Campaña xenófoba
Ya nadie duda de que la xenofobia es una enfermedad social. Odiar al extranjero por el simple hecho de serlo es inhumano. Todos los países del mundo han firmado la Declaración de Derechos Humanos, basada en la igual dignidad de la persona, que exige un respeto y una igualdad de trato. En ese contexto, que un aspirante a dirigir un país con liderazgo mundial utilice frases que mezclan el racismo con la xenofobia no solo es una vergüenza, sino un insulto a la humanidad. Por eso, en el caso del candidato republicano Donald Trump, deberían saltar las alarmas en El Salvador. Ya han saltado en México a través de Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores. Trump insulta y daña a México y a los mexicanos en su conjunto, ha dicho el veterano político y académico. Y pide una respuesta estatal por parte de su país. De un modo menos directo, pero muy claro, habló el papa Francisco en su viaje a México: “Una persona que quiere construir muros y no puentes no es cristiano”. Y aunque el nombre de Trump no fue pronunciado, al millonario norteamericano le faltó tiempo para intervenir con sus clásicas fanfarronadas: “Cuando el Estado Islámico venga por él, querrá que yo sea presidente”. Evidentemente, el millonario no conoce al papa.
La xenofobia no le conviene a El Salvador. Y mucho menos una xenofobia antilatina. Sin embargo, no ha habido en nuestro país reacciones claras. Solemos decir que un cuarto de nuestra población vive en Estados Unidos. Hemos recibido en los últimos tiempos más de 4 mil millones de dólares en remesas al año. El flujo migratorio hacia el norte es constante, impulsado por la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia. Si se desatara una campaña contra los migrantes sin papeles en Estados Unidos, no hay duda de que a nuestros compatriotas les iría mal. Y a nosotros aquí también. Llamamos hermanos a nuestros migrantes, pero somos incapaces de enfrentarnos a la estupidez, el matonismo y el desprecio a los pobres de ese individuo, Trump, sin más méritos que su boconería y su dinero.
Es difícil saber si México se opondrá como país al estilo incendiario y burdo de este candidato. Pero, ciertamente, insultar a los migrantes mexicanos es en buena medida insultar a los latinoamericanos. Guardar silencio frente a esa insensatez ofensiva a la dignidad humana es facilitar que después de los mexicanos se afrente y persiga a otro grupo latinoamericano. Recientemente, el presidente mexicano habló al fin. Entre otras cosas, dijo que con un lenguaje xenófobo y racista llegaron Hitler y Mussolini al poder por la vía democrática. Y eso está muy bien. Estados Unidos debe saber que ese estilo molesta, y seriamente, en América Latina.
Durante muchos años se nos ha tratado —en palabras propias de los estadounidenses— como patio trasero del país rico del norte. Golpes de Estado, defensa de empresas transnacionales ladronas y opresoras, invasiones militares, apoyo a dictadores… de todo hay en la trágica historia de nuestras relaciones con Estados Unidos. Y no es que las cosas se hayan corregido del todo. De hecho, a nuestros migrantes los siguen mal tratando, les niegan derechos básicos y con frecuencia se abusa de su indefensión. El 3 de marzo recién pasado el New York Times publicó un amplio artículo sobre los abusos y crímenes —posteriormente encubiertos— cometidos por las patrullas fronterizas norteamericanas. Que un candidato se exprese como lo hace Trump anima a la brutalidad y a la represión del migrante.
Los tres presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica estuvieron recientemente en Estados Unidos para conversar sobre la Alianza para la Prosperidad, un plan de apoyo norteamericano al desarrollo de nuestros países. Aunque es muy probable que en algunas conversaciones privadas hayan expresado cierta repulsa a Trump, lo cierto es que nuestra gente hubiera agradecido una declaración explícita y clara en la que se lamentará que en las elecciones norteamericanas se utilice un lenguaje antimigrante. Guatemala, Honduras y El Salvador tienen un gran número de migrantes en Estados Unidos. El hecho de ser países pequeños y débiles no nos quita dignidad ni capacidad de llamar injusticia a aquello que ofende la dignidad humana. Ojalá se alcen más voces oficiales y de la sociedad civil contra esta campaña que insulta migrantes y los victimiza. Aunque Trump no resulte nominado como candidato del Partido Republicano, otro de los candidatos, Ted Cruz, promete también llevar adelante políticas terriblemente injustas contra los migrantes. Es la campaña republicana la que está contaminada de racismo y xenofobia, y por ello debe ser condenada en su conjunto.