Skip to main content

P. Luis Carlos Toro, S.J., jesuita panameño nacido en 1953, dedicó su vida en misión al trabajo desde la enseñanza y el acompañamiento pastoral en la Provincia Centroamericana.

 

P. Luis Carlos Toro, S.J., nació en Colón, Panamá, en 1953. Ingresó en la Compañía de Jesús en su país natal en 1977, con 24 años de edad y se ordenó, siempre en Panamá, en 1988. Realizó sus últimos votos en 1994 en San Salvador, El Salvador, país en el que iniciaría su vida en misión enfocada en la educación.

Entre 1990 y 1996 residió en el Colegio Externado San José, en San Salvador. Aquí se dedicaría a la docencia de literatura, religión y a coordinar la pastoral del colegio. En 1997, p. Lucho, como familiarmente se le conocía, se trasladó al Colegio Centro América, en Managua, Nicaragua. Ahí ejerció, también, la docencia de la literatura y se encargó de la coordinación del Departamento de Pastoral de la institución.

Managua fue su hogar hasta 2004, año en el que regresaría a San Salvador para dirigir la pastoral del Externado San José nuevamente y formar parte del Consejo de Dirección del Colegio. Hasta 2011, fue también Coordinador de la Pastoral de los Colegios de la Provincia y acompañó a las personas participantes en Ejercicios Espirituales.

En 2018 se trasladó a Guatemala, en donde sirvió como capellán de la iglesia Santa Sofía de la Universidad Rafael Landívar (URL) y como Vicerrector de Integración Universitaria. En 2020, volvió a El Salvador por un período de un año en el que se dedicó a la Dirección de Pastoral de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Entre 2022 y 2024, fue rector del Colegio Loyola y en 2025 estaba destinado a la comunidad del Colegio Javier en su natal Panamá.  Fue llamado a la Casa del Padre en Ciudad de Guatemala el 3 de marzo con 71 años de edad, 48 de Compañía y 37 de sacerdote.

La Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús agradece el don de la vida y la entrega de P. Lucho para las comunidades educativas y pastorales, a quienes sirvió con pasión absoluta en todo momento. Encomendamos su alma a la misericordia de Dios, confiando en que ahora descansa en su abrazo eterno.