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En el año 2000, el papa Juan Pablo II elevó a los altares a Jacinta y Francisco, los dos niños pastores de Fátima, Portugal, que en 1917 fueron testigos, junto a su prima Lucía, de las apariciones de la Virgen.

Esta fue la primera beatificación de niños considerados no mártires. De aquí nació la necesidad de probar el ejercicio de sus virtudes cristianas de manera ejemplar. El postulador de la causa fue el sacerdote jesuita Paolo Molinari, que destacó, desde un principio, el comportamiento de los niños pastores durante el período de las apariciones.

“Su ejemplo nos dice que los niños tienen el corazón abierto al Señor y permanecen dóciles y atentos a las invitaciones de Dios, pueden y deben crecer constantemente en el auténtico amor personal a Jesucristo, con un sincero y activo amor hacia las demás personas”, fue uno de los argumentos que en vida P. Molinari utilizó para defender su causa de beatificación.

Basándose en los relatos de su prima Lucía, que se convertiría en monja de clausura luego de las apariciones hasta su fallecimiento en 2005, el padre Molinari recordó que Francisco “era bastante reflexivo y taciturno, bueno, conciliador, listo para darse a los demás y no peleador”. Jacinta, dos años más pequeña, en cambio, “era una niña más bien animada y sensible, irritable y caprichosa, que fácilmente se enojaba”, pero “con un corazón bueno, de carácter dulce y tierno”.

Luego de las apariciones en 1917, el alcalde de la localidad amenazó con torturar a los niños si estos no admitían que sus relatos eran falsos. A pesar de esta y otras amenazas de castigos, los niños nunca negaron las apariciones y se mantuvieron firmes en sus versiones. Por esto, P. Molinari siempre resaltó que Francisco y Jacinta llegaron a la santidad “no por haber sido testimonios de las apariciones, sino porque, a su corta edad, vivieron en forma heroica sus virtudes cristianas”.

Para P. Molinari, el mensaje de estos dos niños era “decisivo”: “el de una intensificación de la vida espiritual, y por lo tanto también de una auténtica oración, orientada sin embargo a los otros: no se trata de un intimismo espiritual que no es ciertamente el verdadero cristianismo. Todo lo que hacen, incluida su oración y sus sacrificios, está dirigido al bien de los demás y a obtener que el mundo cambie, que la sociedad se transforme, para que los hombres no sigan sus instintos malvados y su egoísmo, sino que piensen mejor en vivir según los deseos de Dios”.

En 2017, el papa Francisco canonizó a Francisco y Jacinta Marto ante miles de fieles reunidos en la explanada de la Basílica de Nuestra Señora de Fátima. Se convirtieron, entonces, en los primeros niños considerados no mártires declarados santos. La tercera niña, Sor Lucía, se encuentra actualmente en proceso de beatificación.

Además de todas las causas para la beatificación y canonización de los miembros de la Compañía de Jesús, P. Molinari, S.J., fallecido en 2014, siguió también los procesos de muchos santos laicos como los de Giuseppe Moscati, el médico profesor universitario santo, el joven Piergiorgio Frassati, la indígena Catalina Tekakwitha y Juan Diego, el “indio” de Guadalupe.