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EL DIOS DE IGNACIO DE LOYOLA

 

Luego de leer nuevamente la Autobiografía de Ignacio de Loyola, esta vez con la intención de buscar y hallar  el Dios de Jesús que le acompañó, que le modeló, que le inspiró, me encontré como introducida en la escena, como escuchándole a la par del padre Luis Gonçalves da Camara y fui experimentando como si fuera la narración de una Madre y Padre en la fe, de un hermano y hermana, de un amigo o amiga creyente de hace cinco siglos, pero también de un compañero o compañera de camino de estos inicios del siglo XXI, en la Pascua del año 2014.

Y lo primero que me sorprendió fue constatar cómo se iba desplegando la real humanidad de Ignacio en un proceso sorprendente, agitado, paradójico, de dolor y de gozo, de esclavitud interna culpabilizadora hacia una permanente conquista de libertad (cf. Nº 25 de Autobiografía: “libre de escrúpulos”), nunca estático sino tremendamente dinámico, nunca acabado sino siempre abierto desde el instante presente al inesperado devenir.

El Dios que modela a Ignacio y el Ignacio que Dios modela, se encuentran con una realidad humana que se aparta de toda concepción plana, lineal y se abre  a lo más cotidiano de nuestra existencia, a “las DIFERENCIAS en el sentir… …y empezó a maravillarse de esta DIVERSIDAD… …viniendo a conocer la DIVERSIDAD de los espíritus…” (Nº 8 de la Autobiografía, en adelante AB) ya desde que tenía aproximadamente 27 años de edad, por lo tanto, en los mismos inicios de su mutación.

Más adelante, ya de penitente en Manresa habla de “VARIEDADES en su alma… …se empezó a espantar de estas VARIEDADES que nunca antes había probado… (Nº 21 de AB), pero luego se dice: “como ya tenía alguna experiencia de la DIVERSIDAD de espíritus (Nº 25 AB) y finalmente, cuando relata cómo había escrito los Ejercicios Espirituales dice: “…las elecciones las había sacado de aquella VARIEDAD de espíritu y pensamiento que tenía cuando estaba en Loyola, enfermo de la pierna…” (Nº 99 AB).

Estas diferencias, diversidades, variedades que tan frecuentemente nos asustan, tienen grandes obstáculos para fluir aún en nuestro mundo de hoy, especialmente cuando se absolutiza la dimensión de la razón, la dimensión pensante, la cabeza, dejando en desventaja esta dimensión sintiente, armonizadora a la que nos llevan nuestros cinco sentidos, nuestro cuerpo entero, nuestra dimensión emocional, todo ello parte integrante, irreversible e irreductible de nuestra condición humana. Es un paradigma emergente al que ya Ignacio estuvo atento, nuestras cosmovisiones ancestrales nos lo están recordando y la epistemología feminista lo está queriendo rescatar.

El modo como la Trascendencia se le va revelando a Ignacio muestra muy evidentes los polos como Consolación, gozo, plenificación, acontecer co-creador del Proyecto de Dios, confirmación del “buen vivir”, del “buen convivir”, humanización-divinización, despliegue de la ternura y amor materno, paterno y misericordioso de Dios. Y por otro lado la Desolación y tentación que veremos más adelante como agentes persistentes del mal.

 

EL DIOS QUE CONSUELA Y PLENIFICA:

 

Veamos a continuación algunos rasgos de la Consolación tal como se autodescribe el mismo Ignacio:

Ø  Siente que Dios le da “devoción e inclinación… …grande claridad” en dictar su Autobiografía (Prólogo del P. Luis Gonçalves da Cámara a la AB, pag 20).

Ø  En pleno trance de conversión se siente “consolado en sus deseos de ir a Jerusalén… …se quedaba contento y alegre…; …se siente con ánimo generoso, encendido en Dios…” (AB Nº 8 y 9).

Ø  La Consolación se le manifiesta muy frecuentemente a través de la “visión interior”, lo cual le provoca “…gozo-consolación excesiva por la visión de María con el niño… …tiene mayor consolación al mirar el cielo y las estrellas”. (AB Nº 10 y 11).

Ø  Ya habiendo iniciado su peregrinaje, hace muchas penitencias, “…ya no tanto por sus pecados, sino por agradar y placer a Dios. Y esto le consolaba…” (AB Nº 14).

Ø  Camino a Monserrate, quiere “…hacer grandes hazañas por amor de Dios… vela sus armas, las entrega y se confiesa” (Cf. AB Nº 17).

Ø  Camino a Manresa va dedicando cada vez más tiempo a la oración y se va despojando hasta de sus ropas “…va muy consolado… quiere pasar desapercibido, huye de toda estimación”. (AB Nº 18).

Ø  Ya en Manresa considera dejar toda vanidad y cuidado de su cuerpo y de comidas. Aquí tiene nuevamente una visión especial “…que le deleitaba y consolaba…” (AB Nº 19). Constata un “…estado interior con igualdad grande de alegría.” (AB 20).

Ø  Luego de sus 7 horas de oración diaria, “… por la noche le vienen grandes consolaciones espirituales…” que considera debe dejar para dormir un poco más. (AB 26).

Ø  Experimenta que “… Dios le trataba de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole… o por la firme voluntad que el mismo Dios le había dado para servirle, claramente él juzgaba y siempre ha juzgado que Dios le trataba de esta manera…” (AB 27). Y lo verifica en los siguientes puntos: “… consolación, gozo y lágrimas… claridad de entendimiento al hacer oración a la Trinidad… alegría espiritual sobre el modo como Dios había creado el mundo… visión que le aclara el entendimiento sobre el Santísimo Sacramento Jesucristo Nuestro Señor… … ve con los ojos interiores la humanidad de Cristo en muy variadas ocasiones y lugares… …en el río Cardoner se le abren los ojos del entendimiento con gran claridad, al grado de sentirse que es otro hombre… (cf. AB 27 al 30).

Ø  Cumplidos ya los 59 años de edad, vuelve a enfermar y tiene “…alegría y consolación espiritual que se derretía en lágrimas en haber de morir…” (AB 33).

Ø  Pero antes, con sus 32 años de edad, peregrino hacia Roma, va solo y a pie “…se le aparece Cristo de la manera que solía aparecer… y le confortó mucho…” (AB 41).

Ø  Embarcado hacia Jerusalén siempre de limosnero, a veces enfermo, sin provisión y con riesgo de naufragios “… el Señor le daba mucha consolación y esfuerzo…” (Cf AB 42 a 44).

Ø  Y estando en los santos lugares experimenta continuamente intensa consolación (Cf. AB 45 a 48).

Ø  Entre los 32 a 35 años de edad inicia estudios en Barcelona y Alcalá, ya dando Ejercicios Espirituales, predicando y “…hacía mucho fruto y daba gloria a Dios…” (cf. AB 54 a 63).

Ø  En varias ocasiones la Inquisición sospecha de su doctrina, lo examinan, lo encarcelan, lo liberan, y el peregrino se mantiene tranquilo y consolado “…estar preso por el amor de Dios…” (cf. AB 69).

Ø  Ya con 37 y 38 años estudia en Paris donde “…hallaba consolación pensando que cada maestro sería como Cristo y los compañeros como San Pedro y San Juan…” (AB 73-86).

Ø  Cumplidos los 46 años, van los 9 compañeros a Venecia, camino de Roma, donde tuvo “…muchas consolaciones y visiones espirituales…” (AB 95).

Ø  Cuando ya van de tres en tres a Roma se siente muy visitado por el Señor; “…ruega a la Virgen QUE LE QUISIESE poner con su Hijo… …y antes de llegar a Roma …sintió tal mutación en su alma y vio con tanta claridad que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo… (AB 96).

Ø  Finalmente, cuando escribe las Constituciones, tenía “…visiones que él veía en confirmación de alguna de las Constituciones, viendo unas veces a Dios Padre; otras a las tres personas de la Trinidad; otras a la Virgen, que intercedía, y otras, que confirmaba”. (AB 100).

 

EL DIOS QUE RESCATA Y ACOMPAÑA EN  LA DESOLACIÓN:

 

El otro polo de la Consolación, bien sabido tenemos que es la Desolación. Este contraste, ésta alternancia persistente y doble movimiento entre la Consolación y la Desolación es lo que constituye precisamente la diversidad, las diferencias, la variedad que mueve al ser humano. Es el dinamismo del combate espiritual, de la lucha cotidiana, del nuevo nacimiento en la Espíritu (Juan 3,1-21).

El Dios de Jesús que conduce a Ignacio, acompaña sabiamente estos rasgos innegables de nuestra condición humana. El mismo Jesús, en su caminada histórica, atraviesa  por este paradójico y desconcertante trance, no solo en la dramática oración del Huerto de los Olivos, sino en el mismo juicio y condena de las autoridades imperiales y sacerdotales. Inclusive antes, cuando es bestialmente tentado de realizar su misión de una manera espectacular, milagrera, simplona. (cf. Mt 4, 1-11 y paralelos).

Es la densidad de mal que nos acecha y nos lleva a estar alertas, despiertas, despiertos, siempre en movimiento, siempre en dinamismo Pascual de muerte-vida, como la semilla que se sumerge en la oscuridad, en el caos, para que luego estalle la vida en frutos abundantes y nutrientes, en sonrisas y danzas celebrativas, solidarias, resucitadoras, primaverales, en madrugadas y amaneceres prometedores.

Cito a continuación algunas narraciones de Desolación en Ignacio:

ü  Al mismo inicio de su conversión, contrasta frente a la Consolación el “…quedarse seco y descontento…” (AB 8).

ü  Ya de camino hacia Monserrat, cuando se encuentra con un moro, se culpabiliza por no haber defendido la virginidad de María: “…mociones que hacían en su alma descontentamiento… perseverando mucho en el combate de estos deseos… dudoso…” (AB 15 y 16).

ü  Ante las penitencias que se va imponiendo, se siente tentado de no aguantar 70 años esa vida de penitencia, pero luego experimenta fuertemente que es tentación del enemigo (cf. AB 20,21).

ü  “…empezó a tener grandes variedades en su alma, hallándose unas veces tan desabrido que ni hallaba gusto en el rezar, ni en el oír Misa… y otras veces viniéndole tanto al contrario de esto, y tan súbitamente, que parecía habérsele quitado la tristeza y desolación…” (AB 21).

ü  Resulta muy iluminadora la cruda etapa de escrúpulos que vive, cómo la describe con sencillez y cómo se deja acompañar de Dios a través de los confesores. Pues no le parecen suficientes las confesiones sacramentales  que ha hecho de los pecados de su vida pasada y llega a decir: “…le daba mucha aflicción, no quedaba satisfecho… se hallaba muy atribulado… …luego de sus siete horas diarias de oración no hallaba remedio para sus escrúpulos siendo pasados muchos meses que le atormentaban y gritó vocalmente a Dios pidiendo socorro, dispuesto a ir en busca de ello, incluso detrás de un perrillo… …le venían muchas veces tentaciones, con grande ímpetu, como para suicidarse, pero gritaba insistentemente que no quería ofender al Señor…” (cf. AB 22-25).

ü  Luego de la maravillosa visión frente al río Cardoner, tiene otra contrastante que le parece ser el demonio “… y con gran ascenso de voluntad lo menospreciaba con su bordón…” (AB 31).

ü  Me llama la atención cómo no aparecen rasgos de desolación ante las fuertes dificultades que vive durante los viajes en suma pobreza, como vil mendigo, con peligros de guerra de naufragio, sus graves enfermedades, etapas de soledad y de traición, las acusaciones, sospechas, juicios y cárcel por parte de la inquisición.

Me hubiera gustado haber tenido tiempo y espacio para comentar el Dios de Jesús en San Ignacio en el mismo texto de los Ejercicios y en su Diario Espiritual, pero lo dejo para otra ocasión. Sin embargo, no quiero terminar sin dejar de mencionar un comentario a la Anotación 325 del Libro de los Ejercicios que leí recientemente y que sugerentemente nos invita a desvelar el rostro de Dios desde la perspectiva feminista.

“Jesús se reconoció en los gestos y aprendió de las mujeres el modo de proceder de Dios. Por eso creo que Ignacio, cinco siglos después de dejarnos el precioso legado de los Ejercicios, se retractaría de aquella anotación 325, fruto de la época y de lo heredado –“el enemigo se hace como mujer…”, y podría decir hoy, y con mucha razón: “no tengan miedo, que el amigo viene como mujer”. Las mediaciones femeninas se abren paso para todos como impulso creador, espacio de novedad, de posibilidades inéditas, de abundancia de vida que aún desconocemos”. (“UNGIDAS”,  de Mariola López Villanueva, RSCJ, Santander, Ed, Sal Terrae, pag. 13).

PREGUNTAS para la reflexión personal:

1.    ¿Cómo valoras tu nivel de conciencia sobre la diversidad de movimientos internos que se dan en tu interioridad?

2.    ¿Qué aspectos del rostro de Dios te acompañan en esa variedad de movimientos internos que te habitan?

3.    ¿Qué necesitas hacer para desplegar toda la riqueza interior del Dios de Jesús que te impulsa y conduce imparablemente?

PREGUNTAS PARA CONVERSAR EN GRUPO:

1.    ¿Qué adjetivos o rasgos resaltarían del Dios de Jesús que acompaña a Ignacio de Loyola?

2.    ¿Creen que es posible vivir al margen de ese doble movimiento de Consolaciones y Desolaciones?

3.    ¿Cómo se pueden acompañar como grupo,  para saber leer el modo como Dios nos conduce internamente en la vida cotidiana?

Beatriz Eugenia Becerra Vega

Mercedaria Misionera de Bérriz

Guatemala. 30.04.14

 

 

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