Ismael Moreno
Noticias sobre comunidades hondureñas que muy dueñas de su pobreza y de su dignidad se organizan por su cuenta para defender sus ríos, su cementerio, sus bosques, sus territorios y su riqueza mineral, son más frecuentes y alentadoras a lo largo del territorio nacional. Son buenas noticias porque emergen de las propias realidades humanas amenazadas por la explotación de empresas extractivas.
Cada lucha brota del propio corazón de las comunidades afectadas y el motor que las impulsa es el amor a su territorio, a sus riquezas naturales comunes, a su dignidad. Son luchas que nos están dando unas lecciones muy sencillas y profundas. Nos dicen que el desarrollo no puede lograrse con la explotación de los bienes naturales, entendidos como recursos a explotar.
El progreso no se puede entender nunca desde el dinero que proviene de la explotación de los bienes naturales; ese desarrollo y progreso no es vida, y las comunidades no pueden pactar con lo que es destrucción. Los bienes de la naturaleza no son recursos a explotar. Son riquezas a proteger.
Cuando el oro, la plata y todos los minerales se convierten en mercancía y dinero, en lugar de unirse en armonía, los seres humanos compiten, se confrontan, se pelean y se destruyen. Cuando el oro y la plata se convierten en mercancía destruyen y contaminan las fuentes de agua y deterioran el ambiente. Por eso, todos los minerales, junto con el agua y los bosques, son bienes a defender y proteger.
Por ese camino van las experiencias de luchas que han brotado en estos tiempos en el occidente, en el norte, en el atlántico y en el sur de Honduras. Es un paso en el camino del Buen vivir. Y en ese camino se puede ir avanzando en una lucha común por alcanzar que el Estado llegue a ser un día garante de los bienes comunes y de las comunidades.
Estas luchas locales son luces que brotan al margen del gran falso brillo del capital. Este brillo llegará a ser un gran apagón en el futuro y solo sobrevivirán las luces que hoy vayamos encendiendo al margen. En esas luchas locales va naciendo un espíritu y una mística que se expresan en una sola voz: no queremos ningún desarrollo basado en explotación; queremos un Buen Vivir en donde vivamos en armonía los seres humanos con los bienes naturales, y en donde todos los derechos humanos y de la naturaleza se respetan porque amamos y construimos la Vida que nos dignifica.