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Resucitar

 

Resucitar puede tener distintos significados. Conozco personas que fueron declaradas muertas y sin embargo fueron devueltas a la vida. Milagros de la ciencia médica moderna. Así fue la resurrección de Lázaro, que volvió a vivir para volver a morir. Así fue la de la Compañía, que fue devuelta a la vida después de más de cuarenta años de muerta.

 

Pero la de Jesús no fue así. La resurrección de Jesús fue entrar a la Vida. Así con mayúsculas. A la vida que no conoce muerte. Por eso su resurrección nos dice el sentido de nuestra vida. De esta vida provisional por la que nos asomamos a la Vida. Nos enseña que morir es parte del vivir. Que es el único camino a la Vida. Para resucitar hay que morir. Decía Benjamín Franklin que muriendo acabamos de nacer”.

 

Por eso la resurrección de Jesús inunda de esperanza nuestras muertes. Descubrimos la muerte como paso. El último rito de pasaje de la vida humana. La resurrección nos hace perder miedo a nuestras muertes. Nos ayuda a ganar confianza en ese paso a lo desconocido. Vence nuestras resistencias. La decisión de Jesús de asumir la muerte para dar vida, para encontrarse con la  muerte sólo es comparable a la decisión de la madre de asumir el dolor para dar a luz vida.

 

Muchas de nuestras resistencias en la vida son miedo a morir. No hemos entendido la  resurrección. Hay que caer en tierra y morir, como el grano de trigo. Nuestro empeño en preservar nuestras ideas, nuestro poder, nuestra juventud, nuestras posiciones, nuestros logros, nuestras seguridades, no hace más que prepararlos para pudrirse. Sólo si muere, dará fruto. Pero tenemos miedo a las muertes porque no hemos entendido la resurrección como la dinámica de la Vida. Le dice Jesús en el Evangelio al que construyó graneros para acumular sus logros:

 

Insensato, no sabes cuánto tienes de vida. No tienes que acumular, sino que repartir, sembrar.

 

No hay que guardar la vida, sino perderla para ganarla.

 

No tenemos que planificarle a Dios sus caminos. Hay que dejar al Espíritu soplar. No tenemos que amarrar nuestros haberes para que su soplo nos los haga volar. Hay que dejarlos volar, porque sólo muriendo se resucita. Hay que dejar a Dios que nos sorprenda. Lo importante es discernir sus caminos para situarnos en ellos. Y dejar que Él nos lleve.

 

Ante la próxima Congregación General 36 no hay nada que temer. Tenemos que discernir juntos para encontrar las rutas por donde se mueve Dios. Parece que son los migrantes, los indígenas, los pobres, las víctimas de las violencias, los jóvenes, los encuentros de culturas y religiones,…Nos toca situarnos en esas fronteras sin amarras, sin miedo a las muertes, y dejar que el Espíritu nos lleve.

 

Nos toca ahora orar para que en la próxima Congregación General esto suceda. Y mientras tanto ir soltando lastre, des haciendo nudos, para andar ligeros y libres a donde Dios llame.