofrecemos nuestros logros, consolaciones, todo aquello que hemos disfrutado de la vida y también le ofrecemos a Dios nuestras dificultades, nuestras penas, nuestro dolor, nuestro pecado y le pedimos que nos abrace en su misericordia.
En la experiencia de los ejercicios Dios nos invita a que nos entreguemos de manera completa, con mucha transparencia, porque entregándonos de esta manera es cómo podemos descubrir todo lo que Él puede hacer en nosotros y la manera como nos podemos entregar sirviendo y amando a los demás.
Los Ejercicios son una manera de ordenar la vida, ordenarnos en el amor, romper las ataduras interiores que nos impiden amar libremente.
Dios nos ayuda a descubrir en lo que hacemos como amamos y entregamos la vida amando con total plenitud.
El texto fue presentado el pasado 31 de julio en la Misa de San Ignacio.
Centro Bellarmino de Espiritualidad – Santiago de los Caballeros, República Dominicana.
MIRADA IGNACIANA DEL COVID-19 – P. Benjamín González Buelta, S.J.
Es esencial en la espiritualidad ignaciana ser fieles a la realidad. La contemplación de lo real es el camino para encontrarnos con la profundidad, con lo que se mueve más allá de las superficies brillantes o trágicas. En su última dimensión nos encontramos con Dios que ama el mundo con una pasión infinita y con una creatividad inagotable. La contemplación nos lleva a la implicación, y la implicación, en muchas situaciones, nos conduce a la complicación. Por eso hay muchas personas que rehúyen contemplar la realidad, y escogen espiritualidades menos encarnadas.
Ignacio es el maestro que nos enseña a contemplar hasta percibir el punto donde todo lo real se abre al trabajo de Dios, al dinamismo del reinado de Dios que todo lo atraviesa. El Covid-19 es una herida clamorosa en medio de nosotros. Como solemos decir, “es una realidad que grita al cielo”. No vamos a retirar la mirada, ni hacernos oídos sordos. Lo vamos a mirar desde el dinamismo de los EE. La mirada se va profundizando hasta descubrir de qué manera el Covid-19 afecta a Dios y a las personas y de qué manera Dios responde.
En el centro de la espiritualidad ignaciana, hablando de nuestra identidad de jesuitas, y de los colaboradores y amigos de la familia ignaciana en la misma misión, dice la C.G.35:
“Encontrar la vida divina en las profundidades de la realidad es una misión de esperanza confiada a los jesuitas. Recorremos de nuevo el camino que tomó Ignacio. Como en su experiencia, también en la experiencia, puesto que se abre un espacio de interioridad en el que Dios actúa en nosotros, podemos ver el mundo como un lugar donde Dios actúa y que está lleno de sus llamadas y de su presencia. Así nos adentramos con Cristo, que ofrece el agua viva, en zonas del mundo áridas y sin vida. Nuestro modo de proceder es descubrir las huellas de Dios en todas partes, sabiendo que el Espíritu de Cristo está activo en todos los lugares y situaciones y en todas las actividades y mediaciones que intentan hacerle más presente en el mundo (CG 35 2, 8).
El Padre trabaja siempre en las profundidades de la realidad, el Hijo se encarna solidario en el abajo humillado y fecundo de la humanidad, para revelarnos la salvación del reinado de Dios que todo lo alcanza, y el Espíritu nos inspira desde dentro de toda persona cultura y religión. La Trinidad no está lejos, en un espacio inaccesible, sino en nuestro camino. Ya en el bautismo de Jesús, la encontramos en la tierra humilde donde Jesús oraba. El Padre le dice al Hijo lleno del Espíritu: “Tu eres mi Hijo muy querido, mi predilecto” (Lc 3,22). También nos lo dice a cada uno de nosotros. La Trinidad es infinitamente humilde, en ella “vivimos, nos movemos y existimos” (Hech 17,28), nos constituye como personas y hace fecunda nuestra vida.
Para formar la mirada que descubre a Dios en el mundo y nos une a su acción de vida, Ignacio nos propone el proceso de los Ejercicios, donde van siendo trabajados el corazón y la sensibilidad.
Descarga aquí el itinerario completo.
DIOS EN LA PANDEMIA
“Pidan y se les dará,
busquen y encontrarán”.
Pedir y buscar unidos
como el inspirar y el expirar.
Pedir nos abre el corazón
al don de Dios, en su surgir,
en su crecer y en su sazón.
Buscar nos activa enteros
para salir y encontrar el don
que ya crece entre nosotros
al ritmo y forma de lo humano.
Dios sabe lo que necesitamos
y ya ha empezado a dárnoslo
antes que se lo pidamos
y es mayor que nuestros sueños.
En los trabajadores enmascarados,
los laboratorios en silencio,
las rutinas de servidores anónimos,
la soledad intubada y muda,
el vacío respetuoso de las calles,
los templos llenos de ausencias,
las cuatro paredes familiares,
los muertos al sanar a los heridos,
los entierros sin funeral ni llanto,
el cálido aplauso de las ocho
y las insomnes redes digitales,
ya está creciendo un don impredecible
desbordando nuestras oraciones
y las previsiones de los sabios.
¿Qué nueva humanidad se está gestando
en esta tierra que gime su embarazo?
No le pidamos a Dios impacientes
que presione el vientre de la historia
y acelere el parto. Es tiempo
de silencio servicial y expectante.
Fuente: Jesuitas.lat