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En 2020, con la llegada del Covid-19 a Latinoamérica, nuestra cotidianidad se vio afectada por muchas adversidades y desafíos en materia de salud, educación, trabajo, recreación, convivencia, religión, entre otros. Centroamérica no estuvo exenta de esta realidad y ha reportado números e historias alarmantes de contagio, desempleo y desigualdad social. En este contexto, el Padre José Domingo Cuesta, SJ, (Panamá, 1963), asumió la misión y el servicio como Provincial de la Compañía de Jesús en Centroamérica. “Debemos sacar lo mejor de esta crisis, aprender de ella”, afirma el P. José Domingo, y anima a los jesuitas a seguir ayudando a todos y todas, en especial a los más vulnerables.

Actualmente, la Compañía de Jesús cuenta en nuestra región con parroquias, colegios, universidades, centros de espiritualidad, centros de atención a migrantes y casas de formación. Cada obra ha tenido que innovar y atender los signos de los tiempos para seguir anunciando la Buena Noticia. “Esto es lo importante: seguir actuando y no dejarnos paralizar con esta crisis”, comenta el P. José Domingo, quien también nos recuerda las Preferencias Apostólicas Universales definidas por la Compañía en su última Congregación General. En esta entrevista, nuestro Padre Provincial alienta a jesuitas, mujeres y varones colaboradores, estudiantes y feligreses a poner a Dios en el centro de nuestra vida y a ponernos en movimiento para vivir el Evangelio de Jesucristo.

¿De qué manera ha asumido usted el servicio como Padre Provincial desde el mes de abril de 2020? ¿Con qué realidades se ha encontrado?

R/ En abril del 2020 me encontraba en Nicaragua, al frente del Colegio Centro América, el Instituto Loyola y acompañando a la comunidad-enfermería que tenemos en el país. Me tocó vivir muy de cerca los efectos de la Pandemia del Covid-19 y la devastación que produjeron los huracanes ETA e IOTA. Asumir como Provincial no fue nada fácil. Tuve que utilizar los medios tecnológicos para estar en comunicación con la Provincia y acompañar los procesos y tareas que nos demanda la misión. ¿Con qué me encontré? Con una Provincia animada, trabajadora, cercana a la gente y confiando siempre en Dios. Como afirmó el P. Arrupe, EN ÉL – EN DIOS- DEBEMOS PONER SIEMPRE LA ESPERANZA.

En este 2021, ¿qué le diría a un joven centroamericano que desea ser jesuita?

R/ Necesitamos hombres con ganas de trabajar, con un corazón grande para amar y con deseos de dejarse llevar por Dios. El P. Adolfo Nicolás solía decir que tenemos que ser como la Jirafa: tener una mirada alta, larga, profunda (ese es el Magis) y un corazón grande para acoger a todos y todas y servir a los más pobres; personas así necesitamos.

El deseo de San Ignacio era “ayudar a las almas”, siempre amar y servir. Todo aquel que quiera encontrarse con el Dios de Jesús es bienvenido a la Compañía, sabiendo que somos un cuerpo -de sacerdotes y hermanos- con reglas, principios, estructuras, todo en función de la voluntad de Dios. El que quiere ser jesuita debe estar dispuesto a formarse durante muchos años para llevar a cabo las exigencias de la misión en un mundo diverso y complejo. El joven que tiene deseos de seguir a Jesús, realizarse como persona y estar entregado al servicio de los demás está invitado a ser “amigos en el Señor” en la Compañía de Jesús.

Actualmente, la Compañía cuenta con 35 jesuitas que han profesado votos en los últimos diez años. ¿Qué representan estas nuevas vocaciones para la Compañía de Jesús?  ¿Cómo se les está acompañando espiritualmente?

R/ Nos alegra seguir contando con jóvenes entusiastas, entregados a Dios. En ese sentido, la formación integral de los nuestros es una prioridad. La clave está en el acompañamiento. Las nuevas vocaciones representan una vitalidad apostólica grande. Por eso la formación es importante y la debemos comprender en función de su finalidad, cuidando de obtener progresivamente a lo largo de los años, una integración de los jesuitas en formación dentro del cuerpo apostólico de la Compañía. Siempre pretender en lo espiritual, comunitario, apostólico e intelectual un crecimiento equilibrado, armonioso y unificado.

Podríamos ser religiosos sin estudiar, seguro, pero no en la Compañía de Jesús. Ignacio ofreció el sacrificio de estudiar durante años, no en provecho propio sino para hacerse capaz de ayudar a los demás a salir de su miseria y de avanzar por el camino del progreso, ayudarlos a encontrarse con la persona de Jesús. Por eso insistimos en la necesidad de una preparación intelectual de altura para ser instrumentos más aptos del Señor. Somos llamados a un “ministerio instruido”, en la línea del magis ignaciano, que exige “erudición e inteligencia, imaginación y perspicacia, estudios sólidos y análisis rigurosos” (CG34, d.26,20).

La formación también es en lo afectivo. El amor apasionado por Jesús, en orden a tener realmente el corazón en El y en su misión, es indispensable para integrar todos los aspectos de nuestra vida y misión. El amor personal y profundo a Jesús es la experiencia vertebradora de nuestra vida y apostolado, y debe ser alimentado todos los días. Finalmente, San Ignacio nos pide que logremos encontrar a Dios en todas las cosas. Para esto, necesitamos momentos de oración, momentos en que el silencio acalla todo lo demás, excepto Dios, nuestro Señor y amigo; y sobre todo, la importancia de la Eucaristía cotidiana… La necesidad de hacer más fuerte, consistente y personal la experiencia de Dios y la relación amorosa con Jesús, no hará más fácil nuestro compromiso social; pero lo llenará de fuerza que requiere para ser auténtica Buena noticia.

En estos tiempos en que la pandemia nos ha revelado nuevos desafíos, ¿a qué misiones está llamado el jesuita de nuestra región?

R/ Nuestra respuesta a la Pandemia ha sido ayudar – apoyar a todos y todas, especialmente a los más vulnerables. Los pobres nos han enseñado que la afirmación de Dios no significa que no haya desgracia, sino que podemos convertir la desgracia en gracia. Debemos sacar lo mejor de estas crisis. Aprender de ella. Será siempre una oportunidad para seguir adelante con la misión.

Esta realidad nos ha llevado a innovar, a ser creativos. La última Congregación General nos ha llamado a fortalecer tres elementos básicos de nuestro modo de proceder: el discernimiento, la colaboración y el trabajo en red (C.G.36, d.2,3). Debemos estar pendientes a lo que Dios nos va pidiendo en esta realidad, hay que trabajar con otro y otros en una misión universal. Además, el P. General formuló las Preferencias apostólicas universales que son la concreción de la misión actual de la Compañía:

1. Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento. El compromiso a utilizar la conversación espiritual y el discernimiento.

2. Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia; lo importante es el camino que hacemos con los más vulnerables.

3. Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador. Son los jóvenes los que nos ayudan a comprender el cambio de época.

4. Colaborar en el cuidado de la Casa Común. Cuidado y respeto a la creación.

La pandemia ha mermado la comunicación entre las naciones centroamericanas. ¿Qué puede realizar la Compañía de Jesús para favorecer una cultura del encuentro entre nuestros países?

R/ La comunicación es el alma de toda relación y de la vida humana. Estamos aprovechando todos los medios tecnológicos que están a nuestro alcance. Además, en medio de la Pandemia, el aislamiento y la cuarentena, la gente se sigue moviendo y eso es bueno. El Papa Francisco, comentando el texto de la Resurrección de Jesús, nos puso el ejemplo de las mujeres del Evangelio invitándonos a seguir su ejemplo. Decía: “Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo”. Esto es lo importante: seguir actuando y no dejarnos paralizar con esta crisis. Estamos haciendo el esfuerzo por conectar a la gente desde la solidaridad con los más vulnerables.

Los jesuitas en Centroamérica tienen notable presencia en el sector educativo, uno de los más afectados por la pandemia. ¿Cómo afronta la Provincia estos desafíos? ¿Qué lecciones se han aprendido?

R/ La educación, y en particular los colegios son parte de la tradición misionera de la Compañía. San Ignacio y los primeros jesuitas vieron un enorme potencial apostólico en esta área. Cuando empezó la Pandemia, los colegios y universidades tuvieron que cerrar para dar paso a la educación en línea. Esto afectó el aprendizaje de los estudiantes. Las obras educativas tuvieron que innovar, formar a los docentes en tecnología y adaptarse a este nuevo modelo.

¿Qué hemos aprendido? La necesidad del cuidado de las personas y la misión, además del cuidado de la salud. Hay que cuidar a la persona, su salud (física y espiritual), su alimentación, su bienestar en general. Todo está relacionado. Finalmente hemos comprendido la necesidad de la UNIÓN DE ÁNIMOS, frase muy jesuita. Todo cuerpo, mientras vive, permanece unido; para sobrevivir, debe haber una unidad. Esa es la conclusión a la que llegaron los primeros jesuitas en la llamada “Deliberación de los primeros padres. 1538”. Si se separaban sin mantener algún vínculo de unión, desaparecerían.

El Papa Francisco ha insistido en el protagonismo del laicado en la vida de la Iglesia. ¿Qué acciones está realizando la Compañía en C.A. para fortalecer espacios como la familia ignaciana, la CVX y otras agrupaciones que incentivan el papel de laicos?

R/ Estamos en tiempos de cambio en la iglesia, en la sociedad, en nuestras culturas, en todas las culturas, también en la Compañía. Desde el Concilio Vaticano II, iluminada por el Espíritu, la Iglesia nos viene recordando que Cristo prosigue su misión en el mundo no solamente a través de los obispos y sacerdotes, sino también por medio de los laicos que son la mayoría del Pueblo de Dios. Asimismo, los Obispos Latinoamericanos en su reunión de Santo Domingo en 1992, resaltaron el reclamo de América Latina urgiendo un protagonismo mayor de los laicos, en la Nueva Evangelización, la promoción humana y la creación de una cultura auténticamente cristiana.

La Compañía de Jesús no se ha quedado atrás. Los laicos tienen una palabra que decir, se sienten parte integrante de la misión de la Compañía de Jesús, ya que ésta no puede realizar su obra apostólica sin contar con la cooperación de muchos hombres y mujeres de buena voluntad que se nutren, al igual que los jesuitas, de las fuentes de la espiritualidad de San Ignacio de Loyola. Queda claro, por consiguiente, que el Espíritu de Jesús nos está llamando, en cuanto hombres para y con los demás, a compartir con el laicado lo que creemos, somos y tenemos en creativa hermandad para ayuda de las almas y para la mayor gloria de Dios (C.G. 34).

En ese sentido, desde las diferentes obras apostólicas se están creando espacios para que los laicos puedan aportar desde su especificidad. En la Provincia están los Antiguos alumnos, las Comunidades de Vida Cristiana, los laicos ignacianos y todas aquellas iniciativas de formar en la colaboración. Desde los Consejos Apostólicos Nacionales se enfatiza en el papel del laico en la misión, fomentando espacios de formación y participación cada vez más activos.

¿Qué mensaje desea compartirles a los colaboradores, estudiantes y feligreses de nuestras obras?

R/ Parto de una frase que recoge lo medular de la espiritualidad ignaciana. Ante la realidad que estamos viviendo de la Pandemia y la incertidumbre del futuro, debemos hacer las cosas como si dependieran de nosotros, pero sabiendo que en definitiva dependen de Dios.

Fuente: Revista Enviado Para Más

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