Evangelio del día, Juan 6, 22-29
“La gente que se había quedado al otro lado del lago, se dio cuenta que allí no había habido más que una barca, y que Jesús no había subido con sus discípulos en la barca, sino que ellos se habían ido solos.
Mientras tanto algunas lanchas de Tiberíades habían atracado muy cerca del lugar donde todos habían comido el pan. Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí? Jesús les contestó: En verdad les digo, ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; Él ha sido marcado con el sello del Padre.
Entonces le preguntaron: ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios? Jesús respondió: La obra de Dios es ésta: creer en Aquel que Dios ha enviado”.
Palabra del Señor.
Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.
Trabajen por el alimento que permanece y da la vida eterna
El alimento que permanece y que nos da la vida eterna, es el mensaje de salvación que Jesús nos presenta a través de su Palabra; no debemos olvidar que lo que Jesús nos pronuncia en todo momento, solamente es salvación, no condenas, como muy bien Él los expresa: “Yo no he venido a condenar al mundo sino a salvarlo”. Y este mensaje nos nutre de su amor, nos llena de esperanza y nos lleva al compromiso de anunciarlo a todos los demás, sin excepción.
Siempre que acudo a la Eucaristía, me encuentro con dos alimentos que me fortalecen: el Cuerpo del Señor y su Palabra que es vida eterna. Sin los alimentos venidos de Dios, en mi vida como cristiano, no soy nada, me quedo vacío y sin fuerzas, es por ello que debo estar contantemente alimentándome del Cuerpo del señor y de su Palabra, para fortalecerme y llevar adelante la misión de seguir proclamando el Reino de Dios a todos mis hermanos.
¿Qué efecto tienen en mi vida, cuando recibo, tanto el Cuerpo del Señor, como su Palabra?, ¿de qué manera anuncio el mensaje de la Palabra del Señor a todos los demás?