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Dinamica Juvenil de la Espiritualidad Ignaciana

Ignacio Iparraguirre, s. j.

San Ignacio llegó a poseer un dominio tan excepcional de su ser que ha quedado como el prototipo del hombre equilibrado y dueño de sí. La imagen de un ignacio “perfecto y santo varón”, trazada en 1593, se ha ido perpetuando a lo largo de los siglos. Esta perspectiva entusiasmaba a los hombres de las últimas generaciones, que se movían en un clima de seguridad y tranquilidad. Se sentían felices y satisfechos contemplando a los grandes héroes. Su ideal era imitarles en cuanto podían. pero el hombre de hoy se siente agitado por muchos problemas, y uno de los más graves es el de su identidad. Prefiere contemplar a Ignacio en otro momento no menos histórico y exacto, a Ignacio mientras se está haciendo y madurando en búsqueda de su personalidad espiritual. Describir a Ignacio haciéndose santo, no es negar que llegó a la santidad, es fijarse en el dinamismo interno que le fue estimulando a lo largo de su vida, es dejar de contemplar el fruto, para analizar la linfa vital interna. pero en este Ignacio que avanza a lo largo de su vida en lucha por su identidad, se pueden distinguir dos realidades: los rasgos propios de ese momento juvenil que van diluyéndose gradualmente y el sustrato juvenil que quedó para siempre. Es esto lo que más nos interesa. Porque lo que podíamos llamara la juventud dinámica de la espiritualidad ignaciana no es sólo algo propio de un tiempo de la vida del santo, sino algo que quedó como elemento constitutivo. No es una actitud externa temporal, una virtud determindad, es algo íntimo, como el espríritu en el hombre que, aunque no se puede contemplar al exterior ni describir en sus manifestaciones, va vivificando todo el ser.

Esto que podíamos llamar lo juvenil de Ignacio maduro constituye la fuente de la capacidad de adaptación del santo. es algo vital que se encarna en formas distintas según las varias contingencias. Varios elementos van suministrando energía a esta dinámica. Señalemos las principales.

Lo juvenil de Ignacio maduro

Primacía de la conciencia. El primer rasgo, clave en cierto sentido de toda actitud juvenil de Ignacio, es la primacía absoluta que da el santo a la conciencia. Enseñó al ejercitante el camino, y el modo de no equivocarse siguiendo la conciencia, ya que ésta tiene una trayectoria puesta por la ley natural y de las demás leyes. Pone dentro la luz del discernimiento para que pueda acertar en este difícil itinerario y  encontrar el paso justo. Respetuoso hasta el sumo con la conciencia no impone su modo de pensar. Ni siquiera exhorta. su táctica es poner a Dios con el ejercitante. Dios mismo se manifestará, se dejará sentir. No es un paternalista, que mantiene las riendas para dominar la situación. señala la dirección, como una guía, de las advertencia convenientes y luego deja al hombre con Dios. Son interesantes a este propósito las adiciones de los ejercicios. Pocos autores hay que bajen a tantos detalles de lo que se debe hacer antes de la oración: la postura que hay que adoptar, los pensamientos más convenientes para prepararse adecuadamente. Pero a la vez pocos hay que se retiren de modo tan absoluto como el santo en el momento en que se inicia el contactto con Dios en la oración. La mayoría de los autores espirituales van señalando afectos con Dios. Sería entrometerse en el sagrado recinto de la conciencia de otro, imponerse en ese momento sagrado. Sólo antes puede realizarlo, porque estima tanto la conciencia, que desea educarla, prepararla. No cae en el extremo contrario de la libertas suicida. Sabe aprovechar los valores de la libertad, eliminando sus peligros. De este modo de presentar la realidad brota necesariamente un sentido fuerte de responsabilidad, exigencia profunda del magisterio del santo y consecuencia de la necesidad de usar adecuadamente la libertad.

Anticonformismo

Precisamente porque respetaba tanto la primacía de la conciencia Ignacio fue antoconformista. no le bastaba que los demás hiciesen algo para que él lo hiciese. Buscaba su camino. Los problemas en que se vio envuelto a lo largo de su existencia, los largos años de búsqueda de su misión, las persecuciones, las dudas no se hubiesen dado, si se hubiese limitado a hacer después de su conversión lo que hacían los demás convertidos: llevar una vida cristiana ejemplar, hacerse sacerdote o religioso. No es que hubiese momentos en los que no pensase en seguir el camino trillado. “Ofrecíasele meterse en la cartuja de sevilla”, incluso cuando comenzó a enfriársele este propósito “a un criado de casa que iba a Burgos mandó que se informase de la regla de la cartuja y la información que de ella tuvo le pareció bien”. Ignacio quiso hacerse su camino, distinto del de los demás. Fue el peregrino, o como tres siglos más tarde Charles de Foucault, “el explorador de la voluntad de Dios”. Como todo explorador tuvo que caminar muchos años con increíbles fatigas de todo género para descubrir la voluntad divina. Se acercaba a todas las realidades de un modo personal. Estudiaba cada cosa en su situación concreta. De ahí el carácter dinámico existencial que dio a su espiritualidad. No le interesaba la situación determinada en se encontraba el hombre, sino el hombre en sí mismo, fuese cual fuese su situación. No ofrecía recetas para casos determinados, sino luz para todas las situaciones. Discernimiento no de un apostura, sino del mismo ser del hombre.

Actitud funcional

Ignacio fue anticonformista, pero no un destructor sistemático de formas. Tomaba lo válido de ellas. Apodtó una actitud funcional. veía cada cosa en relación con el fin. no elegía nada por la forma en sí misma, por la estructura externa, sino por su autenticidad. Le convencían sólo las instituciones que realizaban lo que de hecho significaban. Buscaba formas que encarnasen realidades. examinaba la razón de cada institución. Si sus estructuras respondían a esa finalidad, las aceptaba. En caso contrario las rechazaba. no le convencía la estructura de muchas órdenes religiosas. Creía que había en ellas elementos anacrónicos. Pero no despreció por ella la vida religiosa. Podó los elementos atrofiados, injertó los nuevos vivificadores y acabó por fundar una orden religiosa.  Tampoco le atrajo al principio el sacerdocio. No le convencía la visa que llevaban la mayoría de los sacerdotes que conocía: capellanes, beneficiados que buscaban más su propio bienestar económico que el del pueblo. y acabó por ordenarse sacerdote. Si llegó a esta vivificación profunda de las instituciones fue por que supo verlas en su posición justa, entender la función de ellas, organizar dentro de ellas todo en función de la finalidad justa. Su espiritualidad es dinámica, porque es funcional. Da el peso, la medida con la que puesde calcular todo. No indica el peso de cada cosa, entrega una balanza que pueda orientar en cada momento marcando el valor de cada realidad.

Para leer el texto completo: Dinámica juvenil de la espíritualidad ignaciana

 

 

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