En estos tiempos que vivimos de intentar adaptarnos a la nueva normalidad, buscando el sano equilibrio de la prudencia, aunque a veces tentando a la insensatez; me llama intensamente la atención ver estos carteles en bares, tiendas, incluso como anuncio de unas jornadas deportivas solidarias…«espacio seguro».
Esta propaganda se concreta en dependientes con mascarilla, empleados contando el número de clientes y otros desinfectando, máquina automática expendedora de gel hidroalcohólico, mesas muy separadas, asientos censurados, flechas para diferenciar los movimientos de las personas…
No sé qué especie de conexión neuronal se ha creado en mi cerebro, pero si se cumplen estas normas, me siento segura. Sin embargo, basta que descubra alguna nariz asomando sobre su mascarilla, o que huela humo de tabaco para notar que mi cuerpo se pone en alerta.
¿Sí? ¿Eso es seguridad? En este tiempo, eso parece. Pero a más anuncios que veo prometiéndome la seguridad en un paisaje con voluntad de asepsia, más siento que algo en mí se revela, y no es negacionismo, ¡no tiene nada que ver! Me cuestiona esto de «lo seguro».
Me he preguntado mucho en este último tiempo, dada esta situación global, y en vistas a irme a vivir a un país donde la violencia es un cotidiano, ¿dónde pongo mi seguridad? ¿con quién me siento segura? Soy de las que tengo los días bien programados, que me gusta saber qué va a pasar, que cuanto menos deje a la improvisación… mejor.
Controlo llevar la mascarilla, separarme de la gente, lavarme las manos… Pero ante la incertidumbre de cuándo me podré ir; el separarme, despojarme de la gente que son hogar; los miedos que aparecen ante una tierra y cultura desconocida; la inseguridad sobre si sabré responder a lo que se necesita; y muchas otras verdades que me hacen vacilar… Ahí, donde soy más humana, más frágil… solo tengo un espacio seguro, y es el que Dios me hace sentir al sostenerme, cuando respiro hondo y Él me invade de su Paz.
Y tú… en tu verdad más profunda, ¿en quién te sientes seguro?
Fuente: Pastotal SJ