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Evangelio del día, Lucas 4, 24-30

“Jesús dijo: Ningún profeta es bien recibido en su patria. En verdad les digo que había muchas viudas en Israel en tiempos de Elías, cuando el cielo retuvo la lluvia durante tres años y medio y una gran hambre asoló a todo el país. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una mujer de Sarepta, en tierras de Sidón. También había muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.

Todos en la sinagoga se indignaron al escuchar estas palabras; se levantaron y lo empujaron fuera del pueblo, llevándolo hacia un barranco del cerro sobre el que está construido el pueblo, con intención de arrojarlo desde allí; pero Jesús pasó en medio de ellos y siguió su camino”.

Palabra del Señor.

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

Ningún profeta es bien recibido en su patria

Jesús es rechazado por los suyos, quienes no creen en Él porque lo consideran uno más de ellos, uno que creció igual que todos, uno que vivió como todos, con grandes limitaciones materiales y también las propias de la condición humana; pues Jesús en todo fue semejante a nosotros, menos en el pecado. Este Haber visto a Jesús como uno más entre todos, les imposibilita reconocerlo como el Enviado de Dios, como Aquel que nos trae el camino de la salvación.

Es posible que a mí también me haya sucedido en algunos momentos, que no me valoran o no creen en mi crecimiento, porque me consideran el mismo de antes, aquel que vivió como uno de tanto entre los demás, y ahora que puedo demostrar, con el testimonio de mi propio ser, el crecimiento que Dios y la vida me han permitido, no logran reconocer que soy diferente, que he evolucionado para bien, pues ya no soy el mismo de tiempos atrás.

¿En qué momentos me he sentido rechazado en mi compromiso como seguidor de Jesús?, ¿Cómo suelo enfrentar las incomprensiones que encuentro por parte de otras personas?