Conversamos con Adam Álvarez, director del Servicio Jesuita a Migrantes en Costa Rica, sobre las motivaciones para acompañar a personas migrantes y refugiadas, los desafíos de esta labor en el contexto mundial actual y la identidad jesuita presente en el trabajo del SJM.
Adam Álvarez es un joven costarricense de 35 años de edad, antropólogo de profesión comprometido desde diversas aristas con la misión de la Compañía de Jesús. Graduado de la Universidad de Costa Rica (UCR), Adam ha coordinado en su país las ediciones de las Escuelas de Formación Política y Ciudadana, iniciativa del Apostolado Social de la Compañía de Jesús en Centroamérica que tiene por objetivo formar ciudadanos y ciudadanas críticos comprometidos con la justicia desde un enfoque alineado con los derechos humanos y el Evangelio.
Este año, Adam asumió la dirección del Servicio Jesuita con Migrantes en Costa Rica, obra de la Compañía de Jesús que acompaña en diversas áreas a personas en movilidad humana forzada en situaciones de alta vulnerabilidad. Recibe la dirección de Karina Fonseca, que, luego de cerca de dos décadas de servicio y de legado por la defensa y el acompañamiento de personas migrantes, se retira del SJM con la satisfacción de dejar bases sólidas para el trabajo desde su legado de liderazgo humano centrado en las personas.
En esta entrevista, Adam, que tiene más de una década de acompañamiento de procesos orientados a la defensa de los derechos humanos con énfasis en temas relacionados con la movilidad humana forzada, comparte las motivaciones para trabajar con personas migrantes y refugiadas, los desafíos de la labor en el contexto mundial actual, el trabajo del SJM en Costa Rica desde una perspectiva de acompañamiento solidario con identidad jesuita y lo que distingue su labor del resto.
¿De dónde surge la motivación por trabajar con personas migrantes y refugiadas?
De la conciencia social y del compromiso de lucha por la búsqueda de cambios en relación a las múltiples barreras estructurales y cotidianas que enfrentan las personas que, en su mayoría de manera forzada, se han visto obligadas a abandonar sus países. Costa Rica es el principal país receptor de personas migrantes en Centroamérica y uno de los países con la tasa de inmigración más alta de América Latina. Desde hace varios años, personas de distintas nacionalidades transitan por el territorio costarricense en condiciones de alta vulnerabilidad, ya sea en ruta hacia Estados Unidos o, más recientemente, como parte de flujos de retorno. La vida cotidiana en Costa Rica está estrechamente vinculada a la interacción e interdependencia con personas migrantes. Sin embargo, persisten importantes barreras para su inclusión plena y para el reconocimiento de la interculturalidad como un valor que enriquece y fortalece al país.

Equipo del SJM en atención a personas migrantes en el territorio. Foto: Cortesía SJM.
¿Cuáles son los principales desafíos de esta labor?
Actualmente, genera profunda preocupación el contexto global caracterizado por un retroceso en los derechos humanos, el avance de políticas y narrativas de odio, y la criminalización tanto de las personas en situación de movilidad humana forzada como de quienes les cuidan y defienden sus derechos. A esto se suma el brutal desfinanciamiento de la acción humanitaria y de los mecanismos de protección, así como la deriva autoritaria que debilita el Estado de Derecho, persigue a quienes cuestionan las estructuras de poder, restringe la libertad de expresión y reduce cada vez más el espacio cívico. Esta realidad afecta de manera grave a Centroamérica y se manifiesta, de forma creciente, en Costa Rica, un país que, desde fuera, suele ser percibido erróneamente como exento de estas problemáticas.
¿Vale la pena seguir apostando por la defensa de la justicia y los derechos humanos de personas vulnerables como las y los migrantes en el contexto mundial actual?
Sí, mucho más en el contexto actual. Frente al avance de los autoritarismos, el debilitamiento de los sistemas democráticos y el impulso de agendas ultraconservadoras que buscan desconocer derechos fundamentales y socavar los principios de humanidad compartida, fraternidad, justicia social y ecológica, resulta más urgente organizarnos, defender derechos y promover una cultura que proteja a todas las personas y a la Casa Común. Este, desde mi perspectiva, es uno de los principales llamados de nuestra época y de nuestra generación.

Una de las líneas de acción del SJM es la constante formación y capacitación en temas migratorios, como la solicitud de refugio. Foto: Cortesía SJM.
¿Qué motiva al Servicio Jesuita a Migrantes?
Nos inspira la esperanza de cada persona a la que acompañamos en su búsqueda de una vida mejor. Admiramos la capacidad de adaptación, creatividad y re-existencia de tantas personas migrantes que, incluso en las circunstancias más adversas, nos recuerdan cada día que es posible caer, levantarse y reinventarse. Reconocemos también la solidaridad y hospitalidad de personas y comunidades que acogen, cuidan, incluyen y celebran la vida en toda su diversidad, así como el trabajo colaborativo con distintas organizaciones con quienes, en los 20 años de trayectoria del SJM-CR, se han impulsado procesos de protección legal, inclusión social e incidencia para el beneficio de miles de personas migrantes y refugiadas. Durante las dos décadas de trabajo en Costa Rica, el SJM-CR se ha caracterizado por ser un espacio empático, cercano y de confianza para las personas que acompaña. Este camino ha sido posible gracias, en gran parte, al excelente liderazgo de Karina Fonseca, quien deja bases sólidas y un legado de compromiso con la misión de servir, siempre poniendo en el centro a las personas.
¿Qué distingue al SJM de otras organizaciones de defensa de DDHH?
Nuestro modo de proceder se basa en el reconocimiento de la dignidad humana y de las capacidades de agencia de las personas en movilidad humana forzada, entendidas como autoras de sus propias vidas, lejos del rol pasivo de beneficiarias o receptoras de servicios al que muchas veces son reducidas. Trabajamos con las personas y las comunidades, mediante acciones de acompañamiento humanitario, psicosocial, jurídico, de fortalecimiento de capacidades, así como de incidencia social, política y promoción de la convivencia pacífica. Nos esforzamos por contribuir a una respuesta integral, especialmente para quienes se encuentran en mayor vulnerabilidad, buscando la defensa de la justicia y el compromiso con la transformación social. Los cuatro verbos planteados por el Papa Francisco (acoger, proteger, promover e integrar) resumen con claridad nuestras prioridades de acción.

El SJM trabaja en alianza con otras organizaciones dedicadas al acompañamiento de personas migrantes y refugiadas, como es el caso de Oxfam. Foto: Cortesía SJM.
¿Cómo está presente la identidad jesuita en el trabajo del SJM?
En la preferencia por el acompañamiento a las personas más vulnerabilizadas, excluidas y discriminadas. En el discernimiento como práctica constante en el equipo. En la lucha por transformar las condiciones de exclusión para las personas en movilidad forzada. En nuestra prioridad por colaborar en las comunidades donde prevalecen contextos de alta vulnerabilidad, violencia y rezago institucional. En la transversalidad del encuentro intercultural y la hospitalidad cotidiana como contrapeso a las políticas y prácticas de odio, xenofobia y racialización. En la misión en Red del apostolado de migración forzada, y el enfoque en procesos donde la escucha, la convivencia desde la humanidad compartida, la conciencia crítica y compromiso transformador son pilares de acción. En la mística, la participación, la corresponsabilidad y cuidados como equipo y con las personas que acompañamos.