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Queridos Reyes Magos: Este año tiene que ser especial. De algo tiene que servir haber pasado por lo que hemos pasado. Llega el rato de pensar en necesidades que no tengo o en excusas varias para convencerme de comprar aquello que no me hace la menor falta. Mientras os escribo esta carta y revuelvo entre mis cosas me doy cuenta de que apenas he usado la colonia, que tengo calcetines sin estrenar y que ya casi no utilizo las corbatas. Que ahora hago más uso de los libros, de mi sillón orejero y de mis zapatillas que de los «castellanos», las camisas y los gemelos. Y claro, esto lo cambia todo, o casi todo, a la hora de escribiros. El permanecer ha ganado importancia al parecer.

Y así, con este runrún, me han saltado varias ideas. Y esta vez –no como los últimos diez años– lo tengo claro. Nada de colonias, nada de calcetines y nada de corbatas. Este año quiero una cámara de fotos. Pero no una digital con las que puedes hacer tres mil quinientas cuarenta y dos fotos en un viaje de tres días. No, de esas no. La quiero analógica, de las que hay que poner carrete de veinticuatro o de treinta seis, llevar a revelar a una tienda y esperar con ansia el resultado. Es raro, lo sé, pero hacer fotos con una cámara analógica tiene su aquel.

Como en la vida misma, tienes un número limitado de disparos. Inicias de forma inconsciente un proceso de reflexión sosegado y honesto: ves, observas con curiosidad, paras, enfocas, revisas, das un paso hacia adelante y enseguida otro hacia un lado. Y disparas. O no, porque no puedes malgastar. Todo tiene otro ritmo: hay que tener claro el encuadre, imaginar con una mayor lucidez qué es lo que quieres plasmar, lo que (te) quieres transmitir, dónde quieres llegar. Además, que con esta cámara luego no hay opción de filtros que disfracen el momento y lo conviertan en lo que no es.

Me dijo mi padre hace muchos años que aquellos a los que nos gusta la fotografía tenemos mucha suerte porque vemos nuestro alrededor de otra forma. Creo que sé exactamente a qué se refiere. Percibimos un halo de belleza allí donde otros quizá no, aunque tengan enfrente lo mismo que tú. Hay muchas más situaciones que no nos dejan indiferentes.

Eso es lo que quiero para este año: tratar de adivinar esa belleza y removerme, conmoverme –para bien y para mal–. Darle autenticidad a lo que miro, a lo que escucho, a lo que hago, a dónde y con quién estoy. A qué y a quién dedico mi tiempo. Vivir más con los ojos de un fotógrafo.

Lo que fotografías son tus recuerdos, tus vivencias y tus experiencias. Es lo que quieres que haga poso, que se quede en fondo y forma dentro de ti y en los demás. Para siempre. Es lo que quieres que perdure en el tiempo.

Porque solo entonces, todo cobrará sentido, y es ahí cuando disparas.

Gracias, Queridos.

Lucho

Luis Hernanz

Fuente: Pastoral SJ