La muerte, siempre extraña, a menudo incómoda; y en el mundo occidental contemporáneo, un poco escondida… hasta ahora. Este año el día de difuntos no podemos separarlo de los últimos meses, trágicos y difíciles. Tantas vidas segadas, tantas muertes prematuras, tantas historias truncadas por el virus en muchos lugares de nuestro mundo. No es cuestión de poner cifras. Porque no son números. Son madres, padres, maridos, mujeres, hermanos, hijos, amigos, abuelas, vecinos, compañeras de trabajo, compañeros de comunidad… tantos que han fallecido por esa Covid19 de la que hace un año todavía no imaginábamos que nos invadiría. Y tantos otros que han fallecido por otras causas, pero también están ahí, en este listado de ausencias y añoranzas de un día como el de hoy.
Al final, en la muerte, ya ni la Covid importa. Importan ellos, quienes ya no están –o empiezan a estar de otro modo–. La muerte trae dolor por la ausencia; nostalgia por los momentos que se han ido; añoranza por un presente en el que no están. Pero también trae –cuando empezamos a aceptar– gratitud, una gratitud enorme por las vidas de quienes amamos. Por las huellas que dejan en nuestras vidas. Por haberlos tenido. Si además la fe nos ayuda a poner un horizonte de sentido, y la esperanza de que, un día, de otro modo, nos volveremos a encontrar y ya no habrá tristeza, ni llanto, ni enfado… entonces sí merece la pena hacer, un día como hoy, memoria agradecida.
Ellos siguen estando. No solo en la esperanza de futuro. Siguen estando en nosotros, que los recordamos. Siguen estando en el amor que compartimos. En la memoria de los abrazos que nadie nos puede arrancar. En las imágenes que cada uno atesoramos en nuestra memoria. En las conversaciones que nos construyeron. En las canciones que nos hacen evocarlos. En la sonrisa con la que a veces acogemos un recuerdo. En lo que aprendimos de ellos. En el sentimiento que hace que a veces queramos obrar de tal manera que, donde estén, estén orgullosos de nosotros. Siguen estando en nosotros, porque cuando amas, eliges que alguien se quede contigo para siempre. Hasta más allá de la vida. Hasta más allá de la muerte.
José María Rodríguez Olaizola, sj
Fuente: Pastoral SJ