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Evangelio del día, Juan 5, 1-16

“Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, donde hay una piscina llamada Betesda que tiene cinco pórticos, bajo los cuales estaba una multitud de enfermos, ciegos, cojos, tullidos y paralíticos. Todos esperaban que el agua se agitara, porque un ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua; y el primero que se metía después de agitarse el agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Jesús lo vio tendido, y cuando se enteró del mucho tiempo que estaba allí, le dijo: ¿Quieres sanar? El enfermo le contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, y mientras yo trato de ir, ya se ha metido otro. Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda. Al instante el hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar.

Pero aquel día era sábado. Por eso los judíos dijeron al que acababa de ser curado: Hoy es sábado, y la Ley no permite que lleves tu camilla a cuestas. Él les contestó: El que me sanó me dijo: Toma tu camilla y anda. Le preguntaron: ¿Quién es ese Hombre que te ha dicho: Toma tu camilla y anda? Pero el enfermo no sabía quién era el que lo había sanado, pues Jesús había desaparecido entre la multitud reunida en aquel lugar.

Más tarde Jesús se encontró con él en el Templo y le dijo: Ahora estás sano, pero no vuelvas a pecar, no sea que te suceda algo peor. El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía curaciones en sábado”.

Palabra del Señor.

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

Lo judíos perseguían a Jesús porque hacía curaciones en sábado

A Jesús lo persiguen, los representantes de la religión oficial de su tiempo, para matarlo, porque ellos hablan de una ley religiosa, en donde el amor, la compasión y la misericordia son inexistentes; lo único que les interesa es el cumplimento de una ley rígida, en donde no importa la persona, sino solamente cumplir con la rigurosidad de la ley. Y Jesús, que ha venido a darle plenitud a la ley, piensa antes en la persona, que en los preceptos de una ley ausente de la misericordia de Dios.

Como seguidor de Jesús, debo estar atento a si sigo los principios evangélicos que Él me plantea a través de su Palabra, o si vivo desde una ley rigurosa, cargada de normas y preceptos humanos, alejados del amor, la compasión y la misericordia de Dios. Toda ley, por muy religiosa que parezca, pero que esté carente del amor de Dios, no puede provenir de Él, sino de una elaboración puramente humana, que desconoce la compasión y misericordia de Dios.

¿Cómo ha sido mi experiencia con una ley rigurosa carente del amor y la misericordia de Dios?, ¿cómo veo la actitud de Jesús ante la rigurosidad de la ley religiosa de su tiempo?