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Evangelio del día, Juan 13, 1-15

“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo.

Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí? Jesús le contestó: Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde. Pedro replicó: Jamás me lavarás los pies. Jesús le respondió: Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo. Entonces Pedro le dijo: Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que se ha bañado está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos. Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: No todos ustedes están limpios.

Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si Yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho Yo”.

Palabra del Señor.

Compartimos una reflexión a cargo del P. Carlos Manuel Álvarez Morales, S.J.

También ustedes deben lavarse los pies unos a otros

Jesús nos señala el camino de cómo debemos ser entre nosotros, que consiste en ser servidores unos de otros; en su tiempo, lavar los pies, era propio de los esclavos para con sus amos, como una señal de sometimiento, y Jesús, al lavarle los pies a sus discípulos, les está diciendo que nadie puede estar por encima de otro, puesto que ante los ojos de Dios todos somos iguales, pues todos somos hijas e hijos de un mismo Padre, creados a su imagen y semejanza.

En mi seguimiento de Jesús, es muy oportuno que me pregunte cómo es el servicio que doy a los demás, pues si no vivo para servir, no sirvo para vivir de un modo evangélico, que es el camino que Jesús me enseña a través de su Palabra. Servir a los demás, desde la perspectiva cristiana, me lleva a entregarme, a desprenderme de mí mismo, a soltar mi acomodamiento, y ponerme en camino hacia el servicio desinteresado para con aquellos más necesitados.

¿Cómo ha sido a lo largo de mi vida el servicio que como cristiano ha dado a los demás?, ¿qué he experimentado en mi interior cuando me he puesto en una actitud de servicio de manera desinteresada?