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Comunicar en una sociedad polarizada, ser promotores de unión, de encuentro, de reconciliación, de coincidencia en la diversidad: ¿cuál es la actitud, la forma mentis necesaria para ser buenos comunicadores en un contexto en el que la polarización quiere imponer su ley a todo discurso público o privado?

La polarización es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, pero que ahora tiende a incrementarse exponencialmente frente a cambios e incertidumbres a gran escala. En EE. UU., donde casi la mitad de los demócratas y los republicanos ven a los otros como una amenaza al bienestar de la nación, la creciente polarización ha despertado estudios y proyectos para intentar superarla[1].

En este ámbito se destaca el psicólogo social Jonathan Haidt, quien en The Righteous Mind ha subrayado la importancia de las «intuiciones morales» y el hecho de que las personas busquen argumentos para defenderlas[2]. Para superar la brecha que los separa, liberales y conservadores tienen necesidad de aprender cuáles son las intuiciones morales que los motivan a unos y a otros.

La organización de ciudadanos Better Angels busca «despolarizar América» realizando proyectos prácticos en los que reúne a partidarios de los demócratas y de los republicanos[3]. Su fundador, David Blankenhorn, que se describe como una persona herida por las culture wars americanas, ha identificado siete «hábitos» para «despolarizar» el conflicto, deduciéndolos de las siete virtudes del cristianismo clásico. Las tres virtudes más altas, según Blankenhorn, son: 1) «criticar desde dentro», es decir, criticar al otro desde un valor que se tiene en común con él (reconociendo que las intuiciones morales suelen ser universales); 2) «buscar los bienes en conflicto»; reconocer que, mientras que algunos conflictos tratan del bien en oposición al mal, la mayoría de ellos son conflictos entre bienes, y la tarea, por tanto, no consiste en separar el bien del mal sino en reconocer y sopesar los bienes que compiten entre sí; 3) «contar más de dos», es decir, superar la tendencia a dividir en binomios antagónicos, que conducen a pseudodesacuerdos[4].

También en la Iglesia católica estadounidense podemos encontrar intentos de superar las agudas divisiones intraeclesiásticas entre católicos «progresistas» y «conservadores». En junio de 2018, por ejemplo, la Georgetown University patrocinó un encuentro de ochenta líderes con el fin de intentar superar la polarización a partir de la doctrina social de Iglesia y del ejemplo del papa Francisco[5]. Uno de los ponentes, el arzobispo de Chicago, cardenal Blase Joseph Cupich, hizo notar la distinción entre partidismo (partisanship) y polarización. Lo primero es división o desacuerdo que, sin embargo, permite trabajar juntos para lograr fines compartidos, mientras que, en el caso de la polarización, el aislamiento y la desconfianza entre unos y otros hace imposible la cooperación. Cupich recordó a san Juan Pablo II, quien describió la polarización como un pecado porque suscita obstáculos por lo visto insuperables para el cumplimiento del plan divino para la humanidad.

La postura del papa Francisco ante la polarización

El papa Francisco ha observado que «nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos»[6].

En su mensaje para la 53ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales dice: «La identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros)[7]. El ser miembros los unos de los otros —afirma en su reflexión el santo padre— es la motivación más profunda de la obligación de custodiar la verdad, que se revela precisamente en la comunión[8]. El Papa describe la Iglesia como «una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los likes, sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás»[9].

Uno de los discursos más contundentes al respecto fue el que el papa Francisco pronunció ante el Congreso de EE.UU.: «Puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores». Y proseguía, exponiendo una posible paradoja: «En el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice no»[10]. En clave cristiana, este «no», esta resistencia, es un «criterio de sanidad y ortodoxia cristiana» que consiste «no tanto en el modo de actuar como en el modo de resistir»[11]. Dicha resistencia personal reconoce que la polarización nace primero en el corazón humano y, posteriormente, puede estar fomentada por los medios y la política.

En el Mensaje para la 50.ª Jornada de las Comunicaciones Sociales el Papa precisó que el mal uso de los medios de comunicación puede «conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos»[12]. Del mismo modo, una política está enferma cuando prospera en función de los conflictos, acentuándolos para aumentar el poder o la influencia del político «intermediario», muy distinta de una política sana que se esfuerza en conciliar a las personas en torno al bien común, y en la cual el político es «mediador»: uno que se sacrifica a sí mismo en favor del pueblo[13].

Ya en 1974, en sus comienzos como provincial de los jesuitas, Bergoglio hacía ver que en los Ejercicios Espirituales el pecado es «fundamento desintegrador de nuestra pertenencia al Señor y a la Iglesia»[14]. El pecado desintegra también nuestra pertenencia a la humanidad. «El único enemigo real —reflexionaba Bergoglio— es el enemigo del plan de Dios»[15], que, como dice Pablo «dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Rom 8, 28)». Y concluía: «Esta es la hermenéutica para discernir lo principal de lo accesorio, lo auténtico de lo falso»[16], las «contradicciones del momento» del tiempo de Dios[17], que es «más grande que nuestras contradicciones»[18].18

Una «forma mentis» despolarizadora

Analizaremos ahora cuatro actitudes del papa Francisco que pueden ayudarnos a configurar la forma mentis[19] necesaria para discernir cómo comunicar bien en medio de una sociedad polarizada. Se trata de dos «noes» y de dos «síes». Ante todo, no discutir con el que busca polarizar y no dejarse confundir por falsas contradicciones. Segundo, decir sí —más con las obras que con las palabras— a la misericordia como paradigma último, y decirlo en dialecto materno, que llega al corazón de cada persona en su propia cultura.

Consideremos en primer lugar algunas situaciones en las que el Papa, con pocas palabras (a veces le bastó un gesto, una pausa o un silencio elocuente), comunicó bien en un contexto de polarización.

En el encuentro celebrado en el Augustinianum sobre el diálogo intergeneracional con ocasión de la presentación del libro La sabiduría de los años[20], el papa Francisco dialogó con una pareja de abuelos que le expresaron su necesidad de ser ayudados para poder hablar bien con sus hijos. Le decían: «A pesar de nuestros esfuerzos como padres para transmitir la fe, los hijos algunas veces son muy críticos, nos contestan y parecen rechazar su educación católica. ¿Qué debemos decirles?».

El Papa hizo una pausa de apenas un instante y respondió resueltamente: «Hay algo que dije una vez, porque se me ocurrió espontáneamente, sobre la transmisión de la fe: la fe debería transmitirse “en dialecto”. Siempre. El dialecto familiar, el dialecto… Pensad en la madre de aquellos siete jóvenes que leemos en el Libro de los Macabeos: dos veces la historia bíblica dice que la mamá los alentaba “en dialecto”, en la lengua materna, porque la fe se había transmitido así, la fe se transmite en el hogar»[21]. Después agregó: «Nunca discutáis, nunca, porque es una trampa: los hijos quieren llevar a los padres a la discusión. No. Mejor decir: “No sé responder a esto, busca en otra parte, pero busca, busca…”. Evitad siempre la discusión directa, porque aleja. Y siempre el testimonio “en dialecto”, o sea con esas caricias que ellos entienden»[22].

La fuerza de ese breve diálogo entre el Papa y la pareja de padres-abuelos contiene un núcleo comunicativo que despoja de sus armas al que, voluntariamente o no, polariza. Se trata de adoptar estas dos actitudes: dar testimonio en dialecto y no discutir. No discutir supone hacer un discernimiento: decir «no» a una falsa polarización y decir «sí» a un paradigma superador: el de la misericordia.

Estas actitudes afloran en otros dos episodios del pontificado de Francisco. El primero, durante el vuelo de regreso del viaje apostólico a Irlanda. Una periodista le hizo una pregunta a propósito de las acusaciones de encubrimiento lanzadas aquella mañana por el ex nuncio apostólico en Estados Unidos, el por entonces arzobispo Carlo Maria Viganó[23]. La pregunta solicitaba al Papa que declarase si aquellas acusaciones (sobre el asunto de los abusos sexuales en los que estaba involucrado el excardenal McCarrick) eran verdad o no. En vez de responder dentro del marco creado por Viganó, Francisco respondió que no iba a decir una sola palabra por el momento; más bien invitaba a los periodistas a investigar personalmente acerca de la veracidad de las acusaciones. Su silencio fue interpretado de diversas maneras, algunas más favorables que otras; pero lo importante fue la opción por hacer silencio. Sobre esto volveremos más adelante.

El otro episodio tuvo lugar en el vuelo de regreso del viaje apostólico a Myanmar y Bangladés[24]. Durante la visita había crecido una polarización en torno a si debía pronunciar o no el término «rohinyá», etnia no reconocida en Myanmar por las autoridades militares. El Papa había evitado usar ese término en Myanmar, pero una vez llegó a Bangladés tuvo un emotivo encuentro con 16 refugiados en el cual dijo que «Dios hoy también se llama Rohinyá»[25].

En la conferencia de prensa a bordo del avión, el Papa explicó que usar ese nombre en sus discursos oficiales hubiera sido como dar un portazo en la cara a su interlocutor, y que «cerrando puertas y con la agresividad se impide el diálogo y el mensaje no llega». En vez de ello, en sus discursos en Myanmar habló de la importancia de la inclusión de todos, de los derechos y de la ciudadanía, lo cual, después, en sus encuentros privados, le permitió «ir más allá». Luego, en el encuentro interreligioso de Daca, se le salió espontáneamente el nombre cuando saludó a los refugiados. El Papa refiere en el vuelo de regreso que pensó: «“Yo no puedo dejarlos ir sin decir una palabra” y pedí el micrófono. Y comencé a hablar… No recuerdo qué dije. Sé que en un momento dado pedí perdón […] en ese momento, yo lloraba. Intenté que no se viera. Ellos también lloraban». Francisco completó así su reflexión: «Visto todo el recorrido, el camino, yo sentí que el mensaje llegó». Tenía un mensaje que comunicar, un mensaje centrado en la misericordia y la inclusión y, para comunicarlo, había sido capaz de superar las polarizaciones.

No discutir con el que acusa

El testimonio y el consejo de Francisco es no discutir en un contexto polarizado. Tanto si se trata de una discusión familiar, con la recomendación dirigida a los padres cuando los hijos tratan de arrastrarlos a una discusión, como si se trata de discusiones públicas, en las que se lanzan acusaciones con alto grado de agresividad mediática, como las del caso Viganó.

El contexto familiar, en el que el Papa sacó a relucir el criterio de «no discutir», nos muestra que el «virus de la polarización» se introduce incluso entre los que se aman. Esto mismo ayuda a comprender la trampa en la que solemos caer cuando nos dejamos arrastrar por el espíritu de discusión. Con los que nos aman, no discutir va unido a hablarles «en dialecto», sabiendo que comprenderán este lenguaje de amor. Con los que no nos aman y nos atacan, no discutir va unido, en cambio, a hacer silencio y, como solía hacer el Señor cuando no respondía a las provocaciones de los escribas y fariseos, «dejar que se cocinen en su propio caldo». Dice el Papa: «Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que solo buscan el escándalo, la división, que solo buscan la destrucción, también en las familias: silencio. Y oración»[26].

El silencio evita que quedemos atrapados en la espiral de acusaciones y condenas detrás de las cuales siempre está el mal espíritu del «gran Acusador»[27]. Frente al ataque encarnizado solo hay una actitud posible, la de Jesús: «El pastor, en los momentos difíciles, en los momentos en que se desata el diablo, donde el pastor es acusado, pero acusado por el Gran Acusador a través de tanta gente, tantos poderosos, sufre, ofrece su vida y ora»[28].

Es un silencio que desvela la única contradicción real: la que se establece entre el padre de la mentira y Cristo crucificado[29]. «En momentos de oscuridad y mucha tribulación, cuando las “galletas” y los “nudos” no pueden desenredarse ni las cosas aclararse, hay que callar: la mansedumbre del silencio nos mostrará aún más débiles, y entonces será el mismo demonio quien, envalentonado, se manifieste a la luz, quien muestre sus reales intenciones, no ya disfrazado de ángel de luz, sino desembozadamente»[30]. Contra el gran Acusador, el criterio es el del Señor, que no habla de sí mismo, sino que lo vence con la palabra de Dios[31].

Esta actitud de «no discutir» no tiene nada que ver con la paz quietista ni con el falso irenismo que, según la lógica de la polarización, supondrían parcialidad («el que calla otorga») o huida del conflicto. Nada más lejos del pensamiento y de la actitud de Francisco. Él no solo asume el conflicto y la tensión como oportunidades creativas, sino que discierne la acción del mal espíritu que trata de camuflar la verdadera contradicción y que propone la paz como si fuera un negocio en vez de un arduo camino[32].

En unos puntos de meditación a los estudiantes del Colegio Máximo con motivo del fin de año (1980)[33], Bergoglio hacía notar que las tentaciones contra la unidad pueden ser muchas, pero que la principal radica «en no aceptar el esquema bélico de la vida espiritual; y se puede no aceptarlo ilusionados por un irenismo o acelerados por el prurito de una siega prematura, agudizando las contradicciones»[34]. «El irenismo —afirmaba— delinea una suerte de ilusión de “paz a cualquier precio” en aras de la cual se negocia lo innegociable y se pierde la capacidad de condena […]. La otra tentación es una caricatura del sentido bélico de la vida: agudizar contradicciones»[35].

Lo mismo dirá más adelante en Evangelii gaudium (EG): «Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso» (EG 227).

Frente a un mundo polarizado, abstraerse o desinteresarse no es una opción, sino más bien una tentación. Es comprensible, quizás, en un contexto mimético donde el riesgo de contaminarse es muy grande. Sin embargo, Francisco nos invita a que nos impliquemos, con discernimiento, eso sí. Nos exhorta a que asumamos una actitud claramente misionera: la acusación de nosotros mismos, que nos lleva a dialogar con la Misericordia de Dios, en vez de entrar en la dinámica de sentirnos víctimas y de acusar a los demás[36], va unida a la salida misionera a anunciar el evangelio. En vez de quedarnos encerrados en la discusión dando «pasos de contraataque», la Iglesia da un paso «hacia los que más la necesitan», hacia los que no han escuchado aún el evangelio. La iglesia, cuando fue perseguida, se volvió misionera.

No confundirse viendo contradicciones allí donde solo hay contrastes

En vez de discutir, hay que discernir. Porque cuando se da una polarización no se trata solo de una lucha de ideas, sino también de espíritus[37]. El mal espíritu, sobre todo en un contexto de tribulación, busca convertir desacuerdos en conflictos. Como dice Gustave Thibon, «uno de los signos cardinales de la mediocridad de espíritu es ver contradicciones allí donde solo hay contrastes»[38].

Los cuatro principios del papa Francisco, en particular dos de ellos, son los criterios para este discernimiento. La lucidez que se requiere para discernir que «la unidad es superior al conflicto» (EG 228)[39] es una lucidez paciente que «acepta sufrir el conflicto» para poder resolverlo, sin quedar atrapados en él. También se requiere lucidez para discernir que «la realidad es superior a la idea» (EG 231): es superior porque la realidad nunca es contradictoria.

Para Guardini, la contradicción es algo que solo se da en el pensamiento y en el lenguaje, no en la realidad. La realidad —el viviente concreto, como él lo llama— es siempre compleja; integra todos los polos; todo ser viviente es una trama de relaciones contrastadas entre sí pero que no entran en contradicción. Guardini describe las tensiones entre arriba-dentro, interior-exterior, forma-plenitud, estructura-fuerza vital… Una realidad no contradice la anterior: la asume, la transforma o la deja atrás[40]. Por eso, como escribía el Papa al pueblo de Chile, «discernir supone aprender a escuchar lo que el Espíritu quiere decirnos. Y solo lo podremos hacer si somos capaces de escuchar la realidad de lo que pasa»[41].

En sus «Reflexiones acerca de la unión de los ánimos», publicadas en 1990, Bergoglio explicita bien la diferencia entre contradicción y contraposición o contraste: «La contradicción siempre es excluyente, no da lugar a alternativas, es disyuntiva. En cambio, la contraposición indicaría más bien las cosas que aparentemente y/o realmente contrarias pueden avenirse»[42]. La diversidad de ideas, de afectos, de imaginaciones y de mociones que se van dando cuando uno reza y discierne van conformando, dice Bergoglio, «una unidad interior nueva, continuada, pero distinta a la que se tenía con anterioridad al comienzo de este proceso de discernimiento»[43].

La armonía nueva siempre puede «desarmonizarse», y esto requiere que siempre estemos abiertos a nuevas síntesis. «Todo este proceso configura lo que podríamos llamar etimológicamente  un “conflicto”[44]. Este conflicto interior, que más que contradicción prefiero llamarlo contraposición, es la referencia interior que tenemos de unidad en la diversidad para entender qué es la unidad en la diversidad en el cuerpo de la Compañía»[45], y, por analogía, lo que es la unidad en la diversidad en la Iglesia y en la sociedad.

Por eso, el Papa podía confiar en el proceso sinodal a veces turbulento y conflictivo que dio lugar a la nueva praxis pastoral de Amoris laetitia [AL]. A través de reflexiones, intercambios de opiniones, oración y discernimiento «prevalecía el Buen Espíritu», a pesar de las tentaciones en el camino[46].

El sí al paradigma de la misericordia

El discernimiento que nos fortalece para decir «no» a la discusión que polariza tiene su principio y fundamento en un «sí» más profundo y radical: el «sí» de la Misericordia divina a todo lo creado. La Misericordia incondicional de Dios, que se nos ha vuelto concreta y practicable en Jesús, es la única realidad capaz de sanar y armonizar toda falsa contradicción con la fuerza del amor de Dios, que, «por su naturaleza, es comunicación»[47]. La Misericordia «es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios»[48], como bien dice el sumo pontífice. Es el paradigma último, el más alto, y nuestra misión es anunciarlo con obras y con palabras.

El modelo lo encontramos en la parábola del Buen Samaritano que nos enseñó Jesús. Esta no contiene solo una revelación sobrenatural, sino también una revelación de lo más entrañablemente humano. La práctica de las obras de misericordia llamadas «materiales», en cuanto tienen que ver con la carne del prójimo, se debe complementar con la práctica de las obras de misericordia «espirituales», que consisten en la buena comunicación: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rezar por todos. En la puesta en práctica de estas obras de misericordia, un mensaje claro toca el corazón del que es testigo.

Como dice el Papa: «Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. [… La] dulce misericordia [de Cristo] es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor (cfr Ef 4,15). Solo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores»[49]. Francisco quiere que el «estilo de nuestra comunicación sea tal que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos» y, al mismo tiempo, que, «genere una proximidad […] en un mundo dividido, fragmentado, polarizado»[50].

El criterio de discernimiento de la buena comunicación es el mismo que debemos usar para la vida de cada cristiano y para la vida de la Iglesia en general: el de verificar si la misericordia crece. «El mejor modo de discernir si nuestro camino de oración es auténtico será mirar en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la misericordia» (GE 105). 333 9361109

Dar testimonio «en dialecto»

Se trata, por tanto, de decir y hacer las cosas «al estilo de Jesús», con buen espíritu, como decía san Pedro Fabro. La expresión que usa Francisco es «dar testimonio en dialecto». El contenido de este testimonio en dialecto es lo que el Papa llama «doctrina»: verdades sentidas, no meramente conocidas. La doctrina forja la unidad verdadera porque «las cosas de Dios siempre suman. No restan. Son convocadoras»[51]. Pero, por la misma razón, estas cosas de Dios generan oposición y resistencia: «Cuando la Iglesia afirma la doctrina, solo entonces aparece el verdadero cisma»[52].

El pensamiento y el testimonio de Francisco ofrecen, por lo tanto, un camino de despolarización que se podría aplicar a muchos contextos donde hay «partidos» enfrentados: entre liberales y conservadores en la Iglesia, por ejemplo. Es un camino que acoge la tensión y el desacuerdo como oportunidad para crear algo superior a partir de una diversidad conciliada y del paradigma de la misericordia, evitando las trampas mortíferas de la polarización estéril. Es una manera de dialogar no desde los desacuerdos, sino escuchando los unos los sueños de los otros.

Encontrar el modo de dar testimonio del amor y de la misericordia en el «dialecto materno» es el núcleo de un comportamiento que vale tanto en lo pequeño del diálogo familiar como en lo grande de las discusiones públicas. En síntesis, para comunicar bien, el punto decisivo es encontrar el hilo de ese lenguaje que está en la base de la vida, allí donde detrás de las palabras se esconde la fuente de la ternura que hizo posible la vida en común de cada familia, de cada comunidad y de cada pueblo. Este es el desafío: encontrar y no perder el hilo de este lenguaje materno que une toda realidad para hacer frente al lenguaje abstracto de las ideologías que separan. «Hermanos, las ideas se discuten, las situaciones se disciernen», insistió el Papa a los obispos chilenos. «Estamos reunidos para discernir, no para discutir»[53].

  1. Véanse los resultados de la encuesta Pew Research Center, «Partisanship and Political Animosity in 2016», 22 de junio de 2016, en http://www.people-press.org/2016/06/22/partisanship-and-political-animosity-in-2016/
  2. J. Haidt, The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion, Nueva York, Vintage Book, 2012. 
  3. Cfr https://www.better-angels.org/
  4. Los cuatro restantes hablan de la importancia de dudar, de especificar, de matizar y de mantener la conversación. Cfr D. Blankenhorn, «The Seven Habits of Highly Depolarizing People», 17 de febrero de 2016, disponible en https://www.the-american-interest.com/2016/02/17/the-seven-habits-of-highly-depolarizing-people/. Cfr también id., «Why polarization matters», 22 de diciembre de 2015, disponible en https://www.the-american-interest.com/2015/12/22/why-polarization-matters/ 
  5. Cfr «Though Many, One: Overcoming Polarization through Catholic Social Thought», promovido por Initiative for Catholic Social Thought and Public Life at Georgetown University. Véase C. White, «Georgetown summit looks to Francis in overcoming polarization», en Crux, 7 de junio de 2018. 
  6. Francisco, Homilía en el Consistorio, 19 de noviembre de 2016, disponible en https://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2016/documents/papa-francesco_20161119_omelia-concistoro-nuovi-cardinali.html
  7. Id., «Somos miembros los unos de los otros» (Ef 4, 25). De las «comunidades» en las redes sociales a la comunidad humana, Mensaje para la 53.ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2019, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20190124_messaggio-comunicazioni-sociali.html
  8. Cfr ibid. Véase Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum, n. 2. 
  9. Francisco, «Somos miembros los unos de los otros»…, op. cit. 
  10. Id., Discurso ante el Congreso de EE. UU., 24 de septiembre de 2015, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/september/documents/papa-francesco_20150924_usa-us-congress.html. En otra ocasión el Papa afirmó también: «El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar. No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia» (Id., Homilía en el Consistorio, 19 de noviembre de 2016, op. cit.). 
  11. J. M. Bergoglio, «Servicio de la fe y promoción de la justicia. Algunas reflexiones acerca del Decreto IV de la Congregación General XXXII de la Compañía de Jesús», en M. Gallo (comp.), El pensamiento social y político de Bergoglio y Papa Francisco, Salta, EUCASA, pp. 85-105, en especial pp. 100s [originalmente publicado en Stromata 1/2 (1988), pp. 7-22], donde se remite a Agustín, De pastoribus [Serm. 46, 13]. Cfr D. Fares, «Yo soy una misión. Hacia el sínodo de los jóvenes», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana 2 (2018) nº 15, pp. 7-20, en especial p. 19. 
  12. Francisco, Comunicación y misericordia, un encuentro fecundo, Mensaje del Santo Padre para la 50.ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2016, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20160124_messaggio-comunicazioni-sociali.html
  13. Cfr J. M. Bergoglio, «Curso de Formación y Reflexión Política». Clase inaugural del Arzobispo de Buenos Aires, cardenal J. M. Bergoglio s.j., 1º de junio de 2004 (transcripción de la grabación), en M. Gallo (comp.), El pensamiento social y político de Bergoglio y Papa Francisco, op. cit., pp. 355-370, en especial pp. 357s. 
  14. (J. M. Bergoglio) Papa Francisco, Meditaciones para religiosos, Bilbao, Mensajero, 2014, p. 142. 
  15. Ibid., p. 44. 
  16. Ibid., p. 45. 
  17. Cfr ibid., p. 53. 
  18. Ibid., p. 49. Respecto del peso que esta concepción ha tenido en el pensamiento de Bergoglio, debemos recordar que para él han sido decisivos la influencia, el diálogo y el trabajo conjunto con el jesuita Miguel Ángel Fiorito (1916-2005); cfr M. A. Fiorito, «La opción personal de San Ignacio: Cristo o Satanás», en Ciencia y Fe XII (1956), n. 46, pp. 23-56. 
  19. Al hablar de forma mentis pensamos en lo que dice Pablo: «Nosotros tenemos la mente (noun) del Señor», haciendo referencia a que las «cosas del Espíritu» no se captan solo con criterios «naturales», y que «solo el Espíritu puede discernirlas (anakrinetai)» (Cfr 1 Cor 2, 14-16). 
  20. Papa Francisco y amigos, La sabiduría de los años, Bilbao, Mensajero, 2018. 
  21. Francisco, Synod 18 – «La sabiduría del tiempo» – Encuentro de jóvenes y ancianos con el Santo Padre Francisco, Roma 23 de octubre de 2018, disponible en https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/10/23/mart.html
  22. Ibid. 
  23. Cfr Id., Conferencia de prensa durante el vuelo de regreso del viaje apostólico a Irlanda, 26 de agosto de 2018, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2018/august/documents/papa-francesco_20180826_irlanda-voloritorno.html
  24. Id., Saludo a los periodistas durante el vuelo de regreso a Roma, 2 de diciembre de 2017, disponible en https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2017/december/documents/papa-francesco_20171202_viaggioapostolico-bangladesh-voloritorno.html
  25. A. Tornielli, «Il Papa: “La presenza di Dio oggi si chiama anche Rohingya”», en Vatican Insider, 1 de diciembre de 2017. 
  26. Francisco, Homilía en Santa Marta, 3 de septiembre de 2018, disponible en https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2018/documents/papa-francesco-cotidie_20180903_verdad-silenciosa.html
  27. Entre el 3 y el 20 de septiembre de 2018, después del silencio mediático que se impuso con respecto a las acusaciones de Viganó, el Papa pronunció ocho homilías contra «el gran Acusador», en las que se explayó, ahora sí, sobre su postura en el terreno adecuado, que es el de la predicación de la palabra de Dios. 
  28. Francisco, Homilía en Santa Marta, 18 de septiembre de 2018, disponible en https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2018/documents/papa-francesco-cotidie_20180918_mansedumbre-ternura.html
  29. Satanás «vio a Jesús tan deshecho, desgarrado y como el pez hambriento que va a la carnada atada al anzuelo, fue allí y se tragó a Jesús […] pero, en ese momento, se tragó también a la divinidad porque era la carnada atada al anzuelo con el pez»: Francisco, Homilía en Santa Marta, 14 de septiembre de 2018. 
  30. J. M. Bergoglio, «Silencio y Palabra» en Reflexiones en esperanza, Buenos Aires, Ediciones Universidad del Salvador, 1992, p. 167. Cfr A. Ivereigh, «A time to keep silence», en https://www.thinkingfaith.org/articles/time-keep-silence; D. Fares, «Contra el espíritu de “ensañamiento”», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana 2, 2018, n. 16, pp. 22-35. 
  31. Cfr Francisco, Homilía en Santa Marta, 3 de septiembre, op. cit. 
  32. En una conversación con el P. Spadaro, el Papa dijo: «La oposición abre un camino […]. Debo decir que me gustan las oposiciones». J. M. Bergoglio-Papa Francisco, En tus ojos está mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires (1999-2013), Madrid, Publicaciones Claretianas, 2017, p. 28. 
  33. (J. M. Bergoglio) Papa Francisco, «Fin de año» (31 de diciembre de 1980), en Reflexiones espirituales sobre la vida apostólica, Bilbao, Mensajero, 2013, pp. 165-170. 
  34. Ibid., p. 168. 
  35. Ibid. 
  36. «Acusarse a sí mismo es más bien sentir la propia miseria: sentirse miserable, mísero, ante el Señor. Se trata de sentir vergüenza. Y es algo que no se hace con palabras sino con el corazón» (Francisco, Homilía en Santa Marta, 6 de septiembre de 2018, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/it/cotidie/2018/documents/papa-francesco-cotidie_20180906_ognuno-accusi-se-stesso.html). 
  37. Cfr J. M. Bergoglio, «La doctrina de la tribulación», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana 2, 2018, n. 16, p. 20. 
  38. G. Thibon, El pan de cada día, Madrid, Rialp, 1952, p. 63, citado por A. López Quintás en la Introducción a R. Guardini, El contraste, Madrid, BAC, 1996, p. 11. 
  39. Cfr EG 226-230; cfr Francisco, Carta al pueblo de Dios que peregrina en Chile, 31 de mayo 2018, disponible en http://w2.vatican.va/content/francesco/es/letters/2018/documents/papa-francesco_20180531_lettera-popolodidio-cile.html; D. Fares, «Francisco y el escándalo de los abusos en Chile», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana 2, 2018, n. 20, pp. 82-92. 
  40. Sobre la influencia de Guardini en Bergoglio cfr D. Fares, «Prefazione. L’arte di guardare il mondo», en R. Guardini, L’opposizione polare, Milán, La Civiltà Cattolica/Corriere della Sera, 2006; M. Borghesi, Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual. Dialéctica y mística, Madrid, Encuentro, 2018. 
  41. Francisco, Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, op. cit., n. 3. 
  42. J. M. Bergoglio, «“Y conforme a esta esperanza…”. Algunas reflexiones acerca de la Unión de los Ánimos», en Reflexiones en esperanza, San Miguel, USAL, 1992, p. 237, n. 42. 
  43. Ibid., p. 236. El proceso se da en diálogo interior, signado por la paz. Bergoglio afirma que «si examinamos atentamente nuestra experiencia interior, vemos que las tensiones se resuelven en un plano superior, manteniendo —en la armonía nueva lograda— la virtualidad de las diversas particularidades» (ibid.). 
  44. «San Ignacio no le teme al conflicto. Más aún: sospecha cuando, en Ejercicios, lugar privilegiado de discernimiento y lucha de espíritus, no se da» (ibid., p. 237). 
  45. Ibid. 
  46. Véase la carta del papa Francisco a Stephen Walford en S. Walford, Pope Francis, the Family and Divorce. In Defense of Truth and Mercy, Nueva York, Paulist Press, 2018, donde está publicada íntegramente como apéndice y parcialmente como prefacio. 
  47. Francisco, Comunicación y misericordia, un encuentro fecundo, Mensaje del Santo Padre para la 50.ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, op. cit. 
  48. Gaudete et exsultate [GE], n. 105; cfr AL 311. 
  49. Francisco, Comunicación y misericordia, un encuentro fecundo, Mensaje del Santo Padre para la 50.ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, op. cit. 
  50. Ibid. 
  51. (J. M. Bergoglio) Papa Francisco, «Fin de año», op. cit., p. 169. 
  52. Ibid., p. 168. 
  53. Francisco, Segunda carta del papa Francisco a los obispos chilenos, 15 de mayo de 2018, disponible en http://www.humanitas.cl/francisco/segunda-carta-del-papa-francisco-a-los-obispos-chilenos

Fuente: La Civilta Cattolica