Todo nos recordaba la bondad de Dios, incluso los detalles más pequeños como el canto de los pájaros. Era la presencia humilde pero vivificante del Espíritu que nos impulsaba cada día al encuentro con otros, sobre todo con aquellos que más sufren la injusticia social que prevalece en nuestro mundo.
Agradecemos a Dios esta experiencia que nos enseña a valorar y agradecer el camino en comunidad.
Por: Prenoviciado 2024
Las primeras comunidades cristianas (Hch. 2, 43) inspiran nuestro Prenoviciado: ofrecemos al grupo los dones que Dios nos regala y, poco a poco, vamos creciendo en confianza y amistad, así, los temores de compartir lo que somos y tenemos, es decir, nuestra propia vida, se diluyen.
El intercambio de gestos sinceros, la oración personal, el compartir de los sentimientos, la corrección fraterna y las conversaciones gratuitas, nutren y dan sabor a este proceso de confirmación de nuestra vocación. Este modo de vivir la experiencia mantiene el espíritu alegre y libre con el que dejamos nuestras casas para convertirnos en peregrinos en busca de sentido para nuestras vidas, como en su momento lo experimentará Ignacio de Loyola.
Entre peregrinos
Haber arrancado la semana haciendo una relectura del modo de vivir propuesto por San Ignacio de Loyola, en un taller ofrecido por Kevin Campos SJ, fue providencial, porque nos ayudó a disponer el corazón a lo que Dios tenía preparado para nosotros en la siguiente experiencia: el mochilazo.
Pero ¿qué es el mochilazo? Es una peregrinación en comunidad que suscita la confianza y la gratitud. Meidy Ramos, promotora de esta experiencia, nos recordaba la importancia de “conectar con nosotros mismos, con Dios por medio de la creación y las familias que viven su fe en comunidades de compartir agradecido, donde comparte lo que han recibido de Jesús”.
Mochilazo es caminar con alegría y esperanza…
A pesar de las distancias recorridas nunca perdimos la alegría. Depositamos nuestra confianza en Delmer y Meidy, los guías en el largo camino. Nos sentimos cuidados entre nosotros; ayudándonos con el peso de la mochila cuando había fatiga. Rezamos el rosario pidiendo la compañía de María; comimos frutas que la naturaleza nos ofrecía, todo esto registrado en el corazón, pero también en las fotografías, entre ellas las de nuestro acompañante p. Martín.
Todo nos recordaba la bondad de Dios, incluso los detalles más pequeños como el canto de los pájaros. Su Espíritu presente en la creación nos remitía la presencia humilde pero liberadora que nos impulsa a no dejar el camino a medias, sino que con la fuerza puesta en su Espíritu de Resucitado avanzar en el encuentro con los otros, sobre todo con aquellos que se han visto golpeados por la injusticia social que prevalece en nuestro mundo. Algo que agradecemos a Dios de esta experiencia es reconocer que no siempre va a ser uno de nosotros el que guía, habrá otros (as) que nos ayuden a caminar en comunidad.
Hacer misión en racimos, compartir desde lo que somos, aprender a escuchar y escucharnos, salir de nuestras comodidades para encontrarnos con otros colaboradores en la construcción del Reino de Dios siempre será motivo de alegría y esperanza, porque confirmamos que somos muchos los que imitando a Jesús de Nazaret damos cabida a que otro mundo es posible.
Los niños(as) son y hacen iglesia
“Yo lo hago porque me gusta hacerlo, nadie me lo pidió”, fue la respuesta que salió de la boca de Kevin, un niño de 11 años que integra la Comunidad Inmaculada Concepción del llano de Las Palmas, luego que uno de nosotros le preguntara de que porqué había salido corriendo a recoger las ofrendas. Al igual que él, son muchos los niños y niñas que viven esta experiencia de fe en las Comunidades de Compartir Agradecido, donde han descubierto a un Jesús que “nos quiere felices porque es nuestro amigo”.
El compartir con ellos desde el juego nos bastó para confirmar que no podemos seguirles viendo como el futuro de la iglesia, sino como el presente, porque con sus aplausos, sonrisas, acciones dentro de la dinámica comunitaria como barrer, arreglar el altar, recoger las ofrendas, cantar, compartir sus reflexiones por medio de dibujos o frases cortas es su manera de estar.
Los adultos mayores tienen mucho que contarnos
Mientras nuestros pasos avanzaban por las calles de las aldeas visitadas, Jesús se mostraba en los rostros e historias de personas que nos permitían entrar a sus casas para hacer una oración, compartir con nosotros parte de la realidad que viven, regalarnos un cafecito, agua y algún dulce artesanal.
Al llegar a Ojo de Agua, una comunidad conformada por 14 casas, estando la mitad sin habitantes a causa de la migración, nos encontramos con doña Enriqueta Velázquez, 90 años y José Acosta, 102 años, su esposo, ambos a pesar de sus complejas enfermedades daban gracias a Dios por sus vidas y la de sus hijos.
La alegría con la que nos recibieron, sus abrazos reconfortantes y don José compartiendo con dificultad parte de sus vivencias de joven nos llevó a pedir perdón por nuestra sociedad que tiene como bandera la cultura del descarte y olvido de quienes nos han cuidado, protegido y regalado su sabiduría para afrontar la vida. Una humanidad que se desarrolla en el individualismo que no permite ver el regalo del testimonio de tantos adultos mayores que aún en su dolor ven la bondad de su Señor.
Deseamos compartir con ustedes las palabras con la que Enriqueta nos despidió de su casa: “los viejitos ya no tenemos fuerzas para ponernos las sandalias, pero si tengo el corazón para recibirlos a ustedes y amarlos”… Que esto resuene en ustedes como lo hizo en nosotros.
En las comunidades de compartir agradecido pudimos contemplar a Jesús transfigurado
En el último día de mochilazo, hicimos memoria de la transfiguración de Jesús, y relacionando este momento de la vida del Maestro con lo que vivíamos, pudimos sentirnos invitados por Él, al igual que Pedro, Juan y Santiago para subir a la montaña a pesar de nuestros miedos, inseguridades y fragilidades para verle de otra manera, dándonos ánimos para seguir en la misión.
Al llegar a la cima nos encontramos con las Comunidades de Compartir Agradecido, en donde Jesús se manifiesta de un modo particular: un hermano que anima a verse como tal; incluso con aquellos que profesaban otra religión, está en sus luchas contra los que buscan maneras de robarles su cultura y bienes comunes, motiva el cuido de la tierra y tiene una opción preferencial por ellos (los pobres), porque hacen el Reino de su Padre desde ahora.
En esta semana agradecemos al Dios Eternal por tanto bien recibido, por irnos confirmando desde la cercanía con las personas nuestra vocación, por la existencia de las Comunidades de Compartir Agradecido, por actualizar su transfiguración en esta experiencia de mochilazo y por hacer de nosotros personas sensibles que le reconocen en todo(s).
Señor, gracias por mostrarnos el camino para hacer de nuestras vidas un compartir y repartir, queremos seguir este camino con vos y en vos. Sigue presentándote transfigurado en los momentos de desolación para seguir diciendo Sí a la tarea de anunciar el Reino de tu Padre, que se vuelve persona en ti.